domingo, julio 28, 2019

Año 2020, febrero



-¿Es verdad que se han cargado la Ley de Violencia de Género?
-Sí. Ahora la llamamos violencia intrafamiliar. Tantas son las mujeres que asesinan a sus maridos…
- ¿Y la de Matrimonio Homosexual?
-También. Mucho mariconeo era.
20190728_013002-De aquello de la eutanasia ya ni hablamos ¿no?
-No. Seguimos con eso de la voluntad de Dios.
-¡Oye! Y esa reforma del Estatuto de los Trabajadores que rebajaba las indemnizaciones por despido ¿ya está vigente?
-A trámite.
-Y han bajado el salario mínimo interprofesional otra vez…
-Claro.
-Y ¿lo de las ayudas a la Dependencia?
- A mi madre se la han denegado. Parado. No es prioridad.
-Porque lo de la universalización de la sanidad…
-¿Pero aún no tienes seguro privado? La pública se acaba.
-¿El aborto? La niña está embarazada… y son 19 añitos.
-¿A que votó a Vox?
-Sí.
-Pues eso.
-Y el Mediterráneo lleno de cadáveres.
-No son blancos.
-¡Pero no han subido los impuestos al diésel!
-No, no. Eso no.
-¿Madrid Central?
-Fuera.
-¡Y un par de ministros de Vox!
-Parecía imposible, ¿verdad?
-¿Qué pasó?
-Nos dejaron en la estacada. Nos timaron. Se mearon en todos lo que nos tiramos a las urnas en abril para evitar a esa derecha que quería llegar. No quisieron pactar, no supieron hacer su puto trabajo. Calcularon mal sus fuerzas: calcularon mal con lo de los demás.
-¿Lo hemos perdido todo?
-No. Solo hemos perdido lo suficiente. A ti y a mí no nos va a pasar nada.
-Y… ¿a ellos?
-¿Quiénes son ellos?
-Mi hija de 19, tu madre dependiente, la pareja gay que no puede legalizar su situación, el chico al que no permitirán el cambio de sexo, los trabajadores a los que el ERE dejará en bragas, los que van a los colegios públicos, los que vivían de alquiler, los que no encontrarán casa a un precio que puedan pagar, los de los contratos basura, los MENAS*, la mujer que puso una denuncia por maltrato…
-Sí. A ellos sí.
-Pues somos nosotros.
-Tú vas a ser de “la banda”.
-Igual sí.
-Se ha hecho tarde. ¿Un café?

(Al momento de escribir estas líneas un señor de Murcia ha asesinado a su hijo de 10 años y se ha colgado por el cuello en la cocina, a todas luces, para joder a su ex. Horas más tarde, en Sevilla, han tenido que inducir un coma a una señora después de haber sido apuñalada por su marido. Es una prueba evidente (otra) de que no hay por qué seguir avanzando, de que podemos tirar la toalla, de que ya no es necesario un gobierno de izquierdas, de que la violencia machista no existe, de que es mejor que gobierne la derecha de una puta vez y dejarnos de cuentos.

La otra es exigir a nuestros políticos que aprendan a hacer de lo suyo. Y que lo hagan. Pero no veo cómo.

Ya nunca más nadie se va a cagar en mis ilusiones. Porque ya han conseguido matarlas todas.)

*Se llama MENAS a los inmigrantes menores no acompañados; a los niños que llegan a España sin papá y mamá.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, julio 21, 2019

El tonto y la luna

50 años después de que una misión norteamericana, la Apolo XI, consiguiera que el hombre pusiera un pie en la luna en aquel “pequeño paso para el hombre, pero gran salto para la humanidad”, el presidente del país, un primate con la cultura general de una gallina y la cultura política de su gallo peleón, se empeña alcanzar las más altas cotas del ridículo, de la pobreza intelectual. Se empeña en hacer retroceder a la nación a la que representa esos cincuenta años y otros cien más.
Pensábamos que Esperanza Aguirre representaba todo el catetismo que puede experimentar una persona en política activa (cómo no recordar aquella mención a José Saramago como la diseñadora Sara Mago, o la proverbial excusa que esgrimió por no haber visto la película Airbag, de Juanma Bajo Ulloa, diciendo que ella solo veía cine español). Pero no. El record de catetez de un político en activo ha trascendido nuestras fronteras y se ha ido a los Estados Unidos de América, donde su presidente, Donald Trump, le pregunta a la premio Nobel de la Paz, Nadia Murad, que a ella, en concreto, por qué la premiaron. Y se lo pregunta en el despacho oval, un sitio al que según parece obvio se debe acceder por invitación del propio presidente y previa una mínima preparación del acto por parte de su Gabinete. Se ve que los pobres no tuvieron un minuto para ilustrar a su titular acerca de quién coño era su invitada y el otro puñado de gente extraña que la acompañaba.
El desprecio de Donald Trump por la política, por la sociedad, por la cultura, por la mujer, por la igualdad, por la paz, justifica sobradamente que aquel acto no le mereciera el más mínimo interés, como así se demostraba en la cara de nada que mantuvo mientras duró y que ha dado la vuelta al mundo en videos del evento que se han convertido en virales. De hecho, debía estar repasando la retahíla de insultos que había lanzado ese mismo domingo a Ilhan Omar, esa congresista musulmana contra la que incendió a todo su auditorio en un mitin que quedará para la historia. Ella, junto con Ayanna Pressley, Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib, representan el ala izquierda del partido demócrata, convertidas en el “Escuadrón” y seguramente su lucidez, su discurso, su garra, las convertirán (si no lo son ya) en líderes del pensamiento libre en el mundo.
“¡Enviadla de vuelta! ¡Enviadla de vuelta!” gritaba enfebrecido el público asistente que, en algún momento, debió confundir el foro con un circo romano y esperaba a que el César, con el pulgar hacia abajo, sentenciara a la congresista a muerte.
Esta suerte de incitación al odio va un punto más allá de la condición de paleto del presidente estadounidense. Apréciese que en este país, por ejemplo, es un delito: la Fiscalía hubiera actuado de oficio contra un demente que, en olor de multitudes, se hubiera atrevido a lanzar semejante mensaje. No es la simple paletez de un irresponsable, es la preparación de un clima de miedo, de exaltación de la raza, de xenofobia pura, que al futuro candidato republicano a revalidar el título a la casa blanca le viene que ni pintado.
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Donald Trump ha convertido su presidencia en el hazmerreír del mundo, además de sumir a su país en la desconfianza económica más alarmante con la insensatez de sus guerras comerciales. Pero tiene en su poder un arma poderosa: el miedo a lo diferente que sabe despertar en la muchedumbre que le sigue a ciegas. Y la va a usar (esa y a lo mejor otras igual de mortales). Quiere volver a ser presidente, le ha molado. Y en su infinita irresponsabilidad, no le importa que su pueblo (el resto del mundo igual, por simpatía) pague el precio del odio para conseguirlo.
Trump parece ser el tipo que, cuando el sabio señaló a la luna, miró el dedo. Y lo amputó.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, julio 14, 2019

Varón y mujer los creó

(O, dicho de otro modo, ‘al que Dios se la dé, san Pedro se la bendiga’)
El Vaticano, a través de la Congregación para la Educación Católica, que viene a ser como el Ministerio de homónimo de los países, pero sin alumnos a los que escolarizar, aulas que mantener, ni AMPAS con las que entenderse, ha dado a luz este junio un documento bajo el título “Varón y mujer los creó – Para una vía del diálogo sobre la cuestión del gender (género) en la educación”.
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El Papa ha comprendido que Dios no estaba para tonterías en aquel sexto día y que si creó al hombre y después le quitó un trozo para hacer una señora, no fue para que luego viniéramos nosotros con veleidades e ideologías, escogiendo cada uno para nosotros el género o el sexo que nos viniera en gana. No.
Así que ha declarado el estado de “emergencia educativa (sic), en particular en lo que concierne a los temas de afectividad y sexualidad”.
El fundamento científico del texto nace del libro del Génesis, quizás algo superado en nuestros días en cuanto al rigor de la narración de lo sucedido durante aquellos siete días (seis en realidad, que el séptimo fue de solaz y recreo), de modo que no se espera mucho de él en lo que se refiere a criterio bioquímico, psicológico, médico…
Es más profundo en lo que hace referencia a la ideología. Me refiero, lógicamente, a la de género, pues sus postulados intrínsecos (los del texto en cuestión) no nacen de ideología alguna sino de la misma Verdad: “En muchos casos han sido estructurados y propuestos caminos educativos que «transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón». La desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo, ha ciertamente contribuido a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural”, reza. Y continúa sobre la ideología del gender asegurando que: “busca «imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños» y, por lo tanto, excluye el encuentro (…)”. Habla, así, de una metodología basada en tres pilares: escuchar, razonar, proponer.
Escuchar no ha escuchado, pues han sido ya muchos colectivos los que han puesto el grito en el cielo (nunca mejor dicho) por no ser llamados por la Congregación a consensuar los aspectos pedagógicos y científicos de un texto que el Vaticano pretende guía educativa. Lo de razonar tampoco es menester, dado que la cosa se apoya en el dogma de creacionismo, que per se excluye en sí mismo la razón. Y proponer… proponer, sí propone. Y ¡hay que ver lo que propone!
La ciencia hace ya días que convino en que el sexo genético no siempre determina la sexualidad. Define casos de hermafroditismo, pseudohermafroditismo, transexualidad…, en los que se estudia el caridiotipo (cromosomas sexuales XX en la mujer y XY en el hombre) para concluir que la aparición de pene y vulva como órganos sexuales externos no desvela inequívocamente la condición de hombre o mujer de un individuo.
Pero ¿para qué iba la Santa Madre Iglesia a andarse con indefiniciones de esta naturaleza cuando está claramente escrito que ‘varón y mujer los creó’? ¿No se habría escrito en el Génesis ‘Varón, mujer y LGTBI los creó’ si, en su omnisciencia, el Creador hubiera querido más géneros?
La Iglesia ha dicho claramente que mariconadas las justas. Que la justa razón (¡la justa razón nada  menos!) nos muestra que “Estos enfoques convergen en negar la existencia de un don originario que nos precede y es constitutivo de nuestra identidad personal, formando la base necesaria de nuestras acciones.” ¿Cómo se queda?
Pero hay más: al negarse a disociar entre género y sexo, el documento afirma que “De esta separación surge la distinción entre diferentes “orientaciones sexuales” que no están definidas por la diferencia sexual entre hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente (añado yo ¡oh escándalo!) por el individuo radicalmente autónomo. Asimismo, el mismo concepto de gender va a depender de la actitud subjetiva de la persona, que puede elegir (¡oh escándalo!) un género que no corresponde con su sexualidad biológica y, de consecuencia, con la forma en que lo consideran los demás (transgender)”.
Cabría preguntarse que ofende tanto a la Santa Madre Iglesia del hecho aparentemente simple de que cada uno viva su sexualidad como le venga en gana, por qué continua en su secular empeño de distanciarse de la realidad e imponer a su grey otra más acorde a su pensamiento, aunque sea a base de ignorar a la ciencia, a la sociología, a la ley y a esa verdad con minúscula (la que va con uve grande yo no me la creo) con la que cada uno contendemos cada día para llegar a fin de mes, llevar a los niños a la escuela, evitar el atasco de la operación salida o mantener dignamente nuestra relación con el prójimo.
Sigue la Iglesia negando legitimidad a lo diferente, a lo que no concuerda con ‘su libro’, a lo que estorba a su moral impostada (y tan gravemente transgredida con insultante frecuencia, precisamente en lo que se refiere a la cosa del sexo).
Y me pregunto yo ¿cuál es el fin? ¿Qué buscan anclándose en la Baja Edad Media, negando la evidencia de que el mundo es como es y no como ellos han pretendido que fuera?
¿Serán solo sus propios miedos? Ciertamente, cada avance de la civilización arranca un pedacito de verdad a esa Verdad a la que ya pocos se aferran. Ciertamente se van quedando sin socios a medida que la realidad (tozuda como es) se impone a los credos declarados indiscutibles, porque la fuerza de la razón los ha discutido todos y se sujetaban difícilmente en pie. Ciertamente, la Iglesia está en serio peligro de extinción, en estado de alarma.
Negar las evidencias sobre el género es del género bobo, así que hablar de sexo desde esta óptica bizca que nos proponen conducirá directamente al sexo, pero al de los ángeles. Y de ahí, a los fichajes del mercado de verano, porque aquello otro habrá dejado de tener el más mínimo interés.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, julio 07, 2019

La capitana Rackete


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Los hechos los conocemos todos. Son espeluznantes. Una capitana, Carola Rackete, decidió hacer caso omiso de las instrucciones xenófobas del ministro italiano del Interior y aplicar la normativa internacional del mar, haciendo arribar a puerto al Sea Watch 3 con cuarenta y cinco personas en riesgo de muerte a bordo. El peculiar Salvini (el hombre que destruirá las esperanzas de su pueblo) la manda detener y una jueza le dice que dónde cree que va, que la capitana cumplió con su deber que era, ni más ni menos, que salvarles la vida. Dos procesos penales continúan abiertos contra ella y, aunque le parezca inmenso, uno de ellos es por tráfico ilegal de personas.
La niña Greta Thumberg, a los 16 años de su edad, ha movilizado en esos últimos meses más conciencias que la visita de un papa, enarbolando la bandera más simple del mundo: O salvamos el planeta o sucumbiremos con él.
La fiesta del Orgullo celebra este año su cincuenta aniversario conmemorando la oleada de arrestos del 28 de junio en el bar Stonewall Inn de Nueva York y homenajea a los viejos gays, los que hicieron desde aquel momento aquello que llamaron la “cruzada” contra la discriminación que padecía (padece) el colectivo. Fue la generación silenciosa.
He aquí los nuevos líderes.
Si alguna vez lo estuvieron, nuestros referentes hoy ya no están en la clase política. Declinaría sin hacerme la menor violencia una cena con Pedro Sánchez y, sin embargo, viajaría donde fuera si Carola Rackete me ofreciera dos horas de conversación. Tengo la impresión de con el primero me aburriría un huevo, de que solo de la segunda, de su pasión, de su manera de entender el oficio del mar, estaría aprendiendo cosas durante todo el tiempo que durase el encuentro.
Nuestros líderes no estaban esta semana en la reunión del G-20 pasteleando con Donald Trump y Vladimir Putin, donde han debido tomarse decisiones de tal relevancia que ni siquiera una ha trascendido más allá de la prensa especializada.
Los superhéroes no van al Congreso.
Lo que es más inquietante, el sentimiento de que quienes se ocupan de las cosas que nos importan viven a años luz de los centros clásicos del poder político, de la carrera de San Jerónimo (por no mentar la plaza de la Marina Española que es donde está el Senado), del Palacio de Elíseo, de la Casa Rosada. Los superhéroes están en mitad de la calle y, solo de vez en cuando, emiten un destello que nos despierta del aburridísimo letargo intelectual en el que nos sumimos. Caiga en la cuenta de que, si alguna vez un político le fascinó, el encantamiento duró lo que tardó el sujeto en cuestión en parecer realmente un político. Y esto sucedió tras dos sesiones de control al Gobierno, tres los más avanzados.
¿Dónde están los superhéroes? ¿Quiénes son nuestros líderes? ¿En quién nos miramos? ¿De qué fuentes bebemos?
Una capitana que desobedeció la orden de un xenófobo y salvó cuarenta vidas, una niña que movió a las masas con una pretensión ilusa, un centenar de gays que se negaron a seguir ocultos y dedicaron a contarlo el resto de sus vidas. La voz anónima de quien reclamó para todos lo que quiso para sí y tampoco él lo obtuvo.
No sé quiénes son. No tienen nacionalidad.  Ni siquiera sé si viven en mi barrio. No exhiben lazos. No tienen un millón de seguidores en Twitter. No asisten a la Super Bowl (o igual sí). Van haciendo. Y parece que esto es lo que importa.
¿Nos encontraremos a la capitana al mando de un ballenero? ¿La niña que movía masas, se ennoviará con un jovencito de buena familia plagado de acné y dejará el activismo? Esos viejos gays, (esos ya no parece) ¿sacarán una plaza en Hacienda y ordenarán sus vidas con un bebé de vientre de alquiler y una hipoteca? ¿Volverá la ‘princesa del pueblo’ a generar opinión en un país como este?
¿Qué coño es un líder? ¿Cuánto dura? ¿Cuánto vale? ¿Andan por aquí algunos?
De cuando en cuando, un notición como aquellos me llena de esperanza. Luego el alcalde Almeida (ese tan pequeño) me la quita.
Se buscan liderazgos. Razón aquí.
El dibujo es de mi hermana Maripepa