Iñaki Gabilondo se pira porque está empachado.
¿A quién puede extrañar?
El empacho es generalizado. Solo nos libra de él la Santa Madre Iglesia que, de cuando en cuando, nos da alguna alegría que nos abstrae del caos y nos lleva a la risa.
A tan solo dos desastres de añorar el año 2020, la Iglesia nos recuerda cuál es su papel en el mundo y habla por su boca el obispo de San Sebastián, monseñor Munilla, proceloso mantenedor de la moralidad pública, para denostar la vestimenta de la mujer de hoy (vaqueros rotos, ¡rotos!), evocando los delicados modos de los años 50.
Por eso no pudieron comprarse una pala (como el buen Casado) para quitar nieve de los colegios, y por eso solo un puñado de templos abrieron sus puertas durante las noches gélidas para ofrecer cobijo a quienes carecían de él. Estaba monseñor el 14 de enero enviando un tuit a la feligresía, cuyo visionado recomiendo enfebrecido, del siguiente tenor literal:
“El progresismo es un virus que te permite regresar a las cavernas al mismo tiempo que piensas que estás llegando a la luna”. Y lo adereza con una foto de obligatorio retuit, que muestra y compara los usos y costumbres de la vestimenta femenina, 1950 versus 2020.
El progresismo es el verdadero virus. Otros, sin duda de más relajadas costumbres, están luchando contra el SARS-CoV-2, en prueba de la irrelevancia de los quehaceres del ser humano en estos tiempos convulsos en los que las mujeres visten tejanos rotos por las rodillas.
¿Importan acaso más incidentes como el de Cártama? ¿Tiene relevancia que un hijo de la grandísima puta rocíe con ácido a su ex y a una amiga de esta y las envíe directamente a la UCI, en comparación con la desmesura que el progresismo está causando en nuestras vidas? Monseñor sabe que no.
Otros luchan contra las nevadas. Ahí tienen al indolente Casado afanado con su pala nueva en quitar nieve ante los fotógrafos (palas con un solo uso para reventa en Wallapop), desatendiendo lo fundamental. O a la población en general, gritando contra la subida de la luz en plena ola de frío, como si el verdadero frío no estuviera ya asido sin remedio a las almas de los cristianos a la espera de que las llamas eternas del infierno lo mitiguen.
Ahí tienen a Martínez Almeida, que por proteger a los madrileños de la progresía que nos invade, ha pasado una factura al Gobierno de 1.398 millones de euros (más de lo que se invirtió en mitigar los daños del terremoto de Lorca de 2011 —13 muertos y 300 heridos, 431 millones—, la gota fría del año pasado en Levante —63.000 siniestros, 20 millones—, o la borrasca Golria —12.223 siniestros, 97 millones—, ¡juntos! ) por consentir que la nevada les pillara de improviso. Desolado el alcalde porque el municipio dejó de ingresar más 1,8 millones del estacionamiento regulado (por lo que se ve no había nadie aparcando por ahí) y otros 45,8 por las pistas deportivas que los madrileños no han alquilado o las tarifas de los gimnasios a los que no han acudido. ¡Grande, Martínez Almeida, grande (en lo moral)!
Tercera ola de contagios por la covid en España: cientos de poblaciones confinadas, 53.114 muertos en el momento de escribir estas líneas. Catástrofe climática en el país: miles de individuos paralizados por la imprevisión de las autoridades que no supieron comprender que iba a nevar de cojones de acuerdo con las previsiones (certerísimas) de la Agencia Estatal de Meteorología. Subida del coste de la energía (gas y electricidad) en plena incidencia del peor temporal que se recuerda, que el Gobierno de la nación no sabe, no puede o no quiere atajar obligando a las compañías, como coño sea, a mantener precios asumibles para los consumidores. Un tipo rociando de ácido a dos chavalas en Málaga. Y lo más acuciante de todo, lo más grave, aquello que debe encoger nuestras débiles conciencias progresistas: chicas luciendo tejanos harapientos y no cuidados vestidos a media pierna en aquellos tejidos vaporosos que tanto resaltaban nuestra feminidad. Este es el virus verdadero, ¿a que sí, monseñor?
Iñaki, contigo: esto mueve a hartazgo. Empacha.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.
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