domingo, enero 28, 2018

Una desgracia

No hace tantos domingos felicitábamos al Estado Islandés por la aprobación de una ley ejemplar que, en resumidas cuentas, sancionaba la igualdad de las mujeres y los hombres en lo que se refiere a los salarios que han de percibir por su trabajo.
Esto parecía una buena idea universal. Incontestable. Parecía un avance social a imitar, sin marcha atrás, inequívocamente necesario.
De forma similar, veníamos opinando que la corrupción política (la política en particular, porque los políticos son los que están llamados a cuidar lo que es de todos y los que exhiben su honestidad como valor diferencial) era un mal reprobable, a perseguir, a investigar, a erradicar de las conductas de nuestros representantes en las instituciones, en los que está tan acendrada.
¡Cuánto error!
El Gran Mariano nos enseña lo contrario.
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Mariano Rajoy, sentando cátedra
Es el presidente del Gobierno de España. Lo recuerdo porque a la luz de sus reflexiones lo podríamos confundir con un repetidor de primero de bachillerato que se acaba de arrancar la pava del cigarrillo de marihuana de la comisura de los labios y responde tartamudeando a las preguntas del tutor de su grupo con la excusa de que eso no entraba en la lección de hoy. Pero no: Es el presidente del Gobierno de España.
Respecto de la igualdad salarial entre mujeres y hombres opina que eso no entraba en la lección de hoy, que pa’qué nos vamos a meter en esos líos con la que está cayendo. Y abunda, no está en la competencia del Gobierno decirle a las empresas lo que tienen que cobrar los trabajadores. Las empresas caminan en la buena dirección. Y no pestañea.
De la corrupción que asfixia a su partido, opina que son cosillas del pasado, que hay que mirar pa’lante, que a los malos ya los han echado y que hay mucho que hacer como para estar ocupado en menudencias. Un exalto cargo del PP en Valencia acaba de reconocer en sede judicial que se financió ilegalmente, pero eso le parece una pesadez, el monotema de la insidiosa oposición. ¡Llevan ya diez años con lo mismo!
A propósito de Puigdemón, detención. Puigdemón, detención. Ya está. Total solo es la mayor crisis política vivida en España desde la muerte del dictador.
De todo lo demás, o no sabe, o no contesta. O, más lúcidamente si ello fuera posible, sostiene que no hacer nada es también una forma de hacer cosas; ninguna en realidad.
Como es el presidente del Gobierno de España, disculpe mi insistencia, algún espectador poco avezado podría pensar que este tipo de reflexiones o este frenesí descontrolado por la inactividad, esconden en realidad algún trasfondo, algún viso de inteligencia oculta, como si suponer vida inteligente en el cerebro del presidente fuera algo que viene de suyo.
Pues no. El cerebro del presidente está vacío. Ya ha anunciado que volverá a presentarse y ya anuncio yo que volverá a concitar la voluntad de varios millones de españoles. Pero no hay nada en su cabeza.
Mariano Rajoy es una desgracia.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, enero 21, 2018

Se llamará Albert

Es muy difícil hacer un análisis sosegado de lo que anda ocurriendo en el país y en el mundo con la cosa de la política.
Parece que el tiempo de las espantadas populares  a pie de urna y la “postverdad” se va pasando lentamente de moda, merced a que la necedad incontestable de Donald Tump o a la zozobra que se ha creado en el Reino Unido con la penosa aplicación del “brexit”, invitan a reflexionar más serenamente lo que cada uno hace con su voto.
Esta no es una buena noticia para Unidos-Podemos+confluencias, que venían arropados por esas mareas de populismo radical imperante, de izquierdas en el caso español, extremadamente de derechas en otras partes del mundo. Pero tampoco es una buena noticia para los llamados “partidos tradicionales”, que no avanzan un pimiento en este río revuelto.
Seguramente porque no hay tal revolvimiento en río alguno. O la peña no lo siente en sus carnes más allá de lo que lee sobre Diana Quer o lo que escucha sobre la fortuna incomprensible de los Franco. Así, lo que parece instalarse en el ánimo de la gente es una apatía monstruosa que reniega de la política (corrupta, inoperante, incapaz), de los políticos (incapaces, corruptos, inoperantes), de las instituciones (inoperantes, incapaces, corruptas).
A falta de ideas fuerza, de líderes que aglutinen corrientes de pensamiento, de organizaciones políticas capaces de modular en propuestas valientes las inquietudes de los ciudadanos, que son tantas y algunas tan imperiosas, se impone otra manera de alcanzar el poder y de ejercerlo, de obtener el plácet ciudadano: la mercadotecnia.
Y he ahí a Emmanuel Macron, nadie, rigiendo los destinos de una de las naciones más poderosas del mundo sin más programa, sin más pensamiento, sin más bagaje que la nada. Pero guapo y moderado, dueño de una propuesta que tira al neoliberalismo 2.0 con cierto tinte social para que no escandalice y con carita de haberse hecho pocas pajas y haber roto pocos platos o ninguno. El yerno que cualquiera querríamos sentar a nuestra mesa en Nochebuena.
Y todos adoran a Macron.
Prisa lo ha convertido en el paradigma de lo político del primer cuarto del siglo… Como a Rivera.
Igual que a Macron, ahora todos adoran a Rivera. Lo adora Prisa, lo adora el IBEX 35, lo adoran González y Aznar.
Y aquí llegan nuestros males.
La apuesta por Albert Rivera ha quedado tan patente que pocos dudamos ya del nombre del próximo presidente del Gobierno de España. Editoriales y portadas de El País, declaraciones de González en la Ser, loas de Aznar, la invitación de Cebrián a la reunión del Club Bilderberg de este último junio, avalada por Ana Patricia Botín… todo conduce a encumbrar a este monaguillo de plastilina a la más alta representación democrática del Estado (matizo “democrática” porque la más alta magistratura del Estado Español no lo es y, de momento, no está al alcance ni siquiera de Rivera).
Rivera
Los ciudadanos hemos abandonado la política. Hemos perdido las ideas. Hemos renunciado al compromiso, al pensamiento, a la necesidad de avanzar hacia una sociedad más justa que antes nos enardecía. Seguramente con razón. Pero la consecuencia es de una nadería exasperante. 
Ciudadanos es exactamente la nada, la no política, la no ideología, el no progreso. Un conjunto de medidas de carácter económico y corte liberal encaminadas al mantenimiento del “status quo” de la pequeño-burguesía a la que representa, que nada molesta a las clases dominantes. Un tibio racimo de medidas sociales que sirvan para callarle la boca a la socialdemocracia. Un cuidadísimo discurso de equidistancia desideologizada entre los buenos y los malos. Y la nítida imagen de uno al que definitivamente sí le comprarías un coche usado. La perfección de la talla “M”.
Un producto mercadotécnico que empezó a construirse en el gran juego hace más o menos cuatro años (aunque su marca llevara más tiempo en Cataluña), perfectamente diseñado, cuidadosamente envuelto, al que la caricatura en la que se ha convertido la crisis catalana ha empujado a lo más alto de las encuestas nacionales, amén de ser allá el partido más votado.
Es la imagen de la nueva derecha española, despojada –eso sí— de los ancestros que lastran a la vieja. Sin izquierda que le tosa. Sus creadores no podrían haber imaginado un escenario mejor.
Albert Rivera va a ser el próximo presidente del Gobierno de España. Y a mí me jode.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, enero 14, 2018

Rodrigo Rato o la hipertrofia del ego

A veces engordan las cosas. Los seres humanos tenemos esto. Tu cavidad ventral puede adoptar dimensiones que hagan que se te olviden el color o el aspecto de alguno de tus miembros. Esto es verdad.

Si lo que torna en inabarcable es tu ego, entonces estás en problemas, porque lo que habrás olvidado es la medida de las cosas mundanas como la moral, la educación, la hombría de bien o, simplemente, el respeto por lo que afecta a todos los demás.

Rodrigo Rato ha pertenecido a varios gobiernos de España, ha sido vicepresidente económico en dos de ellos, presidente de Caja Madrid, el instrumento financiero de la comunidad autónoma más importante de España, amén de buque insignia de la transformación de las cajas de ahorro. Se le elevó después  a los altares de la economía mundial con el cargo de director gerente del Fondo Monetario Internacional. En su formación política había ocupado la Secretaria General Adjunta en el Partido Popular, la portavocía de su grupo parlamentario en el Congreso y llegó a figurar en el mítico “cuaderno azul” como posible sucesor de Aznar para  la Presidencia del Gobierno.

Utilizó el sucesivo ejercicio de responsabilidades institucionales, financieras y orgánicas, simplemente, para enriquecerse. Tanto y con tan malas artes que hoy en día está procesado más o menos, en una causa por cargo ejercido.

Administración desleal, apropiación indebida, corrupción entre particulares, falsedad contable e irregularidades fiscales de diversas índoles.

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Su primera condena se debe al escándalo de las tarjetas “black” durante su presidencia en Caja Madrid y lo ha sido a cuatro años y seis meses de cárcel por apropiación indebida. Las causas pendientes lo son por comisiones a cambio de la adjudicación de contratos publicitarios, presuntas irregularidades en la contratación de parientes, irregularidades fiscales en sus negocios particulares que incluyen evasión de capitales con destino al paraíso fiscal de Guernsey (Reino Unido), comisiones ilegales del banco de inversión Lazard y de Teléfonica, fraude fiscal por casi siete millones de euros entre 2004 y 2015.

Podríamos resumir este currículum en la idea de que Rodrigo Rato es un presunto montón de mierda.

Y he aquí cuando se obra el milagro. La hipertrofia de su ego le convierte a sus propios ojos en un desairado hombre de negocios que, cuando comparece en el Congreso de los Diputados, en la comisión parlamentaria que investiga la crisis financiera española, da lecciones a los miembros de la cámara y se permite el chascarrillo infame de asegurar que “esto es el mercado, amigo”, desafiando a quienes representan a la voluntad popular con una chulería digna de quien se sabe el fiel de todas las balanzas. Rato no es para sí mismo, virtud a esta extraña patología, el malhechor que encarna en su sola persona todos los vicios de la crisis, acreedor a cientos de años de cárcel por ladrón. No. Es la víctima propiciatoria de un complot de sus propios compañeros de filas para redimir en él los pecados de su Partido al completo.

Pues veamos: Para dejar las cosas moderadamente en su sitio y que las informaciones de uno y otro género no nos confundan más allá de lo que es asumible… fuera caretas: Este hombre nos ha robado. Nos ha robado a todos mientras ostentaba altísimas responsabilidades del Estado o incluso después de encumbrarlo a puestos internacionales.

La actitud desafiante de Rodrigo Rato ante la comisión parlamentaria ante la que compareció para dar explicaciones sobre la crisis financiera que ha dejado en la miseria a miles de españoles, solo se explica por un ego desmedido. Una patología más propia de ser tratada por un especialista clínico, que de ser exhibida en el Congreso de los Diputados.

Un montón de mierda.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, enero 07, 2018

Igualdad, pero en Islandia



Islandia ha dado el paso. Así de fácil: Por Ley.

En España estamos tan ocupados de cosas mayores (mucho mayores) que ni siquiera hemos tenido ocasión de prestarle oídos a la noticia. Sin embargo ha sucedido. Un país que apenas tiene desempleo y donde (amén del frío negro que debe hacer) se debe vivir bastante bien, ha decidido acabar con las tonterías y regular por Ley el fin de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres.


A las islandesas los magos de Oriente (en ningún lado se cuenta que fueran reyes) les han traído una dosis de igualdad que para nosotras la quisiéramos. Es ilegal pagar más a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo. ¿Verdad que parece sencillo?

Por estos lares más bien se nos llena la boca de medidas de impulso, de marcos de acuerdo, de interminables relatos sobre la discriminación, de mesas de negociación y solemnes declaraciones de intenciones. Allá lo han visto más rápido y hablando menos: ¿es usted empresario? ¿Tiene más de 25 trabajadores? Pues ajuste su nómina  en los próximos meses. Publíquela. Pague igualmente por igual trabajo a unas y a otros.

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¡Qué despacio avanzamos en la vieja Europa! (Islandia no forma parte de la UE, aunque sí de la Asociación Europea de Libre Comercio). Qué fácil nos gusta ponérselo a tanto retrógrado como anda mandando por aquí. Qué de intereses ayudamos a proteger nosotros mismos a esos cuyos intereses nada tienen que ver con los nuestros.

Los pasos para la igualdad existen. Y se pueden dar.

Nos da tanto miedo conocerlos que noticias como esta pasan de soslayo por los medios de comunicación tradicionales. Ni siquiera las tan traídas y llevadas redes sociales se hacen eco. Estamos demasiado ocupados en el turbio asunto de Diana Quer, que ha llenado nuestros informativos y nuestras vidas estas navidades. Nos ocupa la pugna feudal por los territorios del norte que se libra entre Bruselas y Estremera (nada que ver con el bienestar de los ciudadanos ni la evolución de los servicios públicos). Nos ocupamos tanto de cosas tan importantes que no nos hemos dado cuenta de que en Islandia, aquella isla sin apenas desempleo, se ha promulgado una verdadera ley de igualdad de géneros que prohíbe que los hombres ganen más que las mujeres e impone un régimen sancionador para las empresas que la incumplan.

Ahí los tienen, haciendo Política con pe grande. Avanzando en derechos, cambiando la sociedad con medidas de las de verdad. De esas que cuando se adoptan ya no tienen marcha atrás y permiten el progreso de los pueblos.

¡Qué ganas de que los conflictos por el poder dejen paso a la política! ¡Qué ganas de volver a ver en los gobiernos de los sitios a mujeres y hombres dispuestos a hacer avanzar a la ciudadanía en bienestar, en igualdad, en derechos, en cultura, en servicios públicos de calidad…! ¡Cuánto echo de menos aquel "buenismo" de José Luis Rodríguez Zapatero!

Lo sé, lo sé, parece que he vuelto a creer en los reyes magos… aunque fueran de Oriente.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.