domingo, abril 18, 2021

La madrileña

Chabacana pero simpática

Mi hermana Maripepa dice que Ayuso barrerá en las elecciones del 4 de mayo, porque se le entiende todo.

Ese lenguaje cuidado de los politólogos que han invadido todo lo que se mueve a la izquierda del PSOE, nos tiene a todos un poquito hasta los cojones. Porque es una verdadera pesadez escuchar la pedantería esta de los espacios de co-decisión política en escenarios de gobernanza compartida, cuando lo que quieres decir es que tú también mandas y que si no te dejan la vas a liar parda.

Ayuso guiando al pueblo

Ayuso no dice espacios de co-gobernanza. Ni se le ocurre. Se trastabillaría sin ningún género de dudas. Ayuso dice ¡Comunismo o libertad! Y en pose de Libertadguiandoalpueblo, pero más tapada, como si de la Revolución Francesa se tratara, ondea su bandera de estrellas y lanza a su pueblo contra el inquilino de la Moncloa, principio y fin de todos los males de la hostelería.

El discurso ramplón enfebrece a las masas. Se le entiende todo a esta muchacha que, para cuando queramos darnos cuenta, habrá hecho del nacionalismo madrileñista ese licor suavísimo que reconforta a los propios y enerva a los extraños. España dentro de España ¿qué otra cosa es Madrid?

Madrid, castillo famoso/que al rey moro alivia el miedo,/arde en fiestas en su coso,/por ser el natal dichoso/de Alimenón de Toledo. (Nicolás Fernández de Moratín, dixit).

Y, sin embargo, el daño será enorme. No puede ser de otra manera. Porque un pueblo cuyo hecho diferencial más notorio había sido la ausencia de hecho diferencial, se identifica ahora con las consignas facilonas que envuelven de magia cateta, hostelera y pseudo-libertaria, un madrileñismo convertido en conjura contra todos.

Ayuso agrede la inteligencia política más liviana. Igual que la agredía Trump o que la siguen agrediendo Bolsonaro u Orbán. Es el catetismo de derechas llevado a sus últimas consecuencias, ese que llega a la fibra sensible del elector con el grito de ‘¡nos quieren arrebatar la libertad!’.

Bajar y bajar impuestos (una comunidad rica, que se puede permitir tal lujo a base de contar con un endeudamiento desproporcionado y de dejar bajo mínimos la calidad de los servicios públicos esenciales, privatizando aquello que por su naturaleza no puede privatizarse). Bajar impuestos y abrir los bares. Despreciar las normas más elementales de convivencia entre los pueblos en tiempo de pandemia, aunque sea a costa de despertar esa madrileñofobia de la que ya habló el doctor Simón. Convertirse en el azote del Gobierno de España para batirse, no con Sánchez, sino con Casado, por ocupar la gran silla que da acceso a las mieles del poder. Eso y despertar en cada madrileña, en cada madrileño, ese prurito de superioridad moral que otorga formar parte de la capitalidad del Estado. 

Romperlo todo.

Y en Leganés, en La Elipa, en Carabanchel, en Móstoles, entrando en olor de multitudes a esos mítines en los que no dirá nada, en los que no hablará de su proyecto de comunidad, en los que no significará nada la economía, ni el desempleo, ni la degradación del medio ambiente. En esos mítines en los que se escuchará que el Gobierno bolivariano nos quiere robar la libertad que hemos conseguido con tanto esfuerzo y que ella, Ella, ha sido llamada para impedirlo.

¡Madrileñismo o muerte! ¡Los bares abiertos y el chocolate espeso!

Y cuando, con Vox, gobierne en la Comunidad y demuestre a ciencia cierta que ¡sí se puede!, se batirá el cobre con su jefe de filas con todo el bagaje de haber sido la primera candidata en rozar la mayoría absoluta en un pueblo que, eso sí, entendía todo lo que decía.

Parece un mal sueño, pero si Trump pudo, Ayuso va a poder. Y, recordando a Gómez de la Serna, “Una pedrada en la Puerta del Sol mueve ondas concéntricas en toda la laguna de España”

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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