domingo, agosto 25, 2019

25 de agosto

Y Agosto se muere.
Lo voy a escribir Agosto, así, con A grande, porque se ha merecido este trato de respeto, después de haber sido el gran mes en España desde que los trabajadores tenemos derecho a vacaciones. Y también por este de 2019, que va quedándose viejo en el calendario.
Y se muere.
img-20190824-wa0019Este 25 de Agosto (San Luis Rey de Francia, felicidades a luisas y luises) un millón de personas mirarán el calendario con entre esperanza y resignación. Abrirán el capó del viejo Laguna para comprobar el aceite del motor y pasarán por la gasolinera para llenar el depósito y comprobar la presión de los neumáticos, con tal de no dejarlo todo para el último día o, por mejor decir, para que nada pueda fallar y sea, realmente, el último día.
Ese camarero que le miraba de soslayo en el chiringuito los primeros días parece que le ha cogido cariño. Usted a él no. A usted le sigue pareciendo un maricón de playa con esos abdominales abultados, que parece Aznar, ese torso depilado y ese moreno insultante que está seguro de que es de microondas (o de rayos UVA, que para el caso es lo mismo). Pero ya le sirve el tanque helado de cerveza en cuanto le ve aparecer y eso es un punto.
Hojea el periódico: operaron ayer al Rey viejo de algo de corazón, —este sí que está ya averiado— se dice; en Biarritz hay dos policías por habitante con eso del G7; en la frontera franco-española hay un pifostio de mil pares de cojones por lo del contra G7, jodiendo la operación retorno de miles de migrantes (estos legales) que vuelven de África a sus países de adopción con la baca del coche hasta las mismísimas trancas de colchones y enseres imposibles; el Audaz está fondeado frente a la costa de Lampedusa intentando comprender qué coño pinta allí con toda su dotación de hombres uniformados mirando al tendido; en Andalucía las están pasando putas con una partida de carne podrida que se ha vendido por miles de unidades, tanto allá, como en otros cuantos territorios en España, mientras la Junta miraba para otro lado y ahora… que si fue que si vino; Placido Domingo que si las ha visto que no se acuerda; Sánchez que no ha llamado a Iglesias; Iglesias que Sánchez no le ha llamado y se ha ido de vacaciones sin pactar la investidura y con la isla de Gran Canaria ardiéndose viva (ayer fue por ahí en un derroche de hombría de Estado a ver qué tal iba la cosa y a agradecer de corazón el oficio y el coraje de los profesionales que… tal y cual); en la comunidad de Madrid ha tomado posesión una chiqueta que dice que los cigotos tienen que tener plaza de guardería y con algún negocio turbio que aclararle al respetable si quiere salir con bien de la estela de corrupción que precede a su mandato… La infrapolítica, se dice. Son cosas de la infrapolítica, de principio a fin. Infrapolítica. Política, así escrita con P grande como la A de Agosto, ya no está. Ni se la espera. Pero celebra no ver ningún asesinato machista en estos últimos siete días. Lo celebra en serio.
El camarero maricón de playa le ha puesto otra cerveza con un guiño (él sabe que solo se toma una y a hurtadillas, pero a esta le va a invitar él, que para eso ya es cliente habitual): a esta le invito yo —le dice— que para eso ya es usted cliente habitual. Su suegra ha dejado de bajar a la playa con la familia con la excusa de la espalda, pero usted sabe que lo que le pasa es que está hasta el coño de mamonear con los niños en la orillita del mar, comiéndose la arena de los castillos que jamás se llegaron a parecer a un castillo, con lo fácil que es. Le importa un huevo. Su mujer ya le ha sugerido cinco o seis veces que hay que empezar con las maletas y que ella no piensa hacer nada al respecto, que bastante ha tenido con mantener en condiciones de habitabilidad ese zulo infecto al que llaman por eufemismo ‘apartamento’ que le colocó aquel compañero sin escrúpulos hace casi treinta años.
Se muere. Agosto se muere.
Habrá tráfico intenso a la vuelta porque saldrán el mismísimo día 31 para no perder ni un solo día de tortura solar. Un sudor frío le recorre la frente; sí, habrá tráfico intenso.
Y ahora no se acuerda bien de cómo se sobrevive once meses a la normalidad, después de no haber sucumbido por los pelos a este paranormal. No se acuerda de qué asuntos dejó pendientes en la oficina, ni de la contraseña del correo electrónico. Se acuerda del sonido del despertador a las seis menos cuarto, del agua fría del afeitado, del olor del café que por fin no será de Melita, de la vocecilla estridente del encargado del departamento, el reprochador en jefe, que todas las mañanas tiene algo que echarle en cara. Pero no de la puta contraseña del ordenador.
Ya está. Cuando de la segunda vuelta de llave al cerrojo Fac de la puerta del apartamento y baje el último bulto al coche habrá terminado todo.
Y ahora no está seguro de si será para bien.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, agosto 18, 2019

18 de agosto

Izan aprieta los dientes en la orilla. A los catorce años de su edad, todo maduro ya, ha descubierto que su vida es miserable.
El apartamento que sus padres compraron en la playa antes de nacer él no tiene WiFi y su madre se ha negado a contratarle una tarifa de datos que aguante su intensa actividad social en las redes. ¿Para qué quiere el smartphone en esas absurdas circunstancias? Para colmo de sus males, en el supermercado de la urbanización no hay Nutella… Se tiene que conformar con la Nocilla de toda la vida, que no le gusta nada; los yogures griegos tampoco son de su marca preferida y cada vez que papá y mamá los llevan a comer al chiringuito de la playa comprueba que el pollo de la paella mixta no tiene sabor ninguno. Los amigos continúan su vida frenética en Instagram, pero Izan apenas ha podido subir un par de fotos mediocres luciendo su cuerpo en formación: apenas cinco likes.
Su hermana parece boba. Todo le cuadra. Le basta con repetir en la tablet una y otra vez los episodios de Ladybug que tiene grabados, así que no necesita datos para nada. Y no se queja ni de la puta Nocilla ni de los petit suisse de marca desconocida que les ponen para el postre. Parece que ni siquiera le afecta el calor insoportable de la habitación que comparte con él en el apartamento, hacinados en una litera como si fueran soldados. A Izan le toca la de arriba, claro, para eso es el mayor, pero aun así, le cuesta conciliar el sueño tan cerca del techo.
Su padre le ha prohibido volar el dron en la playa, por miedo a la denuncia de algún desalmado. Solo alguna tarde de sol insoportable se lo ha llevado a las afueras para practicar con él; no ha habido tiempo para hacer una sola foto buena que subir. ¡Y quedan todavía dos semanas!
Fátima, a los once años de su edad, es ya una mujer adulta. No aprieta los dientes en la orilla de la playa porque tiene muchísimo miedo. Busca a su madre entre los cuerpos desvencijados de los otros africanos que se hacinaban en la neumática. Otros que, como ellos, habían recalado en Siria tras miles de kilómetros para iniciar el viaje hacia la supervivencia. Tiene miedo porque no sabe si su madre habrá sobrevivido a los dieciséis días de travesía y no recuerda nada de los últimos tres. Tiene el recuerdo de la sed, de tiritar en el frío húmedo de por las noches, del sol del mediodía quemando en su piel oscura, del hambre de días. Y le resuenan en la cabeza las miles de historias que le contaron de niñas sudanesas como ella que acabaron violadas por los soldados o vendidas por la mafias de las que nunca más se supo. Rebusca entre las bolsas de los hombres muertos algo de comer. No sabe que está a salvo. No sabe qué es ‘a salvo’. Su hermano Nawed murió en el bombardeo de Duma (cerca de Damasco) el año pasado mientras esperaban el transporte. Fátima no sabe que el bombardeo se perpetró por una fuerza conjunta de Estados Unidos, Francia y Reino Unido, ni sabe que Nawed fue una de las poquísimas víctimas ‘colaterales’ de la operación que Trump había celebrado en Twitter con la escueta expresión ‘Misión cumplida’. De papá no guarda más que el recuerdo de cómo le acariciaba el rostro el día que le cortaron el clítoris.
A Fátima le cortaron el clítoris de muy pequeña, le enseñaron que el cuerpo no se enseña, que se reza cinco veces al día, que no se come jalufo, que al hombre de su vida lo elegirán por ella y que hay que dar muchas gracias a Alá por los dones recibidos. Se lo dijeron esto tantas veces que ahora, mirando a su alrededor y sin encontrar don alguno que agradecer, no sabe si tiene que rezar o no, ni por qué cosa hacerlo.
Insiste en mirar a su alrededor; su cerebro torturado le niega la sensación de ‘estar a salvo’ porque, a lo mejor, no está a salvo.
A las ocho y media de la tarde, Izan ha salido ya de paseo con sus papás a los puestos de los hippies. Sigue con los dientes apretados porque tanta injusticia se le hace difícil de soportar: prácticamente le han hecho vestirse de domingo para salir a tomar un helado.
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A las ocho y media de la tarde, Fátima sigue esperando con los ojos clavados en el horizonte, el sol ha caído y ya no le quema; canturrea inconscientemente una oración en voz casi audible. Ahora buscará algo para arroparse en la noche. Escucha las voces muy lejos de otra neumática que se acerca a la costa. Y la espera.
Fátima e Izan, los dos, miran al Este ahora. Es el mismo mar. Es la misma tierra. Apenas unas decenas de kilómetros entre el uno y la otra.
En el mismo mundo.
 A las dos de la mañana de este viernes, en el barrio de Tetuán, ha sido encontrado el cuerpo asesinado de una mujer de 49 años. La policía busca al asesino, presuntamente su compañero. El Ayuntamiento de Madrid ha decretado un minuto de silencio para el próximo lunes y no uno, sino tres días de luto oficial. Menos mal. Sería muchísimo mejor que no intentaran más nunca convencernos de que la violencia machista no existe.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, agosto 11, 2019

10 de agosto

Siempre se levanta pronto en vacaciones. Será el único momento de silencio durante el resto del día.
Los niños le hicieron pasar un viaje terrible peleándose por la consola y preguntando que cuánto faltaba, la abuela no ayudaba a poner paz, pero ya está olvidado y a esta hora todo está en calma. Ni siquiera hace demasiado calor en el piso sin ventilación cruzada que le vendió aquel compañero sin antes verlo. Al brincar el alba siempre refresca. Café. La Melita que compraron para el apartamento hace un café de mierda; también en esto debieron pensar que, para un mes, ya les valía. Respira un minuto mientras mira desconfiado hacia la puerta: ahí le espera el equipo con el que tendrá que colonizar el espacio de playa que le sea posible. Sabe que no será tarea fácil, que se enfrentará a enemigos poderosos y más madrugadores, sabe que el tiempo es oro en esta cruzada contra todos.
Sillas plegables, 4; paravientos, 1; sombrillas, dos; neveras de campaña, 2; alfombrillas, 5; hamacas, 2; crema solar protección 30, 1; crema solar protección 50, 1; crema solar pantalla total, 1; leche solar after sun, 2; pareos, 2; cubos provistos de pala y rastrillo con moldes de motivos submarinos, 2; camisetas de repuesto, 2;  toallas de baño, 4; bañadores de repuesto, 2; pinzas de la ropa para unir los pareos con el paravientos conformando un parapeto inexpugnable, una bolsita de 10 unidades; envases herméticos para restos de comida, 2; juegos completos de plato, vaso, cubiertos de plástico, 5; cenicero de playa, 1; libros, 1; cuadernos de crucigramas, 1; cuadernos de sudokus, 1. Imposible bajarlo todo en un único viaje al coche. Algunas cosas deberían quedarse en el maletero en vez de subirlas y bajarlas cada día. La leche solar afeter sun no, esa hace falta por la tarde para volver a embadurnar a los niños antes de aventurarse por los puestos del paseo marítimo. Y tampoco abulta tanto.
Sin embargo es la hora. Para cuando se levante la familia ya debe haber salido hacia la playa a montar el campamento. Llegarán después que usted con un sándwich que estuvo caliente y que le servirá para pasar la mañana hasta el mediodía que se abra la veda de las cervezas de la nevera II. Rectifica: cerveza. Solo habrá una cerveza para usted en la nevera II. La nevera I la llenarán con envases de contenido imposible que ofrecerán el avituallamiento de almuerzo comida y merienda para todo el contingente. En la nevera II habrá agua, mucha agua. Agua embotellada en distintos formatos para las distintas paradas. Refrescos para la abuela y para los niños y dos cervezas, pero a usted solamente le corresponde una.
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Lo del chiringuito era un mito. Lo del chiringuito exactamente no, más bien lo de que uno se podría pasar la mañana allí cociéndose a birras mientras la familia disfrutaba en la orilla de los castillos de arena adornados de caracolas y estrellas de mar construidos con los moldes de plástico que venían con el cubito la pala y el rastrillo. Eso es para otros, porque los puede ver empinando el codo mientras aplica la protección de pantalla total sobre la espalda blanca del pequeño.
La abuela está desconcertada. Es la primera vez que les acompaña. Las abuelas no son como eran: se descojona del botiquín de cremas, del color chillón de los bañadores de los niños, de la barricada construida a cuarenta metros de la orilla para evitar que el viento llene de arena los emparedados, del aburrimiento infinito de la mañana, del mediodía, de la tarde. Se descojona de usted, de su propia hija que le eligió a usted como compañero eterno de vacaciones, de la tumbona de mierda que le han asignado para dejar pasar las horas dentro de ese mar de personas humanas que flanquea el de verdad.
Los niños aún no lo saben, pero también se descojonarán cuando el uso de razón los lleve de la orilla a cinco calles más adentro, donde los bares de copas se despiertan al atardecer y no se acuestan hasta que el sol penetra por las rendijas de las dobles ventanas. En realidad eso también lo sabe. Ha resuelto cruzar ese puente cuando lleguen a ese río. Mejor que mejor. Bastante tiene hoy por hoy con lo que tiene.
Diez de agosto. Solo son 20 días… más.
(En la semana en la que publico esta entrada, otra mujer ha sido violada en grupo por cinco chicos de 18 y 19 años. Ha sido en Benidorm. Seguramente alguien le dirá que ella se lo había buscado, pero no se engañe: una violación no se la busca nadie. Ninguna chica de 22 se busca que la violen entre cinco.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, agosto 04, 2019

1 de agosto

Lleva usted una semana preparando maletas. Su mujer se desentendió de ese asunto desde que la pequeña decidió no acompañarles más nunca a Santa Pola. No encuentra el parasol.
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Las maletas para un mes son tan complicadas como las maletas que se harían para dar la vuelta al mundo. Total, Santa Pola está aquí al lado, pero cada viaje a la playa requiere de los preparativos de una expedición lunar.
Ya sé que lo sabe: habrá tráfico denso, un imbécil le adelantará por la derecha en la autopista poniendo a prueba sus reflejos… Bueno, al menos ahora hay autopista, no como entonces. La SER le recordará cada dieciséis minutos que debió contratar ese sistema de alarma que evita robos, intrusos y, en suma, todo orden de disgustos inmobiliarios producidos por terceros de malas intenciones.
El apartamento no está en primera línea de playa, ni siquiera en quinta. Aquel compañero de la oficina que, además, vendía seguros, le engañó. Usted lo sabía, sabía que no debía comprar sin verlo, pero le engañó.
Con lo de la cisterna no. De eso no tuvo la culpa el jodido vendedor de seguros. De eso se ha ocupado el tiempo. Pero la puta cisterna no funciona y cada verano la taza del váter tiene ese color anaranjado parduzco que indica que el agua estuvo goteando también estos últimos once meses. El fontanero (el mismo fontanero-estafador de los últimos treinta y dos años) volverá a cobrarle una suma desorbitada por un arreglo que podría haber hecho usted mismo si hubiera sabido cómo enfrentarse a una cisterna resentida.
¿Funcionará la nevera? El año pasado ya dio señales de fatiga. Obsolescencia programada, está seguro de que se trata de eso; los fabricantes se las saben todas. La instalación eléctrica… ya sabe que hay que revisarla, pero tampoco será este año. Los gastos de la Universidad de los chicos le obligarán a ser extremadamente cauto este verano.
Sabe que le esperan en el armario empotrado esas chanclas malditas que le harán rozaduras entre los dedos con la arena de la playa. Sabe que la sombrilla estará enrobinada porque el piso en invierno es muy húmedo. Y a lo mejor la tumbona en la que su mujer pasa las horas muertas panza arriba ya no está en uso para esta campaña. Eso es barato, se podrá permitir otra tumbona.
Las maletas esperan. El atasco está presto a formarse en el mismo momento en que su Renault Laguna aborde los primeros cincuenta kilómetros. Sí, el Renault Laguna también empezará a quejarse no tardando mucho.
Para cuando usted llegue a su destino será imposible encontrar aparcamiento a la sombra y el sol abrasará el volante de los coches que llegaron antes que usted. ¡Ah! El parasol… ¿Qué hizo con el parasol que le regalaron en el banco? Sabe que le costará encontrarlo y le costará un disgusto reconocer que ha perdido otro parasol.
En el apartamento de la playa no tiene el paquete fútbol de Movistar+. Y la silla plegable donde pasa las horas muertas delante del televisor de tubo es terriblemente incómoda. Pero para un mes tampoco le mereció la pena gastar mucho en equipar el puto zulo que le colocó ese ser infecto al que aún llamó durante años ‘compañero’.
Su mujer le está mirando inquisidora apoyada en el quicio de la puerta de la cocina. Se ha dado cuenta de que ha vuelto a perder el parasol y sabe que se quemará el culo cada vez que se siente en el viejo Laguna cuando la hora de comer indique que, por fin, se pueden largar del arenal abrasador atestado de ingleses con ampollas al que por eufemismo llamamos playa.
Pero es la hora. Cerrará la puerta con dos vueltas de llave y cerrojo. Apoyará la cabeza sobre el zaguán: ya echa de menos su sillón de orejas, su aire acondicionado y su canal de fútbol. A su espalda, un profundo suspiro y el sonido de otra cerradura le indican que su vecino del C también está en modo ‘inicio vacaciones’. Sus miradas se cruzan. Sobran las palabras.
Realmente es 1 de agosto.
(A la hora de escribir estas líneas otra chica de 18 ha sido violada en Bilbao por seis hombres de entre 18 y 36 años. Horas después una señora era apuñalada en la peluquería en la que trabajaba, supuestamente, por un admirador despechado. Si le siguen contando que la violencia machista no existe… sospeche.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.