domingo, diciembre 29, 2019

Y Nochevieja

—¿Has preparado la lubina?
—Está en el horno, pesada.
—¿Y las uvas?
—¡Que sii!
—Deben estar a punto de llegar. ¿Nos vestimos ya?
No puede faltar nada.
Ya lo sé. Damos risa. Es un día másEstar contento no puede ser obligatorio. Se sabe todos los tópicos. Esto se le va a llenar de gente con la que querría no haber tenido nada que ver nunca. Además ¿qué motivo hay para celebrar? ¿Que se acaba otro año de mierda? ¿Que se  terminan las fiestas, o casi? ¿Que ha cogido cuatro kilos desde el día 24? No lo ve. No va a reconocer que está nerviosa porque todo salga bien.
Hace casi treinta años que monta en su casa esta fiesta absurda, a la espera (en los últimos 5) de que no sé qué señora se quite la funda que guarda el secreto de su vestido cada vez más escueto y las campanadas de la Puerta del Sol indiquen que se puede descorchar la botella de sidra espumosa a la que llaman, por el eufemismo, champán.  Las putas uvas con las que el  Izan —el chico de la mayor— se atragantó hace dos años y nos dio un disgusto de muerte, están dispuestas sobre la mesita baja del tresillo en sus pozalitos de cartón del ‘chino’. Román se ha puesto corbata (la misma que el año pasado, porque no tiene más que esa); cree que así la fiesta es como ‘de vestir’, a pesar de que la lubina es de criadero y no de aquellas salvajes que siguen costando un riñón.
Ha sacado el de dejar de fumar de la lista de encargos para el año que viene. El de ser feliz nunca lo llevó, porque no sabe que ser feliz es posible o se le antoja tan lejano que total, pa’ qué. Tampoco se ha planteado dejar de tocarle los cojones a las cuñadas (lo sé, lo sé, las cuñadas lo que tienen son ovarios, y bien gordos la del de en medio), ni sacar al suegro de la residencia por unos días, aunque bien es posible que sea la última Nochevieja que transite en el mundo de los vivos. Sus bisnietos apenas saben de él. No lo van a echar de menos.
Los invitados ya se han sentado. Subrayo: sentado, porque bien sabe que no se van a levantar a ayudar en nada durante toda la cena. Solo van a mover el culo para pasar de la silla al sofá y, además, la cursi insoportable de la mujer de su primo (que nunca sabe por qué mierda se apunta) le va a quitar su esquina del tresillo, a pesar de que sabe de sobra que es su sitio preferido. Paquito sigue eructando en la mesa y sus hijos celebrándolo como si realmente les siguiera haciendo gracia. No lo soporta. No le soporta.
Sin embargo es Nochevieja. Román está hasta guapo de corbata por más que el traje se le quedara pequeño allá por la década de los noventa. Los chicos siempre vienen a cenar y usted sabe que le da alegría que vengan con los niños tan guapos; ni siquiera le importa que el Izan a veces se la líe con las uvas. Y la Pedroche no está tan mal (la guarra) así, casi como su madre la trajo al mundo… Es Nochevieja. Ninguno de sus cuñados ha votado Vox… todo es salvable.
Da igual que sea una excusa. Incluso no importa mucho que no se lleven todo lo bien que aparentan. Conceda. Apacigüe el rictus.
20191229_010407Seguramente cada uno de sus invitados ha torcido el gesto al tenerse que vestir para esta cena. Pero sabe que ninguno de ellos entendería el año nuevo  sin levantarse al terminar las campanadas, todavía masticando las últimas uvas, para besar uno a uno (la mujer de su primo incluida) a toda la familia y felicitarla.
No se entiende bien pero ¿qué se entiende bien en estos tiempos tan raros?
Mi hermana Maripepa (la del dibujo) y yo mismo te deseamos MUY FELIZ AÑO NUEVO

domingo, diciembre 22, 2019

Palabras

Da cierto pudor pensar que, entre la copiosa normativa que ordena nuestro comportamiento, existe un ‘protocolo’, el número siete, que se ocupa de los privilegios e inmunidades de la Unión Europea. ¡Privilegios e inmunidades! Suena como a decimonónico y, sin embargo, esta misma semana hemos comprobado que efectivamente existe, que tiene valor jurídico y que, a su amparo, se dicen cosas enormes que obligan a los estados.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (Gran Sala –otra que debe ser enorme–), por sentencia del pasado día 19, ha dicho que:
El artículo 9 del Protocolo (n.º 7) sobre los privilegios y las inmunidades de la Unión Europea debe interpretarse en el sentido de que:
– goza de inmunidad en virtud del párrafo segundo de dicho artículo una persona que ha sido oficialmente proclamada electa al Parlamento Europeo cuando se encontraba en situación de prisión provisional en un proceso penal por delitos graves, pero que no ha sido autorizada a cumplir ciertos requisitos previstos por el Derecho interno tras la proclamación ni a desplazarse al Parlamento Europeo para participaren su primera sesión;
– esta inmunidad implica el levantamiento de la medida de prisión provisional impuesta, al objeto de permitir al interesado desplazarse al Parlamento Europeo y cumplir allí las formalidades requeridas. Si el tribunal nacional competente estima, no obstante, que debe mantenerse la medida de prisión provisional tras la adquisición por el interesado de la condición de miembro del Parlamento Europeo, ha de solicitar a la mayor brevedad al Parlamento Europeo que suspenda dicha inmunidad, conforme al artículo 9, párrafo tercero, del mismo Protocolo.
Eso ha dicho. Y, en definitiva, se está refiriendo a la tan denostada inmunidad parlamentaria.
IMG-20191221-WA0013Lo malo es que lo ha dicho cuando sobre la ‘persona’ en cuestión ya recaía una sentencia condenatoria firme, nada menos que del Tribunal Supremo y nada menos que a 13 años de prisión, o sea que lo de la medida de prisión provisional a la que alude la sentencia se había pasado ya de moda. Con toda probabilidad deberemos esperar algún pronunciamiento más (a salvo de los ya hechos vía tuit por Puigdemont) para saber qué va a pasar con la ‘persona’. Si resulta un lugar común que el español piensa bien, pero tarde, algo así parece sucederle a la Justicia (también a la europea), que habla a destiempo de un asunto que otro gallo hubiera cantado si se hubiera apresurado un poco en pronunciar. Asumamos que las cosas de palacio van despacio (otro lugar común) y dejemos que personas más doctas en Derecho resuelvan el tremendo embrollo en el que estamos metidos, porque opinar, lo que se dice opinar, hasta el propio Puigdemont lo ha hecho ya.
Otra: El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Sala Civil y Penal, ha dicho:
Que debemos condenar y CONDENAMOS al acusado, Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, D. JOAQUIM TORRA I PLA  como autor penalmente responsable de un delito de desobediencia cometido por autoridad o funcionario público, ya definido, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, a las penas de MULTA DE DIEZ (10) MESES con una cuota diaria de CIEN (100) EUROS y una responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos cuotas no abonadas, e INHABILITACIÓN ESPECIAL para el ejercicio de cargos públicos electivos, ya sean de ámbito local, autonómico, estatal o europeo, así como para el desempeño de funciones de gobierno en los ámbitos local, autonómico y del Estado, por tiempo de UN (1) AÑO Y SEIS (6) MESES.
Esta vez la sentencia no llega pronto ni tarde, aunque a todos ha asombrado la inmediatez respecto de la anterior con la que se ha pronunciado. Pero como también ha dicho:
Notifíquese esta sentencia a las partes, haciéndoles saber que contra la misma cabe interponer recurso de casación por infracción de ley o por quebrantamiento de forma en el plazo de cinco días. …
…tendremos al molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, D. Joaquim Torra i Pla, ejerciendo de tal (o haciendo lo que quiera que esté haciendo) al menos un par de meses o tres más. Esto es porque las sentencias no hay que cumplirlas hasta que son firmes, y lo son cuando contra ellas ya no caben más recursos.
Final: Para que la semana no fuera solo noticiosa dentro del complejo laberinto de las palabras jurídicas, entre tanto, ha hecho aparición la excelentísima señora Presidenta de la Comunidad de Madrid. Doña Isabel Díaz Ayuso, haciendo uso de ese casticismo de corrala al que nos tiene acostumbrados y ¡pásmense! para justificar su tardanza en presentar los presupuestos de 2020 a la Cámara autonómica, ha dicho:
A lo mejor de ministro de Hacienda a partir de enero tenemos a un etarra
Y ya todos contentos.
¿Verdad que relaja los sentidos el lenguaje llano y común de alguno de nuestros políticos? ¿A que actúa como bálsamo sobre la quemadura la expresión sencilla de la presidenta madrileña entre tanto formulismo judicial?
Pues así vine esto: Los asuntos políticos no se ventilan con las palabras propias de la política y las cosas que se ventilan con palabras políticas con demasiada frecuencia sería infinitamente mejor no haberlas escuchado nunca.
(Nota al pie, con palabras más mundanas: ¡FELIZ NAVIDAD!)
Y el dibujo es de mi hermana Maripepa. Claro.

domingo, diciembre 15, 2019

Grande, BoJo

Nada nuevo en realidad.
Desde que Enrique VIII allá por el año 1534 decidiera separar su destino del de la Iglesia de Roma, declarando la independencia de Inglaterra de cualquier poder (terreno o divino) que no fuera el suyo propio, los ingleses buscan y pelean por la supremacía política, espiritual, económica o social, evitando cualquier sometimiento a norma alguna que no provenga de su propia soberanía.
Esto podría ser hasta envidiable si el mundo no fuera un lugar interconexionado por millones de nodos que suscitan a su vez millones de intereses cruzados, coexistiendo en la misma dimensión espacio temporal en cuyo centro neurálgico debería estar el ser humano (a pesar de que esto jamás fuera así).
A esta pasión supremacista ya atávica que empezó por un ’quítame allá esa anulación matrimonial’ y ha terminado por empujar a los ciudadanos del  Reino Unido a votar mayoritariamente a favor de su salida de la Unión Europea (el Brexit famoso este), se han unido en las últimas elecciones los modernos vientos que barren el planeta en favor de los machotes.
Lo político se desvanece. La política, en sí, se desvanece.
Se diría que el personal, harto de comerse la cabeza con intrincadas disyuntivas entre la prevalencia de la justicia sobre la libertad, o viceversa, la primacía entre lo público y lo privado, la significación de los servicios públicos sobre lo que la empresa es capaz de poner a disposición de la ciudadanía, ha decidido dejar de pensar y abandonarse a la molicie, optando por estos personajes de opereta que, carentes un discurso intelectual lejanamente aceptable, prometen (las vayan a cumplir o no) cosas inmensas en un lenguaje simplón que a todo el mundo alcanza. Prometen, sin ir más lejos, patrias, banderas, himnos, orgullos nacionales, unidades de destino en lo universal. Prometen recuperar la autoridad perdida, el orden moral en quiebra, el mando. Lo prometen como si fuera a ser para ti, como si fuera a ser uno mismo el dueño futuro de su propio destino.
Y les funciona. ¡Vaya que si les funciona!
20191214_235929Ahí está Boris Johnson, una unidad de destino en lo universal en sí mismo,  arrasando literalmente en unas elecciones con todo su discurso comprimido en la palabra ‘Brexit’ y, eso sí, con toda la pinta de irlo a hacer posible con un par.
Su primo rubio del oeste (del norte), el dicharachero presidente de los Estados Unidos de América (del norte), eufórico ante la noticia. Los machotes estamos de moda, se dice, y felicita con ardor al vencedor haciendo votos por ventajosísimos acuerdos comerciales que, ahora sí, y no con la rémora encima de la vieja Europa, serán posibles entre las dos potencias.
Su primo moreno del oeste (del sur), Jair Bolsonaro, también eufórico, ya clama por una alianza más sólida con el nuevo Reino (un poco más desunido) que supone grande y libre con el sólido liderazgo del gran hombre.
Ahí están, machos, fuertes, comunicadores virales, lanzando soflamas sin contenido político alguno, diseñadas para atacar directamente la fibra irracional de sus electores.
Boris Johnson ha dejado de ser el ‘payaso’ del vodevil del Brexit (como así se le conocía por el mundillo político británico) para convertirse en el presidente electo del Reino Unido, con el respaldo abrumador de los ciudadanos británicos.
Todos ellos no pueden estar equivocados. Ni los estadounidenses, ni los brasileños.
Así que no hay más remedio que asumirlo: El equivocado soy yo.
Cuando el mundo sea como quieren que sea los que aciertan, estaremos llegando demasiado tarde a demasiadas cosas. Son todas esas cosas que creíamos seguras y que han resultado tan frágiles: la igualdad de oportunidades, los derechos individuales, la europeidad,  la justicia social, la solidaridad entre los países…
Hemos decidido dejar de pensar y poner nuestros destinos en manos de quienes más alto vociferan. Y yo, que me equivoco, estoy seguro de que lo vamos a pagar. Y muy caro.
El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, diciembre 08, 2019

No se le tiran bombas a los chiquillos (escribir mil veces)

MENAs. Una realidad terrible. Historias de personas que se desprenden de sus hijos para que se intenten procurar un mundo sin hambre. Historias de niños que ya no tenían padres y se unieron a sabe Dios qué caravana de viajeros que buscaban un lugar donde hacer una vida que se acercara a la dignidad. Historias de casas que se quedaron vacías. Piense un momento en los suyos, solo será un momento, alejándose de usted en una lancha neumática rumbo quién sabe dónde, sin saber si lo volverá a ver más nunca.
Nosotros los llamamos MENAs. Y ahora ya les tiramos bombas.
En este momento soy incapaz de comprender qué nos ha pasado.
Tengo en la retina la imagen imposible de Rocío Monasterio señalando con el dedo acusador una de esas viviendas en las que se les da cobijo y profiriendo toda suerte de sandeces acerca del comportamiento ¿deleznable? de los chiquillos. Y aún retengo algún discurso de similar estulticia oído por la tele.
¿Será simplemente verdad que se siembran vientos y se recogen tempestades?
Hablemos del consenso.
Se define como el ‘acuerdo adoptado por consentimiento entre todos los miembros de un grupo’. Vale para no tener que discutir sobre aquello que no tiene discusión. Verbigracia: no se mata. Otras: no se tortura; no se consiente el hambre de los semejantes, tampoco de los que no se nos parecen, o sea, no se consiente el hambre; no se eructa en público; se protege a los niños de todo mal, también a los que no se parecen a los suyos; la violencia machista no se tolera. Hay más.
Y, siendo que no caben desavenencias sobre aquello que el consenso ha definido como inalterable ¿qué discutimos? ¿Por qué hemos consentido que se rompa el acuerdo universal sobre cosas que no hacía falta escribir en ningún sitio?
20191207_095615.jpgNo se consiente el hambre. Se hace lo que haya que hacer para evitarla.
No se tolera la violencia machista. Se hace lo que haya que hacer para evitarla y se condena sin rodeos, sin circunloquios, sin ambages, cuando aparece.
No se mata. Se hace lo que haya que hacer para evitarlo. No se propaga el odio para que nadie tenga la tentación de hacerlo.
Será reo de indecencia aquel que permita el hambre de sus semejantes cuando pudiere evitarla, el que maltratase a cualquier tipo de persona, el que matare o incitare a matar por razón de odio. Y no escribiremos esto en ningún código.
Tiene que no hacer falta.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, diciembre 01, 2019

No despreciarás a las señoras tiroteadas por sus cuñados (escribir cien veces)

Paquito Ortega Smith es un niño maleducado. No le pasa otra cosa.
No es un enfant terrible, ni un provocador, ni un inconformista; acaso sí un fascista (por toda la pinta que tiene). Es simplemente un niño maleducado.
Lástima de colegios de pago que le procuraron sus papás; lástima de Universidad Pontificia de Comillas (carísima) a la que le llevaron a hacer la carrera; lástima de fichaje estrella de los cachorros de Vox; lástima de personajillo para la política.
Este no es un tiempo fácil. No nos hacen ninguna falta mierdecillas malcriados intentando romper las cosas de los mayores. Uno tiene derecho a hacer el ridículo tanto como desee, no faltaba más, pero no cuando se trata de las cosas de los mayores. No en política.
Supongo que el tal Ortega (seguramente Paquito para los más allegados) llega todos los días a casa con la sonrisa de media baba del que acaba de hacer algo malo sin que haya tenido que hacer frente a las consecuencias. Esa sensación a la que nadie es ajeno, pero que suele dejar de complacer a los doce años, edad intelectual que conviene superar antes de ofrecerse para administrar la cosas públicas.
Paquito Ortega es un niño maleducado.
Repasando el devenir de nuestra propia historia (me refiero a la de la que ya hemos pasado de los cincuenta) recordamos que las bravuconadas que tanto hacían reír a los mayores a los nueve, dejaron de hacerles gracia a los trece, a los catorce a lo sumo. Y en algún caso nos costaron una bronca, ya a los quince, si nuestro proceso de maduración fue tardío.
Porque a los quince ya sabíamos, pobre Paquito, que el respeto a los mayores (a los demás en general y a los mayores en particular) es la regla que ordena el comportamiento humano y nos convierte en seres sociales.
20191201_020553Paquito, pobre, no lo sabe. Y como le han prestado un altavoz de concejal, otro de diputado al Congreso y otro más de secretario general de un partido xenófobo, pues dice gilipolleces todo el tiempo, como un niño sin educar pero ya con cincuenta y tantos. Y luego, cuando una persona mayor, una que se ha llevado dos tiros en el pecho que la han dejado en una silla de ruedas por la gracia de esa violencia machista que el tonto de Paquito aún no ha descubierto,  cuando una persona mayor, decía, le increpa, Paquito no se digna a mirarla a la cara. Puede ser porque se trata de una mujer, extranjera, víctima de terrorismo machista y pobre.  También puede ser porque le da vergüenza su propia memez, pero esto es menos probable, porque a los niños maleducados, vergüenza, lo que se dice vergüenza, no les sobra. Así que debe ser porque se trata de una mujer, extranjera, víctima de terrorismo machista y pobre.
A Paquito, pobre, le han tenido que reprobar en el Pleno del Ayuntamiento, porque los mayores saben que con la violencia machista y con la educación los concejales no tienen que jugar. Pero le importa un bledo. Y cuando le preguntan por esa vergüenza pública que supone la reprobación del Pleno, él lo dice: ‘me importa un bledo’ (como la democracia misma, añado yo): es a lo más que ha llegado su esmerada educación cristiana. Su juguete era el consenso político acerca de algo tan lacerante como la violencia machista y él, con sus amiguitos, lo ha roto. ¡Y se hace pipí de la risa! Le importa un bledo.
Mil perdones por haberte robado este tiempo tan valioso hablando de este imbécil: es tanta la lástima que me produce y son tantos los diputados que se recogen sembrando esta estulticia, que no he podido por menos que compartirla contigo. Están rompiendo cosas con las que no se juega. Y se mean de la risa, oye. Se mean.
Prometo escribir de algo más serio en la próxima ocasión. Pero no los perdamos de vista. Rompen cosas que no hay que romper. ¡…juguetones!
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, noviembre 24, 2019

Ere que Ere

La sobreactuación sistemática a la que la clase política nos tiene acostumbrados hace que la aparición de la sentencia de los ERE produzca el efecto amplificado de exigir la inmediata dimisión de Pedro Sánchez, la de la ministra de Hacienda, los concejales de empleo de todo el territorio nacional y la de cualquier alto cargo del Partido Socialista que hubiera cumplido los once años cuando la tropelía que se juzga y se condena empezó a tener lugar.
Ayuda a esta exigencia de dimisiones en tropel la desgraciada aparición del secretario de Organización del partido y ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, afirmando sin enrojecer que la cosa no tiene nada que ver con el PSOE, porque los consejeros y presidentes condenados ya purgaron su responsabilidad política entregando el carné al mismo aparecer como imputados (hoy investigados) en el sumario que, nada sumariamente, inició en su día la jueza Alaya.
Tan absurdo es intentar desligar del PSOE la práctica torticera de entregar subvenciones a diestro y siniestro a través de un procedimiento evidentemente irregular que se impuso en la Junta de Andalucía durante años de gobiernos socialistas, como hacer carnaza de la sentencia y exigir que arrastre a personajes de la vida pública actual que nada tienen que ver con lo sucedido, ni nada, por ende, tienen que pagar por ello.
El colmo del absurdo es la intención del Partido Popular de poner en paralelo esta situación con la que provocó la moción de censura que dio al traste con el Gobierno de Rajoy. Aquel Gobierno estaba sustentado por un partido que había sido declarado ‘organización criminal’ por la célebre sentencia de la Gürtel que, entre otras lindezas, declaraba en sus ‘hechos probados’ que se había financiado sostenidamente de manera irregular.
Cuando un tipo se va de putas con dinero público (o sea, de todos) aparentemente destinado a subvencionar entidades con dudoso derecho a subvención, va a la cárcel y ya está. Igualmente, o así parece, si diseñó un procedimiento para conceder las ayudas, carente de los necesarios controles administrativos que determinasen, sin lugar a dudas, el derecho de sus destinatarios al percibo de las cantidades que se otorgaron.
20191124_001531La Administración andaluza estuvo durante muchos años aquejada del mal del clientelismo político y sus responsables, con toda justicia, han sido condenados por idear, por mantener, por beneficiarse directa o indirectamente de esta manera delictiva de proceder. Es corrupción y no vale alegar que ninguno de los actores corruptos (excepto el que se iba de putas y se enfarlopaba hasta las trancas) se benefició en persona de tal práctica, aunque sirva a los condenados para ir a la cárcel con la conciencia más tranquila.
Corrupción.
Ya le costó el Gobierno en su momento al PSOE de González, al PP que Rajoy heredó de Aznar. Ya enturbió la gestión de los gobiernos autonómicos de Valencia, Murcia, Madrid… Ahora el de Andalucía paga las consecuencias (que ya pagó en las urnas) de la gestión deleznable de las ayudas públicas. Corrupción.
Poco a poco, sin embargo, las cosas van quedando en su lugar. La Administración de Justicia española, lenta pero por lo visto inexorablemente, va tomando cartas en los asuntos y va colocando en su sitio, que es la cárcel, a las personas que (provengan de donde provengan y esto incluye la Casa Real) se aprovechan de las instituciones con unos u otros fines, ya sean el enriquecimiento personal o la perpetuación de sus organizaciones en el poder. Y esa ‘paz jurídica’ nos trae tranquilidad y nos debe devolver la confianza porque, si a la inoperancia demostrada, sumamos la corrupción probada, la confianza en las instituciones es insostenible.
El Tribunal Supremo confirmará o suavizará las penas y, claro, el asunto volverá a las portadas de los diarios. Pero la cosa está juzgada y los actores condenados con bastante severidad. ‘Paz jurídica’.
Avancemos ahora. El momento es más que complejo y la responsabilidad inmensa. Avancemos. Avancemos.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, noviembre 17, 2019

El pacto del abrazo

Por decirlo en castellano coloquial, una cagada.
Una enorme.
No una de esas que resuelve el limpiaparabrisas cuando has aparcado el coche debajo de un árbol, no. Una bien grande.
El arco parlamentario que siguió a las elecciones de abril era tremendo. Pero el que han conformado las de noviembre es simplemente demoledor. Desvela una sociedad harta de juegos, descreída, sin identidad ideológica. Conocedora de una realidad aplastante: no será la clase política la que venga a resolver el problema de las becas, ni el de las pensiones, ni el de la cesta de la compra o de la vivienda, ni el territorial (que no es menor), el del precio de los carburantes, ni el de la desigualdad, ni el de la desaparición de las clases medias, ni el de la corrupción… Hemos llegado a la conclusión fatal: la clase política no va a resolver nada.
Así que votamos a Vox… Y más risa.
O buscamos por aquí, cerca de casa, a ver si uno de nuestra calle nos trae al barrio alguna respuesta que dé consuelo a los abuelos (que ya se tuvieron que venir del pueblo porque no quedaba nada allá para guardar), o a los chicos (que ya van siendo unos hombrecitos y no ven la manera de irse a vivir con sus parejas y aprender a volar solos). La violencia machista no la van a erradicar, ni parecen pretenderlo, pero al menos podrán contarnos cómo se cuecen por Madrid los asuntos de Estado, esos tan importantes que ni siquiera sabemos de qué coño tratan.
El bueno de Sánchez la ha cagado bien. Seguro que con buenas intenciones, pobre, pero ha metido en el Parlamento de España a 52 radicales sin nada que perder que nos van a enseñar lo que es bueno. Perder, lo que se dice perder, solo 3 diputados. Eso no es nada.
Peor le ha ido a Rivera. Peor. Se ha extinguido. Ha dejado a la muchachada compuesta y sin diputados. Deben estar debatiendo si les ha ido bien alienados en Colón, o debieron poner el cordón sanitario en otro lado. París bien valía una misa… Y Andalucía, Murcia, Madrid… eran París suficiente como para comulgar con aquellas ruedas de molino. Pero parece que el plumero era de muchos colores. Y se les ha visto.
Se les ha visto, eso sí, a mayor gloria del PP. Ahí están, ¡89! El segundo peor resultado de su historia y a pecho descubierto por las televisiones pavoneándose de la remontada (venían de 66). ¡Cosas!
img-20191116-wa0004.jpgUnidas Podemos (o a lo mejor no tanto) ha perdido 7. Los justos para fundirse con Sánchez en un abrazo profundo, sentido, de compromiso, a corazón abierto. De esos que solo se dan en los entierros cuando el finado era persona de bien y sufrió mucho al morir. Una necesidad histórica. Nada menos.
Y uno de Teruel, uno gallego, un par de canarios, catalanes indepes un montón, el puñado habitual de vascos, uno de Revilla… yo qué sé. ¡Ah! Y tres de estos del chiquete de gafitas que parecía que se iba a comer el mundo.
Y otra vez los datos. Los tozudos números que nos recuerdan que el 28% de voluntades que ha movido el PSOE es menor, mucho menor, que el 35,91 que suman PP y Vox, y aún menos que el 42,70 que ha alcanzado la derecha toda, sumando a Ciudadanos. El dato: PSOE, Unidas Podemos y Más (o menos) País, en total, han sacado el 33,24% de los votos. A 10 puntos de los que han perdido… pero por debajo.
Difícil diagnóstico: La política (intentamos abarcar con este término al conjunto de actividades, herramientas, instituciones y personas que rigen o intentan regir el destino de los pueblos) está pagando un tributo alto por su inoperancia.
La desconfianza de la sociedad en la capacidad de sus gobernantes para resolver la enorme cantidad de problemas a los que se enfrenta produce monstruos. Los populismos radicales, tan de moda en esta década en el mundo, aglutinan una ingente cantidad de sufragios que sirven a los aqueos para introducirse en las instituciones (como dentro de aquel caballo se introdujeron en Troya), con el único fin –se diría– de reventarlas por dentro, desde dentro. Y parece que nos gusta el riesgo, que nos complace imaginar una sociedad que estalla entre soflamas patrióticas sin más proyecto de futuro que ley, patria y orden, conducida por los himnos y banderas los que buscan devolvernos al pasado más oscuro, con todo lo que ello conlleva.
Me cuesta distinguir si han sido los votantes o ha sido el reparto que se produce como consecuencia del sistema de asignación de escaños. El caso es que la izquierda española se ha encontrado por los pelos con otra oportunidad. La ocasión es histórica, como apuntaba Iglesias. Ensayamos un Gobierno de coalición entre dos partidos (el primero desde la transición) que necesitará, además, de apoyos que los españoles hemos querido que se repartan por los territorios seguramente buscando cercanía.
Es una apuesta difícil que, a lo mejor, es la única. Así que ahora toca apoyar, empujar, ponernos a ello, transigir para acordar, avanzar, fortalecer en definitiva a nuestra democracia enferma. Reaprender la política, que ya no se juega en los salones entelados de los palacetes y que tiene que volver a encajar en una sociedad que lo ha cambiado todo, para salvar lo que de valioso le queda: la democracia.
Cronos a cero. Empieza el tiempo. Es limitado.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, noviembre 10, 2019

Universos paralelos

Usted piensa que lo que está pasando hoy es que en unas elecciones generales España se juega el futuro (si es que no lo tiene ya jugado).
Pero no. Lo que pasa hoy en el mundo sucede en París. Y no tiene nada que ver, ni con los chalecos amarillos, ni con la extradición de Puigdemont, ni con el Brexit. Lo que pasa es que usted no lo sabe. Ni yo.
A usted le importa un huevo porque sabe cree saber que los chicos y chicas que se encerraron el fin de semana pasado en el Palacio de Vistalegre no son sino cuatro frikis incapaces de disfrutar de nada diferente de matar marcianitos. Pero fueron ocho mil. Tantos como un mitin de Vox. Más que en una asamblea ciudadana de Unidas Podemos. Casi todo el aforo de la vieja plaza de toros que, por cierto, habían pagado entre 20 y 35 euros por una entrada según la zona… como cualquier partido de fútbol de primera división fuera de los grandes estadios. Y eso se refiere, tan solo, a los que asistieron al evento en directo. On line lo siguieron más cien millones de personas de todo el mundo.
Estaban siguiendo las semifinales del torneo mundial de League of Legends (LoL) en las que por primera vez el equipo europeo G2 eSport, capitaneado por el español Carlos ‘Ocelote’ Rodríguez, se ha colado en la final tras imponerse al conjunto coreano SK Telecom T1, el equipo que más veces ha ganado este campeonato en el planeta, liderado por el gamer Faker.
Y esa final, precisamente esa, la de League of Legends, es la que se está jugando hoy en París. Eso es lo que ciento cincuenta millones de jóvenes (cinco millones y medio de ellos de nuestro país) están viviendo ahora en directo u on line.
¿Verdad que no lo sabía?
¿Sabía que el equipo G2 eSport, el del español ‘Ocelote’, vale 165 millones de euros?
Pues lo saben Louis Vuitton, Movistar, Kia, MasterCard, Vodafone, Red Bull… que aportan una parte importante de los cuatro millones de dólares que se reparten hoy en premios. Y lo saben porque tienen en ese público un trozo grande de su negocio de hoy y casi todo el de los próximos 35 años. Pero Pedro Sánchez no, no lo sabe. Ni usted. Ni yo.
Y lo sabe también el Comité Olímpico Internacional, que acaba de abrir una pequeña puerta a la inclusión de los eSports en su evento cuatrienal al declararlos ‘actividad deportiva’. Sé que le extraña (si no le escandaliza) pero eso solo es porque nunca se ha parado a pensar en el anacronismo que suponen las competiciones de tiro de lanza (actividad más propia de la Prehistoria que del siglo XXI) o la simpleza de coger esas bolas de acero a las que llaman ‘peso’ o ‘bala’ de 7,26 kg para hombres y 4 para mujeres y mandarlas a tomar por culo.
En España, los 5,5 millones de jóvenes instalados en esta forma de estar en el mundo (se equivoca si piensa que es un simple hobby y que ya se le pasará) representan más del 12% de la población total. Y, atención, nuestra pirámide de población en 2019 fija en 7,2 millones los jóvenes de ambos sexos de entre 20 y 34 años, franja de edad en la que encaja el perfil medio del gamer. El dato es que setenta y seis jóvenes de cada cien, siete u ocho de los diez en los que está pensando ahora, juegan a una cosa que a usted ni se le alcanza, viven en un mundo que usted no ha pisado, hablan una lengua que le suena a chino, practican un deporte que usted, simplemente, considera una frikada. Y a lo mejor, dos o tres de ellos son hijos suyos. Y los datos son cabrones, porque si calcula que de todos esos jóvenes gamers solo el 29% son chicas, a su hijo varón no le libra ni la caridad.
20191110_013820El mundo que nos sigue no se parece a este en nada, en serio. El adoquín que Albert Rivera exhibió en el debate de los candidatos a las elecciones que se están celebrando hoy, solo nos ha arrancado una sonrisa de compasión a usted y a mí. La generación que nos va a relevar no tiene ni puta idea de qué hacía ese señor con una piedra tan grande en la tele, ni ha empleado un solo minuto de su tiempo en averiguarlo. Ellos hablan de árboles de habilidades, de haters, de gamers, de hacer quick scope o de burstear, de la curva de aprendizaje, de filtrados anistrópicos, de avatares, de bindear  del cel Shading de kilombear o wardear. Se debaten entre LoLFornite,  Destiny 2, o Gears of War 4. Viven en la Red: ahí se comunican, trabajan, se enamoran, se informan y manejan su dinero; hablan lenguas universales, son inmunes a las religiones, a los telediarios, a la unicidad o plurinacionalidad de España; ignoran las fronteras…
Ellos hablan nuestro idioma, entienden nuestras preocupaciones, saben interpretar las señales que les enviamos (las sigan con más o menos asiduidad) y ¿nosotros? ¿Sabemos algo de ellos?
¿Podemos seguir pensando que son cuatro frikis?
Son siete u ocho de cada diez.
Me voy a votar. Mirando a un lado y a otro… ¿Habrá quien esté pensando en grindearme?
El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, noviembre 03, 2019

Luces largas

La subida del billete de metro que planeó el Gobierno chileno no vale 20 muertos.
No sé si la subida del gasoil vale la revolución de “chalecos amarillos” que acaba de cumplir un año.
La ley que permitía a las autoridades chinas extraditar a sospechosos de según qué crímenes hace alzar la voz a las calles de Hong Kong. La ley se retiró. La protesta sigue instalada en las calles.
La retirada de subsidios al combustible (para obtener el favor del Fondo Monetario Internacional) incendia también las calles de Quito. La medida se echó atrás. Las revueltas siguen.
Haití, el país más pobre de América, levantado por la crisis institucional que, como en España, impide formar gobierno tras las elecciones democráticas. 42 muertos, la mayoría a manos de las fuerzas de seguridad.
En Colombia los estudiantes toman las calles para denunciar sistemas corruptos en la Universidad. Los asesinatos de 155 líderes sociales, después de haber fracasado la puesta en marcha del plan de paz de Juan Manuel Santos, se mezclan con la desaceleración económica que empieza a hacer mella en las hasta ahora pujantes clases medias urbanas.
En Irak parece que solo andan pidiendo más empleo y menos corrupción. También ardiendo.
Líbano se revuelve por la imposición de una tasa para hacer llamadas por redes sociales.
Miles de argelinos exigen reformas democráticas.
Un revelador artículo de El País del domingo pasado nos mostraba la verdadera motivación de cinco de los jóvenes que han andado por Barcelona incendiando mobiliario urbano. Falta de perspectivas, desilusión, desempleo, tasas universitarias fuera de su alcance y, si acaso, la velada esperanza de que una república incierta mejore una situación personal que no puede sino mejorar. Tsunami democrático.
Hong Kong, Líbano, Irak, Argelia, Ecuador, Chile, Colombia, España, Francia…
Está pasando algo que trasciende la sentencia del procés, la subida del metro o la inestabilidad política. Algo que enerva a las personas, hastía a cada uno, y se lo lleva a la calle a bramar contra… ¿la retirada de las ayudas a los carburantes? ¿Solo? Está pasando algo que hace que cualquier chispa caiga en terreno abonado para la revuelta y que la incendie.
No son los jóvenes. La marea de jubilados exigiendo dignidad que recorre España no la protagonizan estudiantes descontentos por las tasas universitarias. No son los mayores. Los “chalecos amarillos” son trabajadores adultos que no pueden más. Tampoco son los trabajadores adultos. Los escaparates de Barcelona no los revientan empleados de notaría descontentos con la sentencia del Supremo.
20191103_015410No está en los programas electorales. El domingo que viene iremos a votar por ver si tenemos suerte y la aritmética parlamentaria permite cuatro años sin hablar de Abascal. No vamos a elegir nada más que eso ni, por cuarta vez consecutiva, haremos más análisis ni más esfuerzo intelectual que el de intentar quitarnos  de encima el puto problema del desgobierno. No estamos pensando en las clases medias que se revuelven contra su extinción, ni en las menos pudientes que se revuelven contra la indignidad en la que están habitando el planeta. Cataluña influirá en el voto en la medida en que usted esté pensando si la policía debió dar las hostias más fuertes o si juzgó prudente la contención que se le ordenó para no enfebrecer más los ánimos.
Usted no pensará en que el mundo se está revolviendo contra algo que no sabe definir, que se respira pero no tiene nombre, que oprime pero no se abrocha. No está en los programas electorales, ni en los noticiarios, ni en las conversaciones del café de la mañana. Es un gas altamente inflamable que no se controla desde la sala de válvulas del entramado del poder. Prende y se extingue, prende y se extingue de manera intermitente en todas partes a la vez con un tiempo que no está pautado en la sala de cámaras desde la que se retransmite el partido.
Miramos a nuestro alrededor, como si fuera el nuestro el único ombligo que existe en el mundo. Apagamos (con más o menos éxito) el pequeño fuego doméstico, el alboroto local, el que sale en nuestra televisión diminuta de muchísimas pulgadas, en el tuit del día. Pero lo que está pasando no sale en la televisión, no se tuitea, no se comprende. Nuestra algarada particular lo llena todo. No alcanzamos a poner las luces largas. En el mundo pasa algo que lo está cambiando todo.
Subir un peldaño. Mirar más allá. Pensar en grande. Urge. ¿Sabe alguien?
(Porque casi todo lo que pasa solo… pasa para mal.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, octubre 27, 2019

El vuelo del dictador

Y ya no está. ¿Ven qué fácil?: Simplemente, ya no está.
A lo mejor ya nunca más tenemos que hablar de este asunto.
España ya no rinde culto a Francisco Franco, su dictador genocida local. El jueves por la mañana, en un acto sobrio y medido hasta su más ínfimo detalle, sus restos mortales fueron exhumados del Valle de los Caídos y reinhumados en el cementerio de Mingorubio, junto con los de su esposa, algún otro dictador, algunos ministros del régimen, otros políticos y otra gente normal a la que, simplemente, le tocaba allí por vecindad.
Usted y yo, probablemente, no hemos notado gran cosa al levantarnos este viernes: aún no había amanecido, hacía frío en casa, el café le volvió a salir fatal, la hora punta seguía siendo un coñazo en la ciudad. Y, sin embargo, los actos que infunden normalidad democrática a los pueblos son de un valor inmenso. Parece que no se notan, pero son de un valor inmenso.
¿Excusas para no hacerlo? Fíjese: ¡cuarenta años poniéndolas! Muchísimas. Casi infinitas. Hemos escuchado las más grandes. Desde que eso es reabrir heridas (cuando en realidad hasta este momento no se podían empezar a cerrar), hasta que había cosas más importantes que hacer (como si hacer esta tuviera que paralizar el curso de todas las demás), pasando por la de que el asunto resultaba electoralista (como si cualquiera no lo fuera en un cuatrienio que pasará a la Historia porque los colegios tuvieron casi tantas jornadas electorales como lectivas). Había muchas excusas para seguir retrasando lo que llevaba cuatro décadas de retraso, y al parecer una sola razón para llevarlo a término: que era de justicia.
Normalidad democrática. Alivio civil.
img-20191027-wa0003Casi todo dentro de esa normalidad. Hasta daba cierta ternura ver a las biznietas del dictador genocida, monísimas, desplegando aquel banderón del pollo para reivindicar los tiempos en los que ellas mismas hubieran pasado de la patria potestad a la tutela efectiva de sus derechos por sus esposos respectivos, a los que imagino de magnífica familia, impecable chaqué, distinguidos apellidos y holgada posición. ¿Qué adinerada jovencita no lo echaría de menos?
Perfectamente integrada en el contexto la foto de los tres centenares de fascistas de bien, concentrados junto a la nueva ubicación de la momia cuasi-regia, entonando cantitos de la época brazo en alto. Conmovedor. Todo en orden.
La Iglesia Católica, que si te he visto no me acuerdo, excepción hecha del heroico prior, que concelebró el funeral por el genocida junto al hijo cura con el que Dios bendijo al matrimonio Tejero (todos demócratas de toda la vida). Vox, impecable, deseando el pronto entierro de rojos, profanadores y Pedro Sánchez en agujeros ponzoñosos. Y PP y Ciudadanos, en todo lo suyo, mirando al futuro con ojos acuosos, sabedores de que lo inevitable tenía que suceder, pero ¡firme el ademán! en la tesis de que al pasado tierra, de que aquella travesura (que duró tres años y costó más de un millón de vidas) no fue sino la guerra del abuelo, pero que no fue la de su abuelo. Seguros de que lo que importa es aplicar de una maldita vez mano dura en Cataluña y no terminar de reconocer (que aún no han tenido tiempo para hacerlo) que aquello de la dictadura que siguió al golpe de estado (al de verdad, al que lo fue), se convirtió en la ignominia más grande que este país ha vivido desde la Santa Inquisición. Todo en su sitio.
El dicharachero Pablo Iglesias, con la mano en el corazón, desolado por haber tenido que escuchar vivas a Franco en plena campaña electoral. Como si de tiempo de cuaresma se tratara, roto por dentro, Iglesias acusa. Él también tenía una razón poderosa para retrasar (solo retrasar) la ‘profanación’ de los restos mortales de Francisco Franco.
Imagen1Entre tanto fervor fascista, la ministra de Justicia y notaria mayor del Reino, hierática, respetuosa, silente, dando fe de que ocurría lo que estaba ocurriendo. Dejando constancia pública de que los restos mortales enterrados en el mausoleo de la vergüenza salían de él a hombros de sus ricos y dolientes nietos, se montaban en un coche fúnebre, se trasladaban a un helicóptero de la Fuerza Aérea, volaban desde el Valle al viejo campo de tiro de la Guardia Real en El Pardo, se metían otro coche fúnebre y terminaban reinhumados, sin honores de Estado, en el panteón del cementerio de Mingorrubio que esperaba su llegada. Todo en orden.
¿Todo?
No, no todo. Los principales partidos del arco parlamentario han dado la espalda al Gobierno en este asunto de trascendencia capital. Esta vez la excusa eran las elecciones.
¡Caramba! Siempre encontraban una. Incluso Unidas Podemos tenía la suya.
Permítanme que me descojone.
Y muchas felicidades.
El dibujo es de mi hermana Maripepa. Como se ha dormido, he tenido que hacer una composición de algunos antiguos para publicarlo a la hora que tocaba, pero luego ya ha mandado el de hoy. Así que he dejado los dos.