domingo, febrero 26, 2017

A contracorriente.

Me temo que con la entrada de esta semana no voy a hacer muchos amiguitos, porque voy a hacer eso, ir a contracorriente.
Fiscales y jueces parecen estar dando un espectáculo bochornoso, sometidos a una opinión pública y publicada que rechaza de plano aquello que no sea sangre (metafórica) cuando se dictan sentencias que afectan a casos del conocimiento general.
Sin embargo, vayamos por partes.
Desde que el presidente Zapatero creó la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF,  2006) y resucitó la Fiscalía Anticorrupción (creada por González en el 95, herida de muerte durante los gobiernos de Aznar y fortalecida en 2007 con la reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal), la lucha del Estado contra las prácticas corruptas en la economía y en la política ha destapado infinidad de casos y logrado que grandes personalidades de ambos mundos se sienten en el banquillo de los acusados y terminen en prisión con penas más que razonables.
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Aquí la Justicia, haciéndose ver.
La actuación conjunta de estos instrumentos ha destapado casos que, recordemos, han conducido a la abdicación del Rey, la condena (una, de momento) de un vicepresidente del Gobierno, la prisión de ministros, altos cargos, presidentes y consejeros de comunidades autónomas, alcaldes. No hace tanto tiempo era impensable en España ver sentada en el banquillo a la hija del Rey. ¿Malamente absuelta? Seguramente sí, pero no nos rasguemos las vestiduras todavía. No cabe ninguna duda de que la impunidad con la que actuaban todos los prebostes que hoy pueblan los banquillos de los acusados (dispuestos en modo grada en algunos procesos) ha desaparecido. Ya reina la sensación de que, si la haces, es muy probable que acabes pagándola, aunque tardes un poco, aunque el tribunal te deje en libertad sin fianza hasta que la sentencia sea firme.
El actual ministro de Justicia, desgracia del Estado, se empeña en hacernos creer que la alarma social solo la generan los desarrapados y los perroflautas. Un argumento clasista, rancio y conservador que olvida a sabiendas que la sociedad española ha evolucionado. Ahora la alarma social la crean las prácticas corruptas investigadas y llevadas ante los tribunales por el aparato del Estado que sigue funcionando a pesar del PP y de las más que turbias maniobras para mermar su eficacia, como la de esta misma semana de separar a los fiscales anticorrupción de sus cargos cuando el número de investigados de su partido incomoda al Gobierno.
Pasamos a otra: En la calle y en los medios de comunicación juzgamos y sentenciamos con demasiada ligereza. Un juez es un tipo que sabe mucho Derecho y lo aplica. Lo aplica, insisto, no lo modela. Tiene además un conocimiento profundo de cada caso que cae en sus manos, elementos de juicio de los que los que no nos hemos estudiado el sumario carecemos. Sostengo que estamos ante un Código Penal redactado para perseguir las conductas que molestan a las clases dominantes. Y que ya valdría la pena darle una vueltecita. Pero si una persona se encuentra una tarjeta de crédito y la usa para adquirir productos aunque sean de primerísima necesidad, podría estar incurriendo, además de en los delitos de fraude y estafa, en el de suplantación de identidad y la norma penal lo castiga muy severamente aunque se trate de poco dinero. ¿Injusto? Pues no digo yo que no. Pero ni el fiscal ni el juez discuten la norma. Otros mecanismos como el indulto corrigen las posibles ineficiencias en su aplicación, pero no caen dentro del acervo de las competencias de la Justicia, sino del Ejecutivo.
Hasta aquí el Derecho. ¿Y la sociedad? Esos delitos de “guante blanco” nunca han sido realmente denostados por el común de los mortales, por eso no han producido la alarma social a la que se refiere el torpe ministro. ¿Quién no defrauda a Hacienda con la complacencia –si no con la connivencia— de su gestor y de sus socios? ¿Quién no deja caer orgulloso la cifra aproximada que tiene evadida en Suiza ante la admiración de sus contertulios? ¿Quién no le ha dicho al fontanero que no, que sin factura? ¡Yo! Yo no tengo dinero en Suiza (ni en ninguna otra parte, ahora que me acuerdo). Pero al fontanero… Y jamás he sido reprendido por ello.
No lo olvidemos: Rodrigo Rato estuvo a punto de ser presidente del Gobierno de España. Y, de verdad, no creo que su entorno ignorase lo que hoy es ya del dominio público gracias al funcionamiento del aparato del Estado, por más que se esté pretendiendo mermar. A pesar de ello fue considerado el artífice del milagro español… con sus defectillos.
Y ahora a disfrutar del Carnaval 2017. Un consejo para estos días: No se disfrace usted de fiscal. Podría acabar la juerga en un bar cerrado rodeado de matones o despertando en su cama con una cabeza de caballo.
El dibujo de esta semana también es de mi hermana Maripepa, aunque resulta obvio.

domingo, febrero 19, 2017

El misterioso caso de las chicas del banquillo.

Cuando por el año 2012 escuchábamos a la Pantoja y a Mayte Zaldívar explicar sin pestañear que el ex alcalde de Marbella era en realidad un pedazo de pan, que no tenía nada suyo y que cómo iban a saber ellas que esas bolsas de basura llenas de dinero contenían, en realidad, dinero, todos hicimos como que no nos dimos cuenta. Lo atribuimos a aquello de la España de charanga y pandereta que tan bien describió ya Machado, como una extensión algo extemporánea del cine de blanco y negro con el que Luis García Berlanga nos obsequió.
La infanta Cristina, también dijo cosas inimaginables: Que era por amor, que confiaba en su marido, que cómo iba ella a haber consentido si sus asesores… Todos pensamos que, al cabo, era una infanta de España, una Borbón por más señas. Tampoco se esperaba muchísimo más de ella. Y cambiamos de canal a la espera de una casi segura absolución que se confirmó eeste viernes en la vía penal y no diferirá mucho de la canónica, aunque para confirmar esta tendremos que esperar a las sentencias del valle de Josafat.
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Por ejemplo una infanta, en plena vista pública
Después llegaron las chicas de la Gürtel. Y la cosa, como si dijéramos, empezó a oler. La primera, Rosalía Iglesias, la mujer del tesorero de uno de los dos grandes partidos patrios. Pues nada, que tampoco sabía. Que una va a un banco suizo y parece que ha llegado a la peluquería, que no parecen bancos. Y que confiaba en su marido que era el que le hacía la declaración de la renta y que ella firmaba lo que le ponía y viajaba a dónde la llevaba, que ella estaba más bien en la cosa doméstica y en lo suyo de la restauración de muebles.
Lo de “la perla” tampoco defraudó. A Milagrosa Martínez no le movía el amor, al menos no el amor así comúnmente entendido. Ella de lo que no sabía nada era de turismo y por eso, cuando Camps la nombró consellera, precisamente de Turismo, no pudo sino ponerse en manos de sus asesores y a las órdenes de su presidente, porque ¿qué sabía ella lo que era FITUR y si los pabellones se compraban o se alquilaban? Y si le regalaban un reloj… pues sería de imitación., suponía ella.
Y al fin llegó Ana Mato. Esta había sido ministra (poca broma), pero entre ella y el señor Sepúlveda había poca comunicación. No es que no le extrañara que apareciera un Jaguar en su propio garaje, es que como no sabía lo que ganaba el señor Sepúlveda (de alcalde) no sabía si le daba o no para jaguares porque sus coches, los de ella, se los compraba ella misma con su propio dinero, que para eso lo ganaba. Y que como los viajes le tocaba pagarlos a él, al señor Sepúlveda, pues que cómo iba ella a sospechar que al caradura se los regalaba el tal bigotes.
Las amas de casa de mi barrio eran capaces de interpretar un patrón del Burda y sacar un par de vestidos para las niñas, mientras charlaban amigablemente con un grupo de vecinas, controlaban lo que tenían en la lumbre y hacían cábalas mentales  sobre si podrían pagar este mes el recibo de la comunidad. Sabían lo que ganaban sus maridos y lo sabían sumar a lo que ganaban ellas. Sabían que no daba para jaguares ni para cumpleaños con payasos. Sabían que habían firmado una hipoteca y dos préstamos personales. Y sabían a qué precio. Lo sabían todo.
Hablo en pasado porque hace tiempo que no paso por el barrio. Pero, de verdad, no creo que se hayan vuelto tan tontas. Todas no.
Juezas y magistradas lo deben estar flipando.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, febrero 12, 2017

Goyescos.


Llevaba un florón enorme que realzaba su figura.

Ana Belén llevaba un florón enorme en el pecho (de Delpozo) que realzaba su figura y un Goya de honor entre las manos que le embargaba la voz. De las orejas de Penélope Cruz, sobre su creación de Versace, colgaban unos pendientes tan caros que la joyería propietaria le había puesto un guardaespaldas para protegérselos. Dani Rovira (Dios mío ¡Dani Rovira!¡Presentador por tercera vez consecutiva de la gala! ¡Imaginen!), también con pendientes pero no tan caros, llevaba unos zapatos de tacón rojos preciosos, que el mismo Almodóvar le firmó con una dedicatoria en la suela, pero luego se los quitó. Las joyas de Paz Vega, sin embargo, eran de Bvlgari. En los hombres cundió el esmoquin. De Dior Homme el de Raúl Arlévalo, el de Paco León, con atrevida chaqueta bicolor, era de un tal Descuared2 (lo que nos conduce a deducir que hay un Descuared1, que no se comió un colín). Geraldine Chaplin lució un exquisito Chanel.
Se miraban, se besaban, se fotografiaban… Se congratulaban los unos con los premios de los otros. Se venían felices.
Como Rajoy es idiota, se había encargado de decir hacía un par de días que no va al cine, que no ve cine, que lee novelas, así que a Méndez de Vigo, ataviado igualmente de esmoquin para la ocasión (este más gastado, como que lo hubiera usado más),  le tocó pasar las de Caín, como siempre sufren los ministros de Cultura en estas lides, porque actrices y actores son gente de mucho reivindicar. Los pobres.
Y la rueda giraba y giraba: los fotógrafos confundidos con los guardaespaldas, las actrices confundidas con el papel pintado de las paredes del lujoso hotel de Barcelona, los actores oliendo a cosas inimaginables, seguro, aunque de esto no hay datos fiables.
Este año tocaba la reivindicación de género: el cine –también el cine– resulta ser cosa de hombres en nuestro país y en el universo mundo. Y del IVA… Era la noche de la reivindicación porque, como a la vista estaba, los actores, las actrices, son gentes muy maltratadas por las instituciones, por la sociedad, por la piratería informática.
Todas las galas de entrega de los Goya son reivindicativas. El cine es cultura. La cultura se está viendo acosada por fenómenos terribles, como Internet, que la democratiza y la reparte gratis por doquier. Y los artistas se ven gravemente amenazados porque el público (nosotros, la plebe) no vamos a las salas a apoquinar diez pavos para ver sus creaciones. Y las vemos por la patilla, en nuestras propias butacas, en nuestra propia tele. Y eso no hay en el mundo alfombra roja que lo soporte. Con tanta agresión, igual el año que viene tienen que hacer el paseíllo vestidos simplemente de domingo, en lugar de en modo red carpet, emulando el Hollywood stars universe.
Esto… Qué antiguo todo ¿no?
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, febrero 05, 2017

Desindexar (o una nueva ocasión para defraudarnos).

El riesgo era alto.
La subida del IPC acariciaba el 3%.
Cabía la absurda posibilidad de que trabajadores y pensionistas obtuvieran un trato justo, por una vez en la historia, al verse compensados del crecimiento inusitado de los precios sobre todo de los carburantes y de la electricidad (que, por cierto, soportamos trabajadores y pensionistas), con un incremento proporcional de salarios y pensiones, como así consagran convenios, leyes de presupuestos y sentido común.
Mas no.
¿Una subida salarial del 3%?
No, no. No.
Todo era un espejismo. Un error no querido de los poderes económicos, un despiste. Buscaron una solución. Y la encontraron. Y le buscaron un nombre. Y también lo encontraron: uno lo suficientemente lucido como para que no se note a grandes rasgos lo que coño significa.
El eufemismo esta vez es “desindexación”. (Adviértase que ya tenemos eufemismos para casi todo). Desindexar, para esta acepción, es desunir lo que estaba unido. Por ejemplo Trump y la estulticia, Rajoy y la corrupción, Iglesias y Errejón, inmigración y vallas muy altas. Salarios e IPC.
Si se desindeimg_0580xan algunas cosas pierden su esencia y desaparecen. ¿Puede alguien imaginar un Donald Trump asomando un atisbo de inteligencia o de educación? ¿Un Podemos sin Iglesias y Errejón en lo más alto? ¿Un Rajoy devolviendo el dinero que recibió en negro de manos de los tesoreros del partido? ¿Una frontera por donde las personas simplemente transiten? Desaparecerían.
Pues ahora imaginaremos que se hace realidad esta vieja aspiración de la patronal y que los empresarios no se verán compelidos a subir los salarios de acuerdo con el índice de precios al consumo. Ambos conceptos, salario y precios del consumo, se han desindexado. Brillante. Ahora es el debilitado derecho a un salario digno lo que viene a desaparecer.
Nuestro Gobierno no pierde ninguna oportunidad para defraudarnos. No iba a ser esta menos. No lo va a ser.
En este jovencísimo febrero ya nos ha defraudado reaccionando con tibieza insultante a la decisión ejecutiva de construir un muro entre México y EEUU (igual porque nuestros muros además tienen cuchillos). Y nos vuelve a defraudar en la siguiente oportunidad, ahora inventando la “desindexación” cuando paliar la subida tremenda de determinados productos de primerísima necesidad hubiera sido posible mediante una subida proporcional de salarios y pensiones. Ni siquiera esto tan aparentemente fácil, justo, va a ser posible. Ni en esto nos dejarán de defraudar.
No sueñe usted con salir de este agujero. No le van a dejar.
De otro modo la inflación hubiera producido efectos devastadores… Para ellos.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.