domingo, abril 25, 2021

Lo irreal. Lo real


Esperanza Aguirre vendía un Goya de estraperlo. Los hay. No deben ser muchos, pero la noble familia política de Esperanza Aguirre tenía uno opaco. Sin registrar. Como había sido ministra de Cultura y era la presidenta de la Comunidad de Madrid, sabía lo que hacía. Y sabía cómo tenía que hacer para burlar la normativa que ella misma estaba llamada a vigilar. Y eso ¿por qué? Porque las normas no son para ellos. Porque una cosa es que la gente de la calle, la plebe, vaya vendiendo goyas por ahí a tontas y a locas, que eso no se podría tolerar, sería tráfico de obras de arte, y otra bien distinta que nosotros, la nobleza, no tengamos derecho a vender nuestros goyas como nos dé la real gana.

Nosotros la nobleza, la elite económica, los de siempre, los de los apellidos compuestos, los de la alcurnia, lo podemos todo. Entiéndase que las normas están hechas para mantener el orden. Pero nosotros, los de siempre, somos el Orden. Es el mundo de la irrealidad, el que solo incumbe a los pocos elegidos a los que las normas no afectan, porque somos el Orden, lo entienda usted o no.

Azote del comunismo (si es que lo hubiera)

El mundo de la realidad es mucho más básico. Como más elemental, diríamos. Para combatirlo hemos bajado a la arena a Rocío Monasterio (una inmigrante cubana muy bien casada que, por ello, ha ascendido de condición y no es una de esas MENA que nos salen tan caras), armada con una navaja barbera y un título de candidata. Y hemos afilado nuestras balas y las mandamos por correo a los ministros del rojerío, a directoras generales, a otros candidatos que no merecen el título de tal, porque no son de los nuestros. O ¿qué se habrán creído?

Las cosas pueden llegar hasta un límite. Pero ya se ha sobrepasado y Rocío Monasterio ha llegado para que las aguas vuelvan al cauce del que nunca debieron salir.

Rocío no, pobre. Rocío solo tiene su navaja barbera algo mellada y sus títulos de candidata y biencasada (el de arquitecta lo obtuvo demasiado tarde para ejercer). Romperlo todo, exasperar al respetable, llenar de odio las calles y las estaciones de Metro es, en realidad, el objetivo de quienes somos el Orden.

¿Cree usted acaso que nosotros estamos obligados a cumplir las reglas? Pregúntele a Esperanza. Y no se equivoque. Hemos entrado en el sucio juego de la democracia (democracia, ¡qué palabreja!) porque ellos nos han obligado a atacarla desde dentro. Porque las cosas estaban pasando de castaño oscuro con tanta leyecita de pacotilla y tanto sueldecito y tanta mamandurria. ¿Qué es eso de que usted se pueda casar con quien le dé la gana o pueda elegir libremente el momento en el que ha de morirse o el género con el que se identifica? Y, sobre todo, ¿Qué pamplina es esa de que nosotros tengamos también que pagar impuestos por nuestros goyas o por nuestras riquezas? ¡A ver si se cree que a mi bisabuelo el vizconde se las regalaron!

¿Es que no ve la de personas que están dispuestas a partirse el pecho por nuestra causa en el momento que entonamos la palabra libertad? ¿No se dan cuenta de la clase de sociedad que han creado con tanta gilipollez? ¡Ahí los tienen convertidos en votantes apasionados! ¡Ja!

Se han acabado los debates electorales. Se acabaron. ¿Qué clase de democracia es esta en la que me exigen repudiar práctica tan democrática como enviar amenazas de muerte en forma de balas de cetme a mis oponentes? ¡Rocío, échalos del plató! Bastará esa insolencia cínica y esa sonrisa halitósica de suficiencia para que se vayan marchando. No tienen media hostia. “Vamos, valiente, levántate y lárgate, que es lo que queremos todos los españoles”. ¿O no cree usted que Rocío Monasterio encarna en sí misma (no por nación, sino por matrimonio), el parecer de España toda?  

Se acabaron los debates electorales. Vamos poco a poco a por la democracia (¡qué palabreja!) “Pablo, cierra al salir”, tú no eres del Orden.

Esto se acaba. La amenaza del comunismo es el arma más eficaz. Esa y la navaja barbera de Rocío Monasterio, agitada (no batida) con la pose castiza de Isabel Díaz Ayuso, otra débil mental que también ondea, junto con su título de candidata, los colores de la bandera.

¿Importa algo retomar las viejas tácticas del período de entreguerras (balas, miedo, golpes de estado si llegara el caso) para lograr el alzamiento?

La amenaza del comunismo provocó 16 golpes de estado en Europa entre 1920 y 1938, todos de corte fascista. Todos salvando a las respectivas patrias de la amenaza bolchevique que, fuera real o no, encarnaba la destrucción de los privilegios de las grandes fortunas, de la aristocracia, del Orden.

Obreros del mundo: ¡cuidado con el comunismo! Obreros de España: ¡Cuidado: nos roban la libertad! ¡No quieren que vendamos nuestros goyas! ¡No podéis permitirlo!

¡A la lucha!

Eso es lo real.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, abril 18, 2021

La madrileña

Chabacana pero simpática

Mi hermana Maripepa dice que Ayuso barrerá en las elecciones del 4 de mayo, porque se le entiende todo.

Ese lenguaje cuidado de los politólogos que han invadido todo lo que se mueve a la izquierda del PSOE, nos tiene a todos un poquito hasta los cojones. Porque es una verdadera pesadez escuchar la pedantería esta de los espacios de co-decisión política en escenarios de gobernanza compartida, cuando lo que quieres decir es que tú también mandas y que si no te dejan la vas a liar parda.

Ayuso guiando al pueblo

Ayuso no dice espacios de co-gobernanza. Ni se le ocurre. Se trastabillaría sin ningún género de dudas. Ayuso dice ¡Comunismo o libertad! Y en pose de Libertadguiandoalpueblo, pero más tapada, como si de la Revolución Francesa se tratara, ondea su bandera de estrellas y lanza a su pueblo contra el inquilino de la Moncloa, principio y fin de todos los males de la hostelería.

El discurso ramplón enfebrece a las masas. Se le entiende todo a esta muchacha que, para cuando queramos darnos cuenta, habrá hecho del nacionalismo madrileñista ese licor suavísimo que reconforta a los propios y enerva a los extraños. España dentro de España ¿qué otra cosa es Madrid?

Madrid, castillo famoso/que al rey moro alivia el miedo,/arde en fiestas en su coso,/por ser el natal dichoso/de Alimenón de Toledo. (Nicolás Fernández de Moratín, dixit).

Y, sin embargo, el daño será enorme. No puede ser de otra manera. Porque un pueblo cuyo hecho diferencial más notorio había sido la ausencia de hecho diferencial, se identifica ahora con las consignas facilonas que envuelven de magia cateta, hostelera y pseudo-libertaria, un madrileñismo convertido en conjura contra todos.

Ayuso agrede la inteligencia política más liviana. Igual que la agredía Trump o que la siguen agrediendo Bolsonaro u Orbán. Es el catetismo de derechas llevado a sus últimas consecuencias, ese que llega a la fibra sensible del elector con el grito de ‘¡nos quieren arrebatar la libertad!’.

Bajar y bajar impuestos (una comunidad rica, que se puede permitir tal lujo a base de contar con un endeudamiento desproporcionado y de dejar bajo mínimos la calidad de los servicios públicos esenciales, privatizando aquello que por su naturaleza no puede privatizarse). Bajar impuestos y abrir los bares. Despreciar las normas más elementales de convivencia entre los pueblos en tiempo de pandemia, aunque sea a costa de despertar esa madrileñofobia de la que ya habló el doctor Simón. Convertirse en el azote del Gobierno de España para batirse, no con Sánchez, sino con Casado, por ocupar la gran silla que da acceso a las mieles del poder. Eso y despertar en cada madrileña, en cada madrileño, ese prurito de superioridad moral que otorga formar parte de la capitalidad del Estado. 

Romperlo todo.

Y en Leganés, en La Elipa, en Carabanchel, en Móstoles, entrando en olor de multitudes a esos mítines en los que no dirá nada, en los que no hablará de su proyecto de comunidad, en los que no significará nada la economía, ni el desempleo, ni la degradación del medio ambiente. En esos mítines en los que se escuchará que el Gobierno bolivariano nos quiere robar la libertad que hemos conseguido con tanto esfuerzo y que ella, Ella, ha sido llamada para impedirlo.

¡Madrileñismo o muerte! ¡Los bares abiertos y el chocolate espeso!

Y cuando, con Vox, gobierne en la Comunidad y demuestre a ciencia cierta que ¡sí se puede!, se batirá el cobre con su jefe de filas con todo el bagaje de haber sido la primera candidata en rozar la mayoría absoluta en un pueblo que, eso sí, entendía todo lo que decía.

Parece un mal sueño, pero si Trump pudo, Ayuso va a poder. Y, recordando a Gómez de la Serna, “Una pedrada en la Puerta del Sol mueve ondas concéntricas en toda la laguna de España”

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, abril 11, 2021

La tasa Covid

 Sé que no sucede con mucha frecuencia pero el mundo, de cuando en cuando, nos sorprende con alguna propuesta que nos deja ojipláticos ante el ordenador al repasar la prensa del día.

Cuando la realidad económica parece centrada en la subida de la electricidad y los carburantes, ajena a la lentitud de la recuperación económica y, por ende, al sufrimiento de la ciudadanía (a los grandes operadores de la energía les importa un huevo que las familias se sigan quitando el hambre a hostias mientras el Gobierno les ingresa o no lo que les corresponde del ERTE en el que están metidos), aparece un atisbo de racionalidad de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI) que se atreve a decir en alto lo que, en realidad, todos tenemos en mente desde la aparición de la covid-19 y de la pandemia económica que lleva implícita.

¿Por qué no pagan la factura los que se están forrando a su costa?

Parece una simpleza; la reflexión de cualquier iletrado y, sin embargo, también el FMI ha caído en la cuenta: que los más ricos ayuden a pagar la factura de la crisis y, especialmente, aquellos que se han enriquecido como consecuencia de ella, las farmacéuticas, las empresas altamente digitalizadas.

No es la conclusión a la que ha llegado una colla de comunistas irredentos que buscan destruir el sistema a base de terminar con el capitalismo, que es de lo que comúnmente acusamos a todo aquel que mira hacia los poderosos con intención de que repartan un poquito más. Es la recomendación del último informe “Monitor Fiscal” del FMI que no son, precisamente, un peligroso grupo de revoltosos.

El dato es que el Fondo Monetario aboga por que “para ayudar a satisfacer las necesidades de financiación relacionadas con la pandemia, los responsables de formular las políticas podrían considerar una contribución temporal de recuperación de la Covid-19, que grave los ingresos más altos y la riqueza”. ¿Cómo se queda?

Indican que la fórmula no puede ser homogénea y que mientras “en las economías emergentes y de bajos ingresos, la prioridad será mejorar la administración fiscal y recaudar más impuestos al consumo”, “en las economías avanzadas observamos una erosión de los ingresos del impuesto de sociedades y también vemos una erosión en la recaudación de la renta de las personas en la parte más alta de la escala de riqueza”.

El resumen, una tasa temporal que grave los ingresos más altos y la riqueza, a modo de la que ya se impuso en Alemania para ayudar a la reunificación del país tras la caída del Muro de Berlín o a las que ya se ensayaron en Australia o Japón en la segunda década de este siglo (2011y 2013 respectivamente).

La fórmula es tan simple que seguramente, en casa, a la hora de comer, ya se ha formulado una y otra vez: ¿es posible que la industria farmacéutica, cuyos beneficios a costa de la pandemia no creo que se puedan calcular, no esté colaborando en paliar las consecuencias de esto que la enriquece hasta ese punto? ¿Puede ser que las tecnológicas, con un repunte en las bolsas no conocido hasta hoy, sean ajenas al esfuerzo de la recuperación? ¿Podemos permitir que la gran banca siga haciendo oídos sordos al clamor de la sociedad por un reparto más justo del sufrimiento?

Segundo: Hambre cero

El FMI ve en peligro la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por la ONU en la Agenda 2030: Fin de la pobreza, Hambre cero, Salud y bienestar, Educación de Calidad, Igualdad de género, Agua limpia y saneamiento, Energía asequible y no contaminante, Trabajo decente y crecimiento económico, Industria, innovación e infraestructura, Reducción de las desigualdades, Ciudades y comunidades sostenibles, Producción y consumo responsables, Acción por el clima, Vida submarina, Vida de ecosistemas terrestres, Paz, justicia e instituciones sólidas, Alianzas para lograr los objetivos.

El FMI, decía, ve en peligro los ODS. Los enumero para reafirmar su contundencia. Los diecisiete. Yo he bajado quince peldaños esta primavera y estoy pensando solo en los dos primeros: Fin de la pobreza, Hambre cero. ¿A quién ofende que esto lo paguemos entre todos? ¿A quién ofende que alguien pueda estar pensando en que los que tienen tanto más que los demás paguen una factura más alta?

La propuesta apenas ha tenido acogida mediática. Vicente Vallés estaba tan ocupado en lucir su luto por la (no exactamente temprana) desaparición del duque de Edimburgo, que olvidó que las más altas instancias económicas del mundo están pensando, al fin en alto, en un reparto más justo de la riqueza planetaria. Los telediarios prefirieron abrir con la transcendental noticia de la muerte de un príncipe británico del que no se conoce más aportación a la humanidad que haber sido el educado consorte de una reina.

Esto de la tasa Covid… ¿será cosa de comunistas?

El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, abril 04, 2021

Año II

 Aquello que llamábamos ‘nueva normalidad’ se va convirtiendo en ‘simple normalidad’. Y no mola.

Habíamos aprendido que se puede vivir sin fútbol y que las enfermeras que se afanan en las unidades de cuidados intensivos velando por la vida de los afectados por la covid-19 son más importantes que los futbolistas aunque ganan un poco menos.

Este año hemos aprendido que también se puede vivir sin procesiones y que no vale la pena ponerse tristísimo por la cosa de la muerte de Jesucristo, toda vez que tenemos la experiencia de que va a resucitar (todos los años pasa en un domingo como hoy).

Entre tanto, hemos aprendido, salvo en Madrid, que se puede vivir sin bares, con las horas de circulación acotadas, con los comercios a medio gas, sin invitados en casa, con el número limitado de personas con las que dar un paseo, sin ver a nuestros sobrinos, a nuestros nietos quienes contamos ya con edad para tenerlos, sin viajar al extranjero, sin expectativas.

Hemos aprendido a que cada día el número de muertos ascienda o disminuya (150, 300…) según el estado del número de ola pandémica en la que nos encontremos y a asimilarlo como una cifra más de las que nos ofrecen los informativos con el mismo tono monocorde: sube el paro, bajan los muertos, se prevé crecimiento negativo (¿qué coño querrá decir?) de la economía para 2021. Cifras, al cabo.

La disnormalidad se ha convertido en lo cotidiano.

Supongo así que, para romper la monotonía, no debe extrañar que una sede de Podemos, la de Cartagena, sea atacada por un grupo de necios con artefactos explosivos o que el Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos, sufra un atentado (el segundo en tres meses) perpetrado por un tipo que buscaba no sé qué alivio estrellando su coche contra la protección del edificio. Los franceses son más pacíficos, sin embargo, y pueblan la capital de España en busca de la cerveza que en su país le niegan. Alguien les ha dicho que en Madrid está todo abierto (y es verdad) y sus calles no estaban tan pobladas de gabachos desde 1808.  

Alegres muchachos de fiesta en Madrid

Y es que la presidenta madrileña no cree en las ‘medidas’. De alguna manera es normal: no ha leído mucho y tiene como asesor al mítico Miguel Ángel Rodríguez (poco que añadir), tándem que ha decidido que si haces lo que nadie más hace, te diferencias. Y ¡vaya que sí te diferencias! Para eso tiene que faltarnos a todos al respeto (y vulnerar nuestro derecho a la salud), pero pocos lo advierten. De hecho, le funciona, porque el concepto de libertad que maneja esta derecha nuestra, ajeno a todo lo que comporte no hacer lo que te salga de los cojones si es que puedes y si no peor para ti, funciona muy bien para estos que sí pueden. Y no creo que sea un efecto de la pandemia que haya abotargado su mente infantil. Más bien creo que es una estrategia bien medida que conducirá el 4 de mayo a otra victoria de esta “derecha libertaria” que se amamantó a los pechos de Silvio Berlusconi y se hizo fuerte a los de Donald Trump.

Pero entonces no había pandemia en el planeta: cada uno podía volver a casa a la hora que quisiera y cocerse a cañas en el bar de su elección en cualquier lugar del mundo dotado de electricidad. Ahora no. Entonces ya jodía, pero ahora jode un poco más porque ya no nos quitan solo esas verdaderas libertades que falsamente enarbolan, ahora nos contagian de una cosa que mata.

Andamos apenados, sujetos a una forma de estar que no es la nuestra, limitando todo aquello de lo que hace poco más de un año disfrutábamos sin saber que eran lujos. Soportando los ERTE que nos permiten apenas pagar los gastos, entendiendo con dificultad las restricciones que nos imponen e imponiéndonos otras añadidas, por ese respeto tan poco de moda: para no sentirnos portadores del mal en la casa de nadie. Y toleramos los vídeos jocosos de los chicos listos que se fueron de fiesta a Madrid (o a la estación de esquí) para sentirnos pelín gilipollas por ser quienes sí cumplimos con las reglas.

Las reglas, las putas reglas. Semana Santa de mierda fumando un cigarrillo en el balcón de casa, con la única alegría de que este año las calles no estarán resbaladizas por la cera de los velones. La putas reglas que nadie parece entender pero que todos sabemos para lo que sirven.

Ya hemos aprendido que se puede vivir sin procesiones y sin fútbol y sin bares. Ahora nos toca aprender a soportar a quienes se mean en nosotros en nombre de su libertad. Pero esto va a ser más difícil.

El dibujo es de mi hermana Maripepa