El anterior proceso electoral en Catalunya nos condujo a la zozobra. Nos condujo a la zozobra, claro, a las personas de izquierdas.
Entonces ganaron la derecha y la derecha; la derecha independentista y la derecha españolista, dos derechas antagónicas entre sí. Una de ellas jugó tan mal sus cartas que, simplemente, ha desaparecido de la escena política catalana: Ciudadanos.
El 14 de febrero las cosas han sido radicalmente distintas: han ganado la izquierda y la izquierda. La izquierda constitucionalista, esta con importante mayoría de votos (más si sumamos los del PSC a los de En Comú Podem, que nunca se dijo que fueran independentistas aunque aboguen por el referéndum de autodeterminación) y la izquierda independentista, representada por ERC que, por primera vez, se impone a lo que fuera Convergència i Unió, hoy Junts per Catalunya, Junts.
La izquierda y la izquierda.
El panorama de la gobernabilidad en Catalunya, por lo tanto, se presenta rodeado de claves bien distintas a las que hasta hoy se venían dando en el arco del Parlament. De una parte, los votantes, por primera vez desde que Artur Mas declarara la intención de independizar Catalunya del resto de España, se han decantado mayoritariamente por esta opción. De otra, el partido de los socialistas catalanes se ha convertido en la fuerza más votada, esto por primera vez en la historia constitucional del país, puesto que nunca Maragall ni Montilla, a pesar de que gobernaran, habían conseguido que el PSC superara en sufragios al resto de las formaciones en liza ni, en concreto, a Convergència i Unió, hoy Junts. Y, aun de otra, la izquierda catalana ha conseguido más escaños que la derecha, lo que tampoco había sucedido desde los tiempos del ‘Procés’.
Así las cosas ¿cómo no soñar con un gobierno de izquierdas al frente de la Generalitat?
El juego no es banal y mucho menos imposible. Basta el asentimiento del PSC, mediante su abstención en la elección del president y su apoyo desde fuera del futuro Govern sobre los principales asuntos de la gobernabilidad de Catalunya, para que Esquerra Republicana (que ya presta este apoyo al PSOE en el Parlamento Español) se separe de la lacra liberal-conservadora que representan los herederos de Jordi Pujol, por más que hayan cambiado de sedes y siglas huyendo de su pasado corrupto.
Catalunya necesita un presente que restañe las heridas de su propio presente y eso parecen haber elegido las urnas votando a una izquierda independentista que ha renunciado a la vía de la unilateralidad y a la izquierda constitucionalista (fuerza más votada) que está pujando por volver a la normalidad construyendo un gobierno que vuelva a preocuparse de atender las necesidades de las personas (hoy más bien aparcadas), eso sí, cerrada a la posibilidad de abrir vías de posible independencia.
Y la lucha por la independencia, necesariamente, tendrá que esperar.
En este momento la pelea es por las vacunas, por la restauración de la situación sanitaria (tanto de las personas como de las debilitadísimas infraestructuras, bombardeadas durante décadas con recortes que solo ahora han demostrado sus efectos nefastos), por la resiliencia ante la crisis económica que ha puesto de manifiesto la relevancia de las instituciones europeas y la importancia de la apertura al internacionalismo, lejos de achicar las fronteras de los espacios de convivencia.
Como nunca antes, la interdependencia de unos respecto de otros se ha puesto de manifiesto en el mundo entero. La solidaridad entre los pueblos es crítica, la colaboración es crítica, la cooperación lo es. Los problemas son globales y muy grandes y los ‘pequeñismos’ no harán sino agravarlos.
El eje que enfrenta independentismo y españolismo tiene que cambiar al eje que pone a cada lado la izquierda y la derecha. ERC tiene que declarar su mayoría de edad y atreverse a gobernar sin la sombra de Junts (en este caso a la espalda) para liderar la reconciliación de un pueblo en tremendo conflicto por un ideal que hoy es imposible y que, cuando lo fuera, no podría afrontarse sino desde la concordia. Las diferencias entre Esquerra y Junts no pueden ser más obvias y no permiten una acción de gobierno coherente, salvo en su único interés común, hoy fuera de lugar a todas luces. Y el PSC tiene que mostrar la generosidad que hace falta para, siendo la fuerza más votada (empatada finalmente en escaños) ceder la alternativa a quien realmente tiene los números para formar Gobierno.
En el complejo espacio de la negociación política. Aquí estamos. Esperando de la lucidez de nuestros gobernantes un rayo de esperanza que nos allane el que sin duda será tortuoso camino de la recuperación.
Escrito desde fuera de Catalunya, con la ilusión de que, en lugar de seguir siendo un problema más para el resto de España, se convierta en otra parte de la solución de los muchos que ya soportamos.
El dibujo es de mi hermana Maripepa
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