domingo, abril 28, 2019

Democracia: sí o no

Jugamos con las cosas de comer.
Los últimos cinco años han puesto a prueba todos los resortes de los que nos habíamos dotado para proteger nuestras instituciones que, al fin y al cabo, no es sino proteger la manera que hemos escogido de estar en el mundo.
Lo hemos puesto a prueba todo.
Hemos asistido a la abdicación de un rey acosado por sus propios errores y los de su entorno. A la repetición de unas elecciones generales por la imposibilidad de investir a un presidente. A la aparición de fuerzas políticas emergentes con una fuerza inusual, por la izquierda y por la derecha. A pactos impensables. A la condena por corrupción de un partido político en el gobierno. Al triunfo de una moción de censura y, en consecuencia, a un gobierno sustentado por una ochentena de diputados en el Congreso. A la intervención por parte del Estado de una comunidad autónoma de las consideradas ‘históricas’.
Lo hemos puesto a prueba todo.
Tal vez también podríamos hablar de la depreciación de la clase política, haciendo el ejercicio melancólico de mirar hacia atrás y recordar aquellos ‘pesos pesados’ que nos hicieron disfrutar desde la tribuna de oradores, pero supongo que eso sería otra historia.
A nadie se le oculta que el resultado de toda esta zozobra no es otro que el estancamiento del país. Tan ocupados hemos estado en resolver las cuitas que hemos ido colocando por el camino, que no ha habido tiempo para el progreso. Cero en igualdad, cero en consecuciones sociales, cero en educación, cero en avances en la atención sanitario, cero en investigación, cero en derechos que, como el de la eutanasia, se vienen reclamando con dolor por la sociedad.
Hemos parado el país en un contexto en el que todo avanza vertiginosamente, consecuencia de la pérdida de presencia de los aparatos de poder en los procesos de toma de decisión, frente a la pujanza de los grandes capitales mundiales en una economía definitivamente globalizada.
Y son las nueve.
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Acaban de constituirse  en España más de 60.000 mesas electorales (algunas se abrirán cuando sean las nueve en las Islas Canarias). Esta noche no le podremos echar la culpa a nadie de lo que vaya a pasar mañana: la democracia nos deja toda la responsabilidad a usted y a mí. A nadie más.
De lo que usted y yo hagamos a lo largo del día de hoy dependerá absolutamente lo que vaya a ser de nuestro país en el futuro. No en los próximos cuatro años, sino en el futuro. Estas elecciones se plantean prácticamente en modo plebiscitario: decidimos usted y yo entre una España posible y un estado fallido. Usted y yo decidimos entre un arco parlamentario capaz de sustentar un gobierno que permita a España progresar o un Congreso de los Diputados incapaz de votar la investidura de un presidente. Decidimos entre sujetar dignamente las instituciones que, hasta aquí, nos habían venido permitiendo un crecimiento razonablemente equitativo y la tremenda brecha económica que la falta de dirección política del país ha permitido generarse entre los más pobres y los más ricos. Usted y yo decidimos el qué y el por quién. Tomamos, entre usted y yo, la nada menor decisión de si la extrema derecha marcará el devenir del futuro o se quedará fuera de las decisiones que habrán de tomarse.
Hoy es un día importante.
¿Nos la seguimos jugando?
El dibujo es de mi hermana Maripepa y está repetido porque… se ha dormido.

domingo, abril 21, 2019

Notre Dame

En la madrugada del 25 de agosto de 1988 se iniciaba el incendio que, prácticamente, acabaría con el bario lisboeta de El Chiado y gran parte del de La Baixa. La vieja Lisboa lloró durante años.
En abril de 2003 la Biblioteca Nacional de Bagdad fue víctima de los bombardeos y el saqueo de sus fondos hasta perder más de un millón de libros. La memoria de Mesopotamia, cuna de la civilización que conocemos, desapareció entre cenizas ante la mirada impasible de los soldados norteamericanos que custodiaban la ciudad.
En mayo de 2015 la milicia terrorista de Estado Islámico arrasó Palmira, en Siria, icono de la multiculturalidad, que fuera capital del imperio que le dio su nombre durante el reinado de Zenobia en la segunda mitad del siglo III. Trípoli y su población todavía están bajo las balas.
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Este lunes ha ardido la Catedral de Notre Dame, en la isla de la Cité, mismo centro de París, ante la mirada impotente de quienes por allí pasaban y a pesar del trabajo del cuerpo de bomberos de la ciudad que se afanó en su tarea apenas minutos después de que diera comienzo el desastre.
Y así, poco a poco, nos vamos quedando solos. Huérfanos de nuestra historia, del conocimiento, de los rastros que nos cuentan de dónde venimos, cómo fuimos, qué explica nuestra sociedad (si es que esto se puede explicar de forma alguna).
Notre Dame se empezó a construir hace casi mil años y, como dijera Victor Hugo sobre París, pertenece al género humano. Igual que pertenecen al género humano los viejos barrios de las ciudades, los vestigios de las civilizaciones que nos preceden o los libros. Miles de años del relato de quienes somos se desvanecen en apenas unas horas y con ellos se desdibuja un poco nuestra condición humana.
A lo mejor solo un poco, o muy poco. Aun así, ver cómo se venía abajo la aguja de la Catedral, más allá del culto al que esté consagrada, fue como ver caer un poco de la humanidad sobre las cenizas del tiempo.
Nos lo merezcamos o no, tenemos que querernos más. Al fin y al cabo somos más frágiles de lo que nos parece: hasta esos pilares que nos trascienden, que nos trasmiten la serenidad de lo que permanece, se pueden convertir en humo.
Tenemos que querernos más: la humanidad no tiene más amparo que la humanidad misma.
El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, abril 14, 2019

¡Nuevo!

La cosa del circo de la que ya hemos hablado en alguna ocasión desde estas páginas, se ve en este proceso electoral ensalzada por el enorme atractivo de la novedad. Son todo novedades en este viaje al fondo de la nueva política (a lo mejor de la vieja) (a lo mejor de la de toda la vida) que promete espectáculos insólitos de luz y color, prestidigitación, alquimia y álgebra.
¿Cuándo antes habíamos podido imaginar a un candidato a revalidar el título, montado en su burrita, atravesar en olor de multitudes la puerta de Alcalá, rama de olivo en ristre, este domingo tan apropiado? ¿Alguien había imaginado que algún otro tornase en ubicuo y saludase a la feligresía madrileña desde su presencia corpórea en Pedraza? ¡Novedades!
Es nueva la fugacidad de la legislatura que se declara disuelta, y nuevo el haberse convocado elecciones tras un gobierno aún más fugaz, ahormado después de una también novedosa moción de censura que termina derrocando al anterior.
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Ya no es nueva la aparición fulgurante de partidos emergentes, pero sí es definitivamente nueva la irrupción en escena (con todos los visos de resultar exitosa) de la extrema derecha en España. Veamos, igual nueva, lo que se dice nueva, no es: Lo novedoso es que se haya desgajado del viejo bloque de la derecha única para dividirse en dos o en tres derechas una de las cuales, nuevo, nuevo, se desvela sin pudor como derecha pura (extrema), abogando por los postulados más sorprendentes: legalización de las armas, prohibición del aborto, abolición de las autonomías, Reconquista 2.0…
No es nuevo esto de reinventar la historia con el temita de la Reconquista de aquello que nunca había sido un territorio conquistado (esa España no existía) o de ciudades fundadas durante la ocupación musulmana y por lo tanto conquistadas y no reconquistadas, pero ¿Y la prehistoria? Esto sí que es nuevo: ¡escuchen a Suárez Illana reformular los usos y costumbres de la vida neandertal con toda su ciencia a cuestas!
Tampoco es exactamente nuevo que los avatares de la política catalana marquen la agenda del devenir de la España toda. Pero sí lo es que se conviertan en el eje de campaña, en el leitmotiv del discurso de los partidos aspirantes contra el titular, después de fabricar la ‘fake’ de que mientras unos quieren romper la unidad sacra de la patria, otros la aman tanto que la van a amordazar. Solo grite ‘155’ y todo el mundo entenderá.
Claro, lo de las ‘fake news’ también es nuevo (o casi) y aún más nuevo el público reconocimiento de que nada se puede hacer contra ellas, porque se ha desistido de la trabajosísima tarea de desmentirlas a la vista de que, simplemente, es imposible hacer que alguien no crea lo que quiere creer. ‘Postverdad’, o sea, mentira, que se hace cierta con las tripas, que son las que votan.
Y ¡prestidigitación! En esta campaña veremos dividir los panes y los peces haciendo uso de la más exquisita fórmula del ‘crecimiento negativo’: ¡Vean cómo, con el acuerdo de los agentes sociales y económicos, lograremos que el salario mínimo interprofesional suba de 900 euros a 850!
Por cierto, si les sorprendió la audacia del candidato Rivera haciendo uso del don de la bilocación (otrora otorgado en exclusiva a Fraga Iribarne), no se pierdan las nuevas capacidades de los nasciturus que, más allá de adquirir desde la condición de cigoto el derecho a la herencia, se convierten ahora en sujeto activo de la unidad familiar, solicitan plaza de guardería y ¡oh prodigio! forman parte de la imagen del libro de familia numerosa en un más que novedoso ensayo de fusión entre la fotografía digital y la ecografía 3D. ¡Alquimia!
En serio ¡pasen y vean! ¡Novedades y novedades!
Es la nueva política. La que se hace desde el estómago y no desde la inteligencia. La que reposa sobre el WhatsApp y no sobre la ideología. La que consagra el populismo como forma legítima de ejercicio del poder.
Preparados para la Semana de Pasión. Atentos a las novedades por venir, que serán muchas y, por más que hayamos creído agotada nuestra capacidad de asombro… nos asombrarán.
Hemos tenido aspirantes al título de todo pelaje; más de derechas, más de izquierdas (de estos muy pocos), inteligentes y no tanto, unos sanguinos y exaltados, otros pausados, los que daban mejor en las cámaras y los que daban peor (¡cómo no recordar a Landelino Lavilla!). La novedad es nunca, nunca, nunca, (¡novedad!) se había concitado tanta necedad en la parrilla de salida.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, abril 07, 2019

PP (policía patriótica)

Por eso decimos que se han apoderado de los símbolos y las palabras. Por eso decimos que se han apoderado de las banderas y las usan como armas arrojadizas porque, quien las ondea, se pretende por encima moral y socialmente, de quienes hemos declinado sus colores para no parecernos a ellos o, simplemente, porque los colores nos importan un huevo.
Y también se han adueñado de las palabras. Porque el que lleva una bandera es, además, un patriota. También el que luce orgulloso un lazo amarillo en la solapa es un patriota, o lo es la que lo lleva prendido del bolso, solo que de otra patria.
El que ayuda a bien morir a su mujer no, ese no es un patriota; es el cooperador necesario de un suicidio y si la cosa se le pone fea va a la cárcel. Pero ese es otro tema.
Si eres ministro del Interior y buscas el bien de la patria evitando a toda costa que un partido político al que has juzgado antipatriota tenga opciones de formar gobierno, entonces sí eres un verdadero patriota. Lo eres tú, que te sabes con la capacidad universal de distinguir el bien y el mal, y se contagia de ese patriotismo verdadero toda la actividad que despliegas en la consecución del patriótico fin. Así, si corrompes a un grupo de policías para que coadyuven en tu aspiración y tienes el buen acierto de denominarlo ‘policía patriótica’, entonces toda esa corrupción infecta adquiere la condición de ‘santa cruzada’, de ‘medio’ justificado por el fin supremo que persigues, que es la patria.
No importa qué cantidad de dinero público te has gastado en enviar policías patrióticos a Nueva York para sobornar a un político extranjero, ni a qué periodistas has filtrado qué información falsa para frenar la ignominia de un partido político que no comulga con tus hostias.
No importa, tampoco, que los periodistas a los que filtraste la información falsamente fabricada contrasten o no la noticia inventada, porque ante la patria, mejor, ante las agresiones a la patria, también los periodistas patrióticos adquieren esa ‘patente de corso’ que les permite engañar, ensuciar, corromperse, faltar a la regla básica de transmitir información veraz.
Los ‘españoles de bien’ lo permiten (¿lo aplauden?), igual que permiten (¿aplauden?) que los obispos se inventen falsas terapias buscando curar a los homosexuales que ‘voluntariamente’ se someten a las pías prácticas que intentarán acabar con la dolencia imaginaria. No hay dolencia en realidad: solo le duele al obispo miserable, enfermo de sus propios miedos ancestrales, que justifica la violación de un niño pero se niega a desterrar de su mente podrida los prejuicios atávicos en los que fue tan mal educado. Dios no quiere maricas. La patria no quiere maricas.
El ministro Fernández Díaz (que lo fue) nos libraba de los políticos que ensucian el suelo y los telediarios de esa patria que adora. El obispo Reig Pla, nos libra de los maricas y tortilleras que ofenden la recta moral de la grey. El Estado todo nos libra de las personas sin escrúpulos que acaban con el hilo ínfimo de vida que le queda a quien sufre la enfermedad y el dolor desde años.
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Y, de todos ellos, ¿quién pasará la noche en el calabozo? ¿De cuál de ellos sabemos seguro que ha delinquido? ¿Cuál de los tres será inmediatamente sometido al rigor de nuestra Justicia penal?
¿El que corrompió a la policía y practicó el odio contra sus semejantes fabricando y filtrando bulos y patrañas para impedir que pudieran nunca quitarle la silla ministerial?
¿El que se inventó la enfermedad donde no la había y practicó el odio sometiendo a tortura psicológica a través de curanderos sin titulación ni escrúpulos a sus víctimas?
No. Esos no.
El que se juega la cárcel, el que ha pasado la noche en el calabozo ha sido Hernández, el otro: el que en lugar del odio practicó el amor.
El dibujo es de mi hermana Maripepa