domingo, marzo 29, 2020

Soliloquio

Ese imbécil está comprando las barras de pan una a una.
Y si yo no cierro la ventana voy a dejar la casa helada.
Luego sacará cuatro veces al perro meón ese que tiene. Será la próstata.
¿Cuántos muertos habrá habido en realidad en China? Lo que cuentan no se lo cree nadie. Claro, que igual hacen como en Francia, que solo apuntan los que se mueren en los hospitales… así les da mejor la cosa. Qué poquito me llena el ojo el Macron ese.  Eso de que cada uno cuente como le salga de los cojones, también manda narices.
Nosotros debemos ser los más tontos del mundo: ¡anda que contarlo todo…! ¿Y en Estados Unidos? Eso sí que no lo vamos a saber nunca: a 3.000 dólares la prueba, ¿quién podrá pagársela? No me puedo imaginar un país sin sanidad pública.
¿Otra barra de pan? Irá a hacer torrijas el gilipollas.
Pero vamos, que tangar al ministro con lo de los test de pega también tiene cojones… Mira que comprarlos en el AliExpress… ¡Incógnitas del comercio internacional! Estraperlo de mascarillas… ¡no me digas que la cosa no tiene guasa! Mercaderes haciendo su agosto con las cosas de sobrevivir.
¡Mierda! Todavía las ocho y cuarto. ¡Pues no me queda día! Si vuelvo a poner al Ferreras me corto las venas. ¡Qué estrés de hombre! Pues el 24 horas… uff, qué tostón. Pongo la radio. ¡Radio María! ¡Me meo! Esa es la solución de mi mañana de domingo. Porque menudo papelón el papa… ¡Menudo papelón! Ahí con sus bendiciones urbi et orbi perdonando los pecados a propios y extraños en la plaza desierta… ¡chica, qué imagen! Parecía el purgatorio mismo. ¿No se le habrá ocurrido a la Iglesia alguna cosita más que hacer? Yo, tan tranquila, con mis pecados perdonados y eso, pero ¿alguna cosita más no se les ocurrirá?  Podrían rezar también por la multiplicación de las mascarillas y los respiradores… o comprar algunos… vamos, digo yo.
¿Cómo estarán los chicos? A mediodía les llamo, a ver si van a estar durmiendo, como ese ceporro de marido que tengo. Bueno, no ha madrugado en su vida, así que no iba a empezar precisamente ahora. Mejor en la cama que dando ruido. Que duerma, que duerma, menos motivos para pedir el divorcio. No me extraña que se multipliquen estos días… ¡qué intensidad!  Voy a cambiar la hora. Si a las dos eran las tres… vaya, pues entonces son ya las nueve y veinte. ¿Me habrá mandado ya la entrada ese que escribe? Seguro, la envía a las nueve todos los putos domingos. A ver a quién pone hoy a parir, porque ¡qué boquita!
¡Mírale! Ya está con el perrito prostático. ¡Tonto del culo el tío!
¿Lo estará haciendo tan mal el Gobierno como lo pintan? Jajajajaja ‘lopintan’, el animal más fiero de la selva ¡no es tan fiero el león como lo pintan! Estoy desvariando. O se me ha roto el móvil o nadie se acuerda de que estoy encerrada en casa con ese ser del demonio. Y mira que lo del ERTE me importa un huevo, que salga el sol por dónde salga. De hambre ya sé que no me voy a morir con la paga de este muermo de hombre. Y la luz no la pueden cortar estos días, así que que les avíen. Si pago, pago y si no pago, no pago y ahí se las den todas. Y ¿caprichos? ¡Pero qué caprichos ni que ocho cuartos! Si hace más de un mes que no me compro zapatos. Bueno, solo unos, pero me hacían mucha falta, que no tenía nada azul. Dos años para prejubilarme y me encuentro en estas. ¡Quién me lo hubiera dicho!
La verdad es que tampoco en Europa lo están bordando, ahora que lo pienso… Holanda va y nos acusa de pedigüeños (como ellos tienen poco todavía no tienen prisa) y se vuelve insolidaria, apoyada por Alemania… ¡Alemania! Qué personas: su gobierno reconoce ahora los títulos a los médicos sirios, iraníes, iraquíes, a los que despreció cuando solo eran inmigrantes que huían de sus desastres particulares que, encima, eran mucho más desastre que este que estamos padeciendo aquí: ¡ahí caían bombas!. A lo mejor esos `valores de la vieja Europa’ de los que tanto nos gusta hablar son una mierda empapelada. Ahora está la Europa de los bloques: mierda de dos bloques… verás cómo se pasan de uno al otro según se les vaya poniendo la cosa peluda ¡que se les va a poner!
¿Estarán bien los chicos? Seguro que sí. Bicho malo… Pero esa chiquilla yendo y viniendo al hospital cada día… al final le va a contagiar a mi Jorge lo que no tiene. Pobre, esa sí que sufre. Los nuevos soldados, ¡quién lo iba a decir! Bueno, pero se lleva un aplauso todos los días, que a mí nadie me ríe las gracias. Peor está el inglés ese gordo, que lo ha pillado. Tenían que correrlo a gorrazos Down Street abajo ¡pues no va y deja que se contagie la peña para inmunizarse! A saber los muertos que lleva ese. Pero bueno, ha rectificado. Y si no el otro gordinflón, el del pelucón amarillo. Ese sí que no tiene ni puta idea. ¿Cuántos llevará ese?
Madre mía, que Dios me perdone, aquí hablamos ya de muertos como en Ciudad Juárez. Y eso de que solo le afecta a los viejos vamos a olvidarlo. Que viejos hay muchos, pero jovencitos también. Buff, pobres médicos… tener que elegir quién vive y quién muere… ¡esto nunca había pasado! Los recortes… los recortes… Eso no podía traer nada bueno. Igual da. No hay sanidad que aguante este envite. Esto habrá que repensárselo también.
20200328_224901Huy, mira, la policía interrogando al torrijas; total solo lleva cuatro viajes a la panadería y dos a sacar al puto perrito… menudo puro le metía yo. Tenía que denunciarlo, por aquí mismo, por la ventana. Pero cualquiera se asoma, así, en bata, toda sin peinar… Nada, que le den a él y a la policía.
Me hago daño en los dedos. Me voy a bajar de la lámpara.
El dibujo es de mi hermana Maripepa

Nota: A la hora de cerrar este post me llegado la noticia (La Voz del Tajo, 28/03/2020) de que la Junta de Personal del Hospital de Talavera de la Reina (Toledo), ha pedido explicaciones sobre los motivos de la Dirección del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha para solicitar la incorporación al servicio activo del personal sanitario en situación de 'liberado sindical', so pretexto de no estar suficientemente justificada y entendiendo que aún no se han agotado las posibilidades legales para dotarse de personal contratado. Nunca he estado tan seguro de que el sindicalismo en el ámbito de la Administración Pública, siendo tan necesario como sabemos que es, es algo que tendremos que repensar muy seriamente más pronto que tarde.

domingo, marzo 22, 2020

Jaque al Rey

A la sociedad española le ha dado un infarto.
Bueno, quizás una angina de pecho, que suena menos a mortal de necesidad. Una angina de pecho.
Por lo que tengo leído y escuchado, cuando uno sufre un accidente de esta naturaleza aprende cosas. Aprende que fumar no es bueno, que un coche tan grande no vale para mucho, que hay algunas personas con las que no merece la pena gastar demasiado tiempo o que con la tele que hay en el salón, aunque no sea 4k, le sirve de sobra para ver el Sálvame de luxe ese de los cojones. Aprende, en definitiva a disociar lo que importa de lo que no importa y a prescindir de esto último, porque valora demasiado lo primero.
Pues a la sociedad española, con esto del COVID-19 y del confinamiento que ha supuesto el estado de alarma decretado por el Gobierno, es como si le hubiera dado un infarto.
Miramos a nuestro alrededor y comprendemos la cantidad de sujetos y de adminículos superfluos de los que estamos rodeados en nuestra vida cotidiana. Nos preguntamos, por ejemplo, qué coño pinta sobre el aparador ese humidificador de puros con cinco Farias despeluchados y resecos, cuando se sabe perfectamente que nadie los fuma en casa. No los fumará… o al menos no esos.
Demasiadas cosas no nos hacen falta. Es la opulencia.
Perdido en estas divagaciones, obligado por el aburrimiento de estar confinado entre cuatro paredes, en su televisión no 4k aparece el Rey.
20200321_202315El Rey no habla de lo suyo, porque bastante tiene con sufrirlo para sí. No habla de lo de su padre, porque da una vergüenza que se muere. No habla del coronavirus porque no tiene ni puta idea de qué decir sobre eso. Tampoco habla de España, porque no sabe exactamente a qué tendría que referirse, ni de los españoles, porque no sabe quiénes somos.
El Rey habla de nada.
Por detrás de su discurso hueco se escucha la cacerolada que se está produciendo simultáneamente en las ciudades más importantes del país, que han añadido una ruidosa manifestación de desagrado a su majestad al aplauso diario a los profesionales sanitarios.
Mientras suenan las cacerolas, él, con el gesto sereno, la barba cuidada, la mirada perdida en el mar cristalino de algún paraíso fiscal y el porte impecable, irrumpe en nuestro comedor, agradece lo que ya todos agradecemos (solo faltaría que, encima, no lo hiciera) y lanza un ‘mensaje de esperanza’ que a nadie le importa un pimiento. 
Entonces usted mira al Rey, tuerce la vista hacia el viejo humidificador de puros y se dice: verdaderamente, hay algunas cosas que no sirven para nada.
Debe ser la opulencia.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, marzo 15, 2020

Distopía

¿Qué le pasa al Covid-19 que está sometiendo a la sociedad española a la prueba de estrés más intensa que ha soportado desde la muerte de Franco?
No mata más que la gripe, y mucho menos que el hambre. No es más peligroso que la estupidez, ni que las guerras comerciales. No produce dolores insoportables, ni deja en la piel secuelas incurables como el síndrome tóxico aquél. Y, sin embargo, el nivel de alerta que está generando es infinitamente mayor que cualquiera de ellas.
¿Qué le pasa al Covid-19?
Por lo que se ve (así me lo explica un amigo experto), lo que le pasa al coronavirus no es otra cosa que su extraordinaria capacidad de propagación, sumada a la inexistencia de una vacuna. Esto hace que los casos de contagio se den en un espacio muy corto de tiempo, que se concentren muy rápidamente una enorme cantidad de personas infectadas;  que colapse el sistema sanitario y, por ende, que la enfermedad no se pueda tratar con garantías a toda la población que simultáneamente la contraiga (no hay tantas camas de UCI, ni tantos ventiladores pulmonares). Nada más. Y nada menos.
20200315_010447El lío: La alerta, al menos hasta aquí, ha sido únicamente oficial. La sociedad en general no se lo ha llegado a creer del todo porque, individualmente, no nos sentimos en riesgo de que la enfermedad nos alcance y sea fatal para nosotros aunque lo pueda ser para nuestros mayores o para personas con otras patologías a quienes podamos contagiar.  Así las medidas que hasta aquí han adoptado las autoridades sanitarias se han convertido en un arma de doble filo: de nada sirve cerrar las escuelas si mandamos a los niños al parque con los abuelos, o clausurar el centro de trabajo si la decisión de la familia es salir para la playa a tomar unos días de vacaciones de primavera y las terrazas de los bares se llenan de público.
Porque estas crisis globales tienden a sacar lo mejor y lo peor de cada quién y ese es un ejemplo. Otro: si mezclas un tanto de deslealtad, otro de antipatriotismo y una pizca de estulticia, aparece Pablo Casado acusando al Gobierno de entregarse a la ciencia en lugar de asumir el liderazgo político (a lo mejor el tanto de estulticia no es solo una pizca), lejos de tratar de transmitir esa sensación de unidad que tanto ayudaría a la población en general a sentirse solidaria y protegida por el aparato del Estado. Pero, otro ejemplo: importantes empresarios hosteleros ceden gratuitamente habitaciones para el confinamiento de personas de riesgo que no cuentan con las condiciones necesarias para permanecer aislados los catorce días que son de rigor. Y más: jóvenes que se ofrecen para el cuidado de niños o ancianos o para hacer la compra a las personas aisladas, familias que se organizan para atender las necesidades de su comunidad… un sinfín de manifestaciones de solidaridad que nos hacen congraciarnos con el género humano.
Pues bien, ayer por la tarde el Consejo de Ministros tomó la decisión que ya había anunciado el viernes el presidente del Gobierno: declaró el estado de alarma.
Sucedió tras la más larga sesión del Consejo que se recuerda en España (más de siete horas), debido a las discrepancias entre los socios de Gobierno, a las trabas que andaban poniendo el lehendakari Urkullu o el presidet Torra y a las presiones de algunos sectores del mundo privado. Pero sobre este asunto tendremos ocasión de reflexionar cuando las aguas vuelvan a su cauce.
Es la segunda vez (la primera se produjo en 2010, como consecuencia del plante masivo de los controladores aéreos) que en España se emplea uno de estos estados de excepcionalidad que regula la Constitución y en ambas ocasiones se ha utilizado su acepción menos limitativa. El plazo: 15 días que solo podrán prorrogarse previa autorización expresa del Congreso de los Diputados.
Básicamente, en lo que afecta a la ciudadanía, el Real Decreto (artículo 7) restringe un derecho fundamental como lo es el de la libre circulación de los españoles por el territorio nacional. Lo consagra el artículo 19 de la Constitución que es, precisamente, el que abre la sección de los derechos fundamentales y las libertades públicas.
Se establece la prohibición, con carácter general de circular por las vías de uso público, si bien se contemplan una larga lista de excepciones que tienen que ver, desde con la compra de alimentos o la atención a las personas afectadas, hasta con la mera asistencia al puesto de trabajo o al banco. Esta medida no entrará en vigor hasta las 08:00 del lunes 16, con lo que a los madrileños les dará tiempo a volver de Santa Pola.
Igualmente, se establece la suspensión de la apertura al público de los locales y establecimientos que se relacionan en el anexo I de la norma (casi los de todas clases, salvo alimentarios, farmacias y productos de primera necesidad), así como cualquier otra actividad o establecimiento que a juicio de la ‘autoridad competente’ pueda suponer un riesgo de contagio. Esta medida no afecta a los lugares de culto o ceremonias civiles o religiosas que quedan, sin embargo, limitadas a garantizar que entre sus asistentes se pueda observar la distancia de seguridad de un metro.
La ‘autoridad competente’ a los efectos del ejercicio de las funciones que contempla la declaración del estado de alarma, se delega en los ministros de Defensa, Interior, Transporte y Sanidad (los cuatro pertenecientes al PSOE), siendo este último el que ejercerá las competencias de las áreas de responsabilidad que no recaigan en ninguno de los otros tres.
Son apenas un muestrario de las medias que contienen en los 20 artículos de los que la norma consta. 
También activa el ‘Comité de Situación’ (artículo 4.4) que la Ley de Seguridad Nacional prevé como apoyo al Gobierno en materia de ‘gestión de crisis’ durante la vigencia de los estados de alarma y excepción. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los Cuerpos de Policía de las comunidades autónomas y los dependientes de las corporaciones locales, quedan bajo el mando único de ministro del Interior.
Ahora solo nos cabe a cada uno hacer todo lo que se pueda para que, cuanto antes, vuelvan las terrazas, las calles comerciales, las comidas bulliciosas, las visitas a los abuelos, los besos. Que esto sea solo una mala pasada y que los pueblos no se habitúen al ostracismo que previene las catástrofes. No sea que mejore la calidad del aire, aumente el ahorro de las familias, disminuya la inmigración, baje la mortalidad, se prolongue la esperanza de vida, caiga la delincuencia, suban los índices bursátiles… y alguien llegue a la conclusión de que esta y no otra es la manera correcta de estar en el mundo.
 Porque lo malo de las distopías es que, a veces, se hacen realidad. Y esta es de verdad.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, marzo 08, 2020

El Rey

La monarquía es una cosa antigua, muy antigua. Tiene que ver con los derechos de los señores sobre los territorios y las personas que los ocupaban, usos y costumbres que se instauran en la Península Ibérica con los visigodos (año 410 d.C. monarquía Tolosana) y que aún conservan reminiscencias en nuestros días en los que, por cuestiones de nacimiento, un puñado de familias conservan determinados privilegios sobre naciones enteras y, lo creamos o no, sobre sus gentes.
Una monarquía es, realmente, una cosa muy antigua.
Sin ánimo de rigor histórico, la Casa de Borbón o dinastía de los Borbones, fue restaurada en el trono de España por el dictador Francisco Franco, a su muerte, pues dispuso a modo de un emperador ser sucedido por el hijo de quien entonces era el jefe de la Casa Real, Juan de Borbón, que vivía dulcemente asilado en Portugal con una pingüe asignación del Gobierno de España y otras riquezas de más oscuro proceder. Una inconveniencia histórica, pues era a este y no a su hijo al que correspondía tan alta dignidad, pero por lo visto no se caían bien los dos personajes y mandar, lo que se dice mandar, mandaba más el dictador (mucho más, en realidad) y esta incorrección sucesoria le importó un carajo, para entendernos.
Allá por el año de gracia de 1977, Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona, renunció a su derecho dinástico y la jefatura de la Casa Real en favor de su hijo, ya Rey, en un pomposo acto en el Palacio de la Zarzuela, en presencia de todo bicho viviente y las más altas magistraturas del Estado. Y así Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinó con el nombre de Juan Carlos I, ejerció la Jefatura del Estado con todos los honores hasta que, también él, tuvo que abdicar en su hijo (no el primogénito, pero sí el varón) Felipe de Borbón y Grecia, hoy ya Felipe VI. El no menos pomposo acontecimiento tuvo lugar en 2014, en el Palacio Real, Madrid.
Cuento este cuentito solo para dejar constancia del absurdo que supone en nuestros días que padres e hijos se repartan legados de esta naturaleza. Uno hereda junto con sus hermanos un apartamento en Santa Pola o la representación en bronce de la Última Cena que colgaba de la pared del salón, pero ¿un estado? ¿Se puede heredar un pueblo? ¿Entero?
Pues sí. Se puede.
Aceptada esta premisa, no por razonable sino por cierta, España entera asumió el capricho del dictador y soportó a un Rey al que solo se daría legitimidad después de que la Constitución Española fuera votada en referéndum y aprobada con el bicho dentro, es decir, incluyendo la restauración de la Casa de Borbón, que se proclama “hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”, según el literal de su artículo 57.
Hasta aquí todo es Historia. Algo más que discutible en términos generales, pero Historia.
Nada que decir de los fondos oficiales que ha manejado y maneja la Casa Real. Son tan opacos en su gestión como cuantiosos, pero son las reglas del juego, se aprueban cada año (bueno, algunos no) dentro de los Presupuestos Generales del Estado y no suponen, verdaderamente, un bocado escandaloso: apenas alcanzan los ocho millones de euros, que se aplicarían igualmente en cuantía similar a una hipotética Presidencia de la República, si bien es cierto que otras muchas partidas presupuestarias se ocupan de gastos regios. Reglas del juego. Aceptemos.
Pero ¿y los otros? ¿Y los fondos no oficiales que manejan los monarcas? ¿Las cuentas en paraísos fiscales? ¿El desconocido patrimonio privado que las familias reales manejan al margen de su asignación presupuestaria pública?
Sabemos hoy que en el turbio caso de Juan Carlos I, le llegaba el dinero para regalarle a su princesa ¡sesenta y cinco millones de euros! (probablemente bien ganados en servicios a la patria o tal). Y especulamos con los números que arroja la prensa internacional, que cifra su fortuna en entre 2.000 y 2.300 millones de dólares.
No importa hacer cuentas para saber que semejante cantidad es imposible ahorrarla por las buenas ni, por lo tanto, para intuir que en la Casa Real Española han pasado cosas que es necesario saber.
20200308_003836Tampoco importa recordar aquellos discursos regios de las navidades, cuando el monarca se marcaba un ‘Rodrigo Rato’ denostando, mientras la practicaba, la lacra de la corrupción que asolaba al país, para explicarnos hasta qué punto era execrable. No es necesario decía, recordarlos, para asumir la catadura moral del sujeto en cuestión. Pero a lo mejor sí importa recordar que esos cien millones de dólares ahora en cuestión, tan generosamente repartidos con la princesa también en cuestión, se los regala el Rey saudí al de aquí en los alrededores del año 2011 (fecha de la adjudicación a un consorcio español del contrato multimillonario para la construcción del Ave Medina-La Meca), cuando en España los mortales comunes nos estábamos quitando a hostias la penuria que había producido la gran crisis de 2007. Y que esa donación graciosa (de su graciosa majestad, que se muere de risa) está siendo investigada por la Fiscalía suiza, que parece no verla tan clara.
Y quiere la izquierda española (o parte de ella) una comisión de investigación para aclarar tanta duda. ¿A alguien le parece mal?
Haría muy mal el PSOE impidiéndola junto al PP. Porque si la corrupción es efectivamente execrable, cuando alcanza la Jefatura del Estado y salpica a un tipo al que, sin comerlo ni beberlo, por el mero hecho de pertenecer a una familia con orígenes feudales, se le ha dado todo y se le ha permitido vivir como un rey (nunca mejor dicho) a costa de todos, si alcanza a este tipo, es ignominiosa.
No me importan nada las consideraciones jurídicas sobre la inviolabilidad del monarca emérito y hasta dónde alcanzan en el tiempo. Me importa saber.
Tenemos derecho a saber. Y a decidir en consecuencia.
Porque a lo mejor esto de la monarquía se desvela a la luz de los hechos como algo verdaderamente antiguo. Y, también a lo mejor, podrido.
(PD. En el momento de cerrar estas líneas, ya en el día de la mujer, la eurodiputada popular Dolors Montserrat ha cometido la insensatez de decir que con el Gobierno de Sánchez hay más mujeres asesinadas que con el PP. Si el Partido Popular no se lo hace mirar cuanto antes y sigue cayendo tan bajo, más pronto que tarde se va a confundir con la misma mierda en que quiere convertirlo todo. Hay cosas con las que no hay que jugar y, quien juega con ellas no merece estar en política.)
Y el dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, marzo 01, 2020

Jarrones chinos


Añadir leyenda
Aquella comparación hizo fortuna. Yo se la atribuyo a Felipe González, pero no si se alguien ya la había hecho antes. ‘Los presidentes, cuando dejamos de serlo, somos como jarrones chinos: objetos de gran valor que nadie sabe dónde colocar’, dijo. No es literal.
Cuando pronunció esta frase (muy poco después de perder contra José María Aznar las últimas elecciones a las que comparecería como candidato) no sabía hasta qué punto tenía razón. Ni podía imaginar hasta qué punto resulta molesto un jarrón chino en el piso segundo, letra C, de un bloque de promoción pública de las afueras de la ciudad.
No es solo que estorbe. Es que se convierte en una puta china en el zapato del Estado.
Los que han sido presidentes tienen un enorme poder de influencia, más allá de sus más que discutibles sillas en esos consejos de administración, porque sus partidos les escuchan, sus simpatizantes aún les simpatizan y los medios de comunicación amplifican sus palabras.
Y este poder de influencia se puede usar solo en dos sentidos, a saber: para bien y para mal.
Recordar a José María Aznar tirando dardos envenenados contra Mariano Rajoy, hasta el punto de abandonar sus cargos en el partido hace que nos ruboricemos un poco, por aquello de la deslealtad institucional de que hizo gala. Pero ganó. Y ahora el Partido Popular es un reflejo de sus ensoñaciones ultraliberales a las que nadie sabe (ni parece querer) poner freno.
Felipe González tenía una animadversión personal notoria hacia José María Aznar, lo que no es de extrañar al comprender la forma entre insolente y sobrada en la que se producía el popular.
Más ¡oh fatalidad!, ahora es tanto más lo que les une que lo que los separa, que ya no sabe uno a cuál de los dos escucha cuando hablan. Y ¡oh fatalidad!, no es ello consecuencia de un sorprendente giro hacia la moderación que se haya podido producir en la cabeza de Aznar
¿Qué le pasa a nuestro presidente González? ¿Qué le pasa? ¿Por qué denosta con tanta insistencia todo lo que no es él mismo? ¿Por qué se separó tanto de Rodríguez Zapatero y ahora, simplemente, anuncia que votará en contra las iniciativas de Sánchez? ¿Dónde se ha quedado esa lealtad que ha exigido siempre (con escaso éxito) a su oposición, a los miembros de su partido, a sus correligionarios? ¿Qué pinta haciendo bolos con Aznar allá donde quieren oírle, apoyando sus tesis de ultra?
Y ¿qué coño pasa con esa mesa entre gobiernos? Pablo Casado ya la ha bautizado como la mesa de despiece de la soberanía nacional (¡cómo le gustan los ripios a este Casado!). ¿Qué ofende tanto a las testas coronadas? ¿Tanto les humilla? ¿O les puede el miedo a que, como sucedió con ETA, sea el PSOE el que resuelva el conflicto y ellos no puedan seguir rentabilizando el odio entre hermanos en Cataluña para arañar votos en el resto de los territorios de España? ¿Qué pasa con ese nacionalismo de mierda (el españolista) que conduce a que solo la victoria sobre los insurrectos satisfaga sus egos patrióticos? ¿Por qué nos hemos hartado de clamar por el diálogo y ahora que se produce lo tiroteamos desde todos los flancos posibles?
Señor González, señor Aznar, el Gobierno se ha sentado a negociar con los representantes legítimos del pueblo de Cataluña. Era lo que le exigíamos. ¿Qué quieren? ¿Acaso que Quim Torra (que es quien es, por cierto) venga a Madrid como al humilladero con la cabeza gacha a prestar capitulaciones? Eso no va a pasar.
Esquerra Republicana de Catalunya, se pongan como se pongan, ha hecho un ejercicio de responsabilidad enorme permitiendo la gobernabilidad de España, aun poniendo en riesgo su capital electoral en vísperas de sus comicios. ¿Nadie más lo ve? El PP no ha estado ahí. Tampoco Ciudadanos. Vox, ni está, ni se le espera. Si es tanta la repulsión que les produce este acuerdo ¿por qué no lo hacen prescindible? Sería tan fácil…
Hay un gobierno progresista en España que tiene que empezar a caminar y necesita de todos los apoyos de la izquierda. También el suyo, señor González. Abandone su ego y, si sigue en pie para entonces y continua siendo socialista, apoye a su presidente. Se llama Pedro Sánchez, es el presidente del Gobierno de España, nos guste más o menos. Tiene que hacer su trabajo con las herramientas que se han construido en las urnas. Y son las que son. Lo llamamos democracia.
Por fin, una vez más, José Luis Rodríguez Zapatero viene a poner el punto de cordura. Le preguntaron: entonces ¿diálogo? Y respondió: claro, ¡diálogo! ¿Hay acaso otra fórmula?
¡Gracias, Zapatero!
El dibujo es de mi hermana Maripepa