domingo, septiembre 30, 2018

Cayer tan baxu

–Ye la hora.
–¿Yá?
–Tán a puntu de llegar.
–¿Ni siquiera les semeyes de les comuniones* de los neños?
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–No. Ni siquiera.
–¿Coyisti’l cobertor?
–Claro.
–¿Y la radio?
–Sí.
–¿Y la llibreta de la Caja de Ahorros?
–Que sí…
–Van quemar les nuestres coses.
–Seguro.
–Van entrar con guantes y van metelo too en sacos de basura. Y les semeyes tamién.
–Seguro.
–¿Cerrasti’l gas?
–Qué importa.
–Ye verdá.
–Despídite de too y hala. Que no se den cuenta de que marchamos. Dexa puestes les llaves, así no van armar escándalu al pasar.
–Vamos.
–¿Nun vamos volver, verdá?
–Non. Esto fue too, amor.
En los parques de Oviedo hace frío en las noches en septiembre. Pero tenían su manta. Durmieron abrazados, desayunaron y comieron mirándose a los ojos enrojecidos por la pena, pero a la siguiente noche de septiembre, en el parque de Oviedo también hizo frío.
Después ruido. Declaraciones de la concejala de asuntos perdidos, de la jueza decana de un tribunal súper principal, de la secretaria judicial, de la presidenta de no sé qué asociación muy afamada. Ruido y ruido. Algún paquete de medidas. Un par de compromisos firmes… Otros dos casos flagrantes en Madrid en titulares, otros dos de los más de sesenta mil que se producen al año en España (más de sesenta mil familias con su esperanza vencida). Y después silencio. Pena y silencio.
La casa aún no está vacía. La vida de los ancianos todavía cuelga de las perchas dentro de los armarios. La ropa de invierno sigue guardada. Hay un par de cuadros horribles en el comedor que seguramente ya estaban ahí cuando se la alquilaron. Y las fotos de las comuniones, enmarcadas en plata, siguen encima del aparador. Calladas.
A los tres días la prensa y las televisiones lo contaban: “un matrimonio septuagenario en Oviedo… para evitar la vergüenza del desahucio.”
Joder… Qué baxu cayimos.
* Les semeyes de les comuniones, para quien no hable bable, son esas fotos en las que un niño o una niña aparece con la mirada quebrada y las manos unidas por un rosario, esperando a comulgar por primera vez o justo después de hacerlo. Suelen estar enmarcadas en plata. Son de mucha importancia para los padres que cuentan ya con cierta edad.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, septiembre 23, 2018

Trending topic

El domingo pasado asistimos en La Sexta a la entrevista que la periodista Ana Pastor realizaba al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Turbador.
Lo verdaderamente importante de aquel tiempo de televisión parecían ser las preguntas de la entrevistadora, porque las respuestas o nunca o casi nunca satisfacían su curiosidad. Y tanto era así, que la periodista (no sé si siempre con la corrección debida) cortaba incesantemente al presidente para reconducir el camino de lo que este intentaba contestar. Si minutáramos el evento comprobaríamos que el tiempo de intervenciones de una y otro se dieron la mano.
El ritmo era endiablado. Poco o ningún tiempo para la reflexión… Ni falta que hacía: ninguna pregunta en realidad la merecía, porque la entrevistadora no supo pasar en ningún momento de la anécdota a la categoría. Así que nos quedamos sin saber si el entrevistado sería o no capaz de pasar de uno al otro nivel.
Se dice que las personas con menos recursos intelectuales hablan sobre las personas, las que son un poco más listas, sobre los acontecimientos, y solo las conversaciones de los más inteligentes versan sobre las ideas.
Pues bien, ninguna idea.
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Quince minutos mínimo hablando sobre másteres y doctorados, otros tantos sobre anécdotas contradictorias entre lo dicho por uno y lo corregido por otro, otros pocos sobre promesas programáticas de imposible o difícil cumplimiento… personas, acontecimientos, anécdotas. ‘Ruido’, dijo el presidente. Ruido.
Parecería que los contenidos de la entrevista se hubieran sacado del trending topic de alguna red social: ¿Sobre qué se tuitea? Pues ahí le damos.
Deben ser estos los parámetros en los que se mueva este estilo de ‘periodismo-espectáculo’ que se ha enseñoreado de según qué medios de comunicación, sin duda para separase de aquel apodo de ‘convencionales’ con los que se distingue a prensa, radio y televisión: una mezcla entre ‘Sálvame frambuesa’ y ‘fake política’ que sirve para muy poca cosa y solo a aquellos que únicamente se informan a través de los flases imposibles que circulan por las redes con limitación de caracteres (y de todo lo demás).
¿Ideas? ¿Pensamiento? Algo así como ¿qué proyecto de sociedad está diseñando su partido para este país? ¿Desapareciendo el modelo de partidos y triunfando otro más personalista, que tal se lleva usted con el suyo, con lo que le ha llovido? ¿Qué hay del avance de la ultraderecha en Europa? ¿Cómo vamos respecto de los grandes temas que ocupan al mundo, a saber, el comercio de armas, el hambre –y su consecuencia, la inmigración–, el calentamiento global? Por ser algo más mundano ¿el pacto de Toledo? ¿El futuro de la Constitución? No. Ni siquiera la reforma exprés que se aireó apenas quince horas después estuvo en la entrevista.
Ana Pastor hablaba con el presidente del Gobierno de España (aunque sea Pedro Sánchez) y no supo salir de los tópicos. Perdimos la oportunidad de conocer lo que tal personaje opina sobre cosas que importan muchísimo y el tiempo se llenó con titulares para Facebook en una hora de televisión en la que importaron más las preguntas que las respuestas y que terminó con el anuncio de lo que después tenía programado la cadena, que la periodista no dudó en contarnos desde allí mismo, desde el palacio de la Moncloa.
Y luego, que si plagió un libro…
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, septiembre 16, 2018

Sí, amigo Sancho, con la Iglesia


Supongamos que nada es de por sí universalmente bueno, ni únicamente perverso. Que las cosas son como son y que, frecuentemente, uno las toma por buenas o malas según su educación, su entorno cultural o social, el hemisferio al que pertenece, la ‘norma paterna’ o aquel conjunto de circunstancias que individualmente o todas a la vez han conformado lo que venimos en llamar sus convicciones.

Partiendo de la base de que el bien absoluto no existe, como tampoco está el mal incondicional en el mundo, imaginemos ahora que una organización de cualquier índole, con implantación planetaria, se ve salpicada por millares de casos de pederastia, de apropiaciones indebidas, de trato vejatorio a las mujeres que la integran, de abuso de poder… y que mantiene esta actitud, prácticamente, desde que el mundo es mundo o, por ser más fieles a la Historia, desde que alcanza la memoria escrita de su andar por el orbe de la tierra.
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Ahora imaginemos que la Ley les asiste (lo sé, cuesta un poco). Imaginemos que la Ley Hipotecaria de nuestro país (hasta su reciente modificación en 2015) le permitía apropiarse de bienes que no estuvieran inscritos a nombre de otros, o que la legislación penal excluyera a sus ministros de la obligación de denunciar la comisión de delitos de los que tuvieran conocimiento (aunque se tratase de violaciones de menores) so pretexto del sacro deber del secreto de confesión. Imaginemos que el inconstitucional sojuzgamiento que hacen de la mujer en toda su extensión estuviera justificado por algún precepto (ahora no se me ocurre otro que el grosero invento del pecado original) cuya aplicación les eximiera de la obligación de la igualdad, preceptiva para el resto de institutos privados o públicos. Incluso imaginemos que fuera legal desahuciar a una mujer de la que fue su casa durante más de 30 años, para hacer unas reformas que eran muy necesarias.
Si ha sido capaz de procesar este cúmulo de despropósitos, solo le falta imaginar que todo eso se hace en nombre de un dios y ya tendrá a la Santa Madre Iglesia, con todos sus complementos, dibujada en este artículo.
Su cabeza visible es el Papado de Roma, un reino feudal al que su propia regla del celibato excluye de la inveterada costumbre de ser hereditario. El de ahora se hace llamar Francisco, a secas, como muestra de su infinita humildad (argentino, jesuita y príncipe de la Iglesia, sobran comentarios para comprender que se trata del hombre más humilde del mundo, como el más modesto).
Francisco ha convocado a las testas coronadas de la organización para tratar, de entre todos ellos, el problema más urgente que acosa su reinado: la pederastia. Pocas bromas: Irlanda, Boston, Australia, Alemania, Chile, Pensilvania…, ya se le han incendiado, y esa cosa del ‘me too’ que hace a estos acontecimientos escandalosos convertirse en ‘olas’, hará que pronto ardan España, Italia, el mismo Estado Vaticano y sabe Dios (nunca mejor dicho) cuántos más.
La pederastia: decenas de miles de casos documentados que se han escapado de la acción de la justicia por el encubrimiento deshonroso de quienes conocieron de ellos, hombres buenísimos todos, hombres de Dios (hombres de Dios, digo, porque mujeres no existen en la jerarquía de la institución). Decenas de miles de casos a cuyo socaire se abre ahora un gran debate ético-jurídico sobre alcance y contenido del secreto de confesión. Paradojas.
De tanta urgencia, de tal clamor, tanto dolor produce el asunto en el Papa de Roma, que ha convocado a sus lugartenientes primeros, a sus generales, para dentro de unos cinco meses. Ahora no se sabe si tan llenas están las agendas de tan significados clérigos o si se hace así con la esperanza de que la mitad de ellos no hayan sobrevivido a la espera a tenor de lo avanzado de sus edades. Cinco meses. Total, la iglesia cuenta ya con dos mil años a sus espaldas… ¿no habrá asunto que no le aguante cinco meses?
Y el debate jurídico continúa. Y sesudos teólogos hablan y hablan mientras los ministros de la Iglesia siguen impunes, violando niños, seguramente a salvo, sabiendo que la confesión lavará sus culpas en lo moral y que, en lo legal, seguirán siendo un secreto que morirá con el padre confesor, tal y como las culpas del padre confesor morirán con ellos que, para este caso tocados de estola, escucharon silentes sus pecados. ¡Qué atrocidad!
Y Francisco, el pobre, está pesaroso. Lo siente de veras. Le cuesta tanto…
¿Qué le pasa a la Santa Madre Iglesia que nadie puede erradicar de entre sus ritos ¡la pederastia!?
¿De qué clase de bula disfruta para que no sea tenida por organización criminal en aquellos países en los que el encubrimiento sistemático de delitos tan atroces es ya más que público, más que notorio, está más que probado?
¿Qué coño es la Santa Madre Iglesia?
¿A quién le importa ese riquísimo debate sobre el secreto de la confesión mientras violan a sus hijos y lo encubren?
¿Por qué se adueña de lo que es de todos?
¿Por qué sojuzgan a la mujer, la convierten en ‘parra fecunda’ y los demás lo consentimos sin reparar en el daño que esto hace a sociedades que, como la nuestra, intentan escapar a duras penas del machismo?
¿Qué hace metida en nuestras escuelas?
¿Por qué el Estado Español no ha sabido asumir todavía la aconfesionalidad que la Constitución le atribuye?
¿Serán así de inescrutables los caminos del Señor?
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, septiembre 09, 2018

¡Esa luz!

Nuestros gobiernos, lamentablemente también los del PSOE, siguen sin darse cuenta de que la luz es, realmente, el artículo de primera necesidad.

Felices porque Podemos ha incorporado los artículos de higiene femenina al paquete de los que se beneficiarán del IVA superreducido en la próxima reforma fiscal, nos enfrentamos a la mayor subida de la luz de la historia de España. Nos preparan, por si no es suficiente, para incrementos aún mayores y nos explican, esta vez, que no ha hecho viento, que Francia no sé qué ha hecho con la energía que nos vende, que las lluvias han molado pero no tanto, que el mercado de futuros (¡el mercado de futuros!) había cotizado muy altos los precios para la temporada, que la tarifa por las emisiones de CO2 está por las nubes (nunca mejor dicho). En suma, que los costes de producción no dejan de subir y que los vaivenes financieros (cuya comprensión está fuera del alcance del común de los mortales) tienen efectos en el recibo eléctrico tan inescrutables como los caminos del Señor.

Pues ¿saben qué? Me cago los mercados de futuros, en las nucleares francesas, en las emisiones de CO2, en Eolo (dios de los vientos) y en la madre que a todos ellos concibió primero y parió seguidamente.

Me niego a escuchar un solo tecnicismo más sobre si voy a poder o no encender la calefacción este invierno. Me importan un huevo las decisiones de la Comisión Nacional de la Energía (hoy integrada en la de los Mercados y la Competencia). Me importa un huevo que Macron nos quiera o no vender la energía que mana de sus centrales nucleares o que las fluctuaciones de los precios de los combustibles fósiles sean imposibles de ponderar por los mercados internos. Un puto huevo. Eso y que sean 7, 70 o 70.000, los golfos que se llenan los bolsillos traficando con el negocio que Aznar les regaló allá por el año 97 al privatizar el sector eléctrico.

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No sé lo que es estar en el “mercado libre”, ni lo que es ese recibo del “último recurso” o como coño se llame, y reivindico mi derecho a no saberlo. Quiero encender la luz y la calefacción, mantener enchufada la nevera, que funcione el televisor y sobrevivir a tales dispendios sin tener que entregarme definitivamente a las horas extraordinarias o rehipotecar mi negocio en el que, por cierto, los costes de la electricidad continúan siendo un misterio insondable, imposible de predecir.

Tenemos derecho a que nuestro Gobierno garantice que este año ninguna vieja va a salir ardiendo porque olvidó apagar la vela con la que alumbraba la salita.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, septiembre 02, 2018

Vic



Cierre los ojos.

Imagine la hora del crepúsculo; las formas de la plaza difuminándose entre las sombras. Imagine que es otoño, que pocos transeúntes interrumpen el silencio con sus pasos.

20180902_013351.jpgA las ocho en punto la megafonía lanza el mensaje: No nos desviemos de nuestro objetivo. Recuerden a nuestros presos y exiliados. Es un estado de emergencia nacional.

La voz pausada del megáfono se mete en el comedor de casa, en el cuarto de los niños, en las barras de los bares. Todo se para. No nos olvidemos de nuestro objetivo, repite.

Los niños detienen su tarea, las madres los cobijan mientras el mensaje ahonda en sus corazones asustados. Un anciano enciende su cigarrillo de picadura sin levantar los ojos.

Imaginen el silencio ensordecedor en todo el pueblo.

La voz sigue alertando con su cadencia pausada, habla, advierte: Algo terrible está a punto de pasar. Se palpa en el aire denso, en la oscuridad que se va adueñando del ambiente húmedo.

No normalicen la situación excepcional. Es un estado de emergencia nacional.

El repique de campanas es reconocible para los más viejos. Ellos comprenden: ¡Somatén! Milicias urbanas. Combate al agresor.

Vuelve el silencio.

Miradas de angustia.

El miedo va dejando hueco al olor de la col que se servirá para la cena. Se vuelven a encender las luces de la cocina y del recibidor. El salón da a la calle… se encenderá después. La letanía de la tabla del nueve se vuelve a escuchar vacilante desde el estudio.

No volverá hasta mañana. Justo a las ocho.

Ahora abra los ojos.

Estamos en 2018.

Todo ha sido un mal sueño

¿O no?


El dibujo es de mi hermana Maripepa.