domingo, octubre 27, 2019

El vuelo del dictador

Y ya no está. ¿Ven qué fácil?: Simplemente, ya no está.
A lo mejor ya nunca más tenemos que hablar de este asunto.
España ya no rinde culto a Francisco Franco, su dictador genocida local. El jueves por la mañana, en un acto sobrio y medido hasta su más ínfimo detalle, sus restos mortales fueron exhumados del Valle de los Caídos y reinhumados en el cementerio de Mingorubio, junto con los de su esposa, algún otro dictador, algunos ministros del régimen, otros políticos y otra gente normal a la que, simplemente, le tocaba allí por vecindad.
Usted y yo, probablemente, no hemos notado gran cosa al levantarnos este viernes: aún no había amanecido, hacía frío en casa, el café le volvió a salir fatal, la hora punta seguía siendo un coñazo en la ciudad. Y, sin embargo, los actos que infunden normalidad democrática a los pueblos son de un valor inmenso. Parece que no se notan, pero son de un valor inmenso.
¿Excusas para no hacerlo? Fíjese: ¡cuarenta años poniéndolas! Muchísimas. Casi infinitas. Hemos escuchado las más grandes. Desde que eso es reabrir heridas (cuando en realidad hasta este momento no se podían empezar a cerrar), hasta que había cosas más importantes que hacer (como si hacer esta tuviera que paralizar el curso de todas las demás), pasando por la de que el asunto resultaba electoralista (como si cualquiera no lo fuera en un cuatrienio que pasará a la Historia porque los colegios tuvieron casi tantas jornadas electorales como lectivas). Había muchas excusas para seguir retrasando lo que llevaba cuatro décadas de retraso, y al parecer una sola razón para llevarlo a término: que era de justicia.
Normalidad democrática. Alivio civil.
img-20191027-wa0003Casi todo dentro de esa normalidad. Hasta daba cierta ternura ver a las biznietas del dictador genocida, monísimas, desplegando aquel banderón del pollo para reivindicar los tiempos en los que ellas mismas hubieran pasado de la patria potestad a la tutela efectiva de sus derechos por sus esposos respectivos, a los que imagino de magnífica familia, impecable chaqué, distinguidos apellidos y holgada posición. ¿Qué adinerada jovencita no lo echaría de menos?
Perfectamente integrada en el contexto la foto de los tres centenares de fascistas de bien, concentrados junto a la nueva ubicación de la momia cuasi-regia, entonando cantitos de la época brazo en alto. Conmovedor. Todo en orden.
La Iglesia Católica, que si te he visto no me acuerdo, excepción hecha del heroico prior, que concelebró el funeral por el genocida junto al hijo cura con el que Dios bendijo al matrimonio Tejero (todos demócratas de toda la vida). Vox, impecable, deseando el pronto entierro de rojos, profanadores y Pedro Sánchez en agujeros ponzoñosos. Y PP y Ciudadanos, en todo lo suyo, mirando al futuro con ojos acuosos, sabedores de que lo inevitable tenía que suceder, pero ¡firme el ademán! en la tesis de que al pasado tierra, de que aquella travesura (que duró tres años y costó más de un millón de vidas) no fue sino la guerra del abuelo, pero que no fue la de su abuelo. Seguros de que lo que importa es aplicar de una maldita vez mano dura en Cataluña y no terminar de reconocer (que aún no han tenido tiempo para hacerlo) que aquello de la dictadura que siguió al golpe de estado (al de verdad, al que lo fue), se convirtió en la ignominia más grande que este país ha vivido desde la Santa Inquisición. Todo en su sitio.
El dicharachero Pablo Iglesias, con la mano en el corazón, desolado por haber tenido que escuchar vivas a Franco en plena campaña electoral. Como si de tiempo de cuaresma se tratara, roto por dentro, Iglesias acusa. Él también tenía una razón poderosa para retrasar (solo retrasar) la ‘profanación’ de los restos mortales de Francisco Franco.
Imagen1Entre tanto fervor fascista, la ministra de Justicia y notaria mayor del Reino, hierática, respetuosa, silente, dando fe de que ocurría lo que estaba ocurriendo. Dejando constancia pública de que los restos mortales enterrados en el mausoleo de la vergüenza salían de él a hombros de sus ricos y dolientes nietos, se montaban en un coche fúnebre, se trasladaban a un helicóptero de la Fuerza Aérea, volaban desde el Valle al viejo campo de tiro de la Guardia Real en El Pardo, se metían otro coche fúnebre y terminaban reinhumados, sin honores de Estado, en el panteón del cementerio de Mingorrubio que esperaba su llegada. Todo en orden.
¿Todo?
No, no todo. Los principales partidos del arco parlamentario han dado la espalda al Gobierno en este asunto de trascendencia capital. Esta vez la excusa eran las elecciones.
¡Caramba! Siempre encontraban una. Incluso Unidas Podemos tenía la suya.
Permítanme que me descojone.
Y muchas felicidades.
El dibujo es de mi hermana Maripepa. Como se ha dormido, he tenido que hacer una composición de algunos antiguos para publicarlo a la hora que tocaba, pero luego ya ha mandado el de hoy. Así que he dejado los dos.

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