domingo, julio 14, 2019

Varón y mujer los creó

(O, dicho de otro modo, ‘al que Dios se la dé, san Pedro se la bendiga’)
El Vaticano, a través de la Congregación para la Educación Católica, que viene a ser como el Ministerio de homónimo de los países, pero sin alumnos a los que escolarizar, aulas que mantener, ni AMPAS con las que entenderse, ha dado a luz este junio un documento bajo el título “Varón y mujer los creó – Para una vía del diálogo sobre la cuestión del gender (género) en la educación”.
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El Papa ha comprendido que Dios no estaba para tonterías en aquel sexto día y que si creó al hombre y después le quitó un trozo para hacer una señora, no fue para que luego viniéramos nosotros con veleidades e ideologías, escogiendo cada uno para nosotros el género o el sexo que nos viniera en gana. No.
Así que ha declarado el estado de “emergencia educativa (sic), en particular en lo que concierne a los temas de afectividad y sexualidad”.
El fundamento científico del texto nace del libro del Génesis, quizás algo superado en nuestros días en cuanto al rigor de la narración de lo sucedido durante aquellos siete días (seis en realidad, que el séptimo fue de solaz y recreo), de modo que no se espera mucho de él en lo que se refiere a criterio bioquímico, psicológico, médico…
Es más profundo en lo que hace referencia a la ideología. Me refiero, lógicamente, a la de género, pues sus postulados intrínsecos (los del texto en cuestión) no nacen de ideología alguna sino de la misma Verdad: “En muchos casos han sido estructurados y propuestos caminos educativos que «transmiten una concepción de la persona y de la vida pretendidamente neutra, pero que en realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la justa razón». La desorientación antropológica, que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo, ha ciertamente contribuido a desestructurar la familia, con la tendencia a cancelar las diferencias entre el hombre y la mujer, consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural”, reza. Y continúa sobre la ideología del gender asegurando que: “busca «imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños» y, por lo tanto, excluye el encuentro (…)”. Habla, así, de una metodología basada en tres pilares: escuchar, razonar, proponer.
Escuchar no ha escuchado, pues han sido ya muchos colectivos los que han puesto el grito en el cielo (nunca mejor dicho) por no ser llamados por la Congregación a consensuar los aspectos pedagógicos y científicos de un texto que el Vaticano pretende guía educativa. Lo de razonar tampoco es menester, dado que la cosa se apoya en el dogma de creacionismo, que per se excluye en sí mismo la razón. Y proponer… proponer, sí propone. Y ¡hay que ver lo que propone!
La ciencia hace ya días que convino en que el sexo genético no siempre determina la sexualidad. Define casos de hermafroditismo, pseudohermafroditismo, transexualidad…, en los que se estudia el caridiotipo (cromosomas sexuales XX en la mujer y XY en el hombre) para concluir que la aparición de pene y vulva como órganos sexuales externos no desvela inequívocamente la condición de hombre o mujer de un individuo.
Pero ¿para qué iba la Santa Madre Iglesia a andarse con indefiniciones de esta naturaleza cuando está claramente escrito que ‘varón y mujer los creó’? ¿No se habría escrito en el Génesis ‘Varón, mujer y LGTBI los creó’ si, en su omnisciencia, el Creador hubiera querido más géneros?
La Iglesia ha dicho claramente que mariconadas las justas. Que la justa razón (¡la justa razón nada  menos!) nos muestra que “Estos enfoques convergen en negar la existencia de un don originario que nos precede y es constitutivo de nuestra identidad personal, formando la base necesaria de nuestras acciones.” ¿Cómo se queda?
Pero hay más: al negarse a disociar entre género y sexo, el documento afirma que “De esta separación surge la distinción entre diferentes “orientaciones sexuales” que no están definidas por la diferencia sexual entre hombre y mujer, sino que pueden tomar otras formas, determinadas únicamente (añado yo ¡oh escándalo!) por el individuo radicalmente autónomo. Asimismo, el mismo concepto de gender va a depender de la actitud subjetiva de la persona, que puede elegir (¡oh escándalo!) un género que no corresponde con su sexualidad biológica y, de consecuencia, con la forma en que lo consideran los demás (transgender)”.
Cabría preguntarse que ofende tanto a la Santa Madre Iglesia del hecho aparentemente simple de que cada uno viva su sexualidad como le venga en gana, por qué continua en su secular empeño de distanciarse de la realidad e imponer a su grey otra más acorde a su pensamiento, aunque sea a base de ignorar a la ciencia, a la sociología, a la ley y a esa verdad con minúscula (la que va con uve grande yo no me la creo) con la que cada uno contendemos cada día para llegar a fin de mes, llevar a los niños a la escuela, evitar el atasco de la operación salida o mantener dignamente nuestra relación con el prójimo.
Sigue la Iglesia negando legitimidad a lo diferente, a lo que no concuerda con ‘su libro’, a lo que estorba a su moral impostada (y tan gravemente transgredida con insultante frecuencia, precisamente en lo que se refiere a la cosa del sexo).
Y me pregunto yo ¿cuál es el fin? ¿Qué buscan anclándose en la Baja Edad Media, negando la evidencia de que el mundo es como es y no como ellos han pretendido que fuera?
¿Serán solo sus propios miedos? Ciertamente, cada avance de la civilización arranca un pedacito de verdad a esa Verdad a la que ya pocos se aferran. Ciertamente se van quedando sin socios a medida que la realidad (tozuda como es) se impone a los credos declarados indiscutibles, porque la fuerza de la razón los ha discutido todos y se sujetaban difícilmente en pie. Ciertamente, la Iglesia está en serio peligro de extinción, en estado de alarma.
Negar las evidencias sobre el género es del género bobo, así que hablar de sexo desde esta óptica bizca que nos proponen conducirá directamente al sexo, pero al de los ángeles. Y de ahí, a los fichajes del mercado de verano, porque aquello otro habrá dejado de tener el más mínimo interés.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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