domingo, octubre 25, 2020

La incógnita


 Uno de esos ‘memes’ que recorren las redes estos días representa a una persona de Limpieza del Congreso, recogiendo desperdicios después de una sesión plenaria en el hemiciclo vacío que exclama “¡Dios mío! Hay trozos de Abascal por todas partes”.  

Es el resumen de una moción de censura que solo sirvió para una cosa: descubrir a un Pablo Casado desconocido, capaz de leer casi con desenvoltura un discurso brillante.

Pablo Casado se llevó la foto y el titular.

Abascal, una ensalada de hostias de las que algunas eran del guion y otras no tanto.

Sánchez, más que correcto, suelto, irónico. Institucional.

Casado en uno de los mejores discursos que se han escuchado en los últimos tiempos en el Parlamento español.

Sánchez previsible: hizo lo que le tocaba. Y todos los demás también. Casado no. Él hizo otra cosa. De haber resultado creíble, nos hubiera hecho pensar que hay esperanza para la política.

Hay PP. Esta es la conclusión tranquilizadora del debate.

Gustándose desde la tribuna de oradores

Detrás de las estrategias desleales y torticeras que enfebrecen las sesiones de control; por debajo de bloqueos institucionales y maniobras indignas para evitar (al menos retrasar en lo posible) la llegada de fondos europeos a nuestro país, hay un PP capaz de escribir que su interés son las personas, ‘cada persona: tenga el color de piel que tenga, rece al dios que rece, ame a quien ame, sueñe en la lengua que sueñe’. Claro que esto lo pensamos todos, pero al PP se le había olvidado decirlo hasta el punto de que nadie sabía que lo pensara, si es que en realidad lo piensa.

Es un PP que escribe que trabaja por ‘una España en red’ y se pregunta  ‘¿por qué bloques cerrados en vez de lazos y conexiones?’.

Ese PP (¡al fin política!) dice querer una España “unida y diversa” y enfrenta sus ideas (¡ideas!) contra PSOE y Vox porque, asegura, el primero la desune y el segundo la trata de uniformar. Y la busca ‘cohesionada y abierta’ insistiendo en la idea de que solo ese partido es capaz de pensar en esa sociedad que Vox rechaza por abierta y el PSOE descohesiona.

Da igual estar o no de acuerdo. Porque son ideas. Y un discurso sobre las ideas se agradece siempre, aunque provengan de lugares tan comunes que sea imposible estar en desacuerdo.

No sorprendió su ideario; sorprendió que tuviera ideario, a pesar de que la tensión de sus gestos hiciera notar la incomodidad que sentía machacando al que fue compañero de filas.

Abrió una ventana a la esperanza.  ¿Habrá iniciado Casado realmente un camino al centro, ahora que la extrema derecha se desvela como contraria a sus propios intereses y alcanza una intención de voto que bien pudiera superarle?

Y, si lo ha iniciado, ¿permitirá que España sea un país gobernable? Este cambio de estrategia que asoma tímidamente desde la tribuna de oradores ¿alcanzará al interés público hasta ahora subsumido por el interés cayetano de liderar la derecha española?

A la pregunta que se formulaba en el principio de su alocución ¿puede ser Abascal presidente de la cuarta economía de la Unión Europea? La respuesta es no; gastemos poco tiempo en esto. Pero se abren otras que esperan respuesta:

¿Cómo convencerá de su posición a los barones que gobiernan comunidades y ayuntamientos apoyados en Vox?

¿Cómo va a encarar la responsabilidad de su partido en la gestión de la Covid-19, dejando de utilizar la pandemia como arma arrojadiza contra el Gobierno?

¿Cómo intentará afianzar su liderazgo en la oposición y en su propio partido? ¿Con qué discurso?

Porque fijar criterio exige coherencia para mantenerlo, e imponer la coherencia en un partido político implica necesariamente ejercer el liderazgo.

Si no lo alcanza, en su currículo (aún yermo) solo quedará un discurso. Palabras bien organizadas que, más que por su contenido, sorprendieron por quien tuvo el valor de pronunciarlas desde la derecha del hemiciclo, según la proyecta el tiro de cámara.

Cohesión, lazos, apertura, respeto a la diversidad, son conceptos ajenos hasta aquí al discurso de la derecha. Si Pablo Casado los consigue incorporar, como brillantemente ha hecho este 22 de octubre en el discurso pronunciado con ocasión de la moción de censura que Vox presentó contra el presidente del Gobierno, les habrá prestado un gran servicio a la política y a España.

Casado tiene que desmostar que, además de que su partido sea capaz de escribir desde la cordura y el sentido de Estado, él es capaz de vivir en esa forma de estar en política. Si no, todo habrá sido un espejismo.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, octubre 18, 2020

Elegía


Mientras los restos de Francisco Largo Caballero eran trasladados a Madrid desde el cementerio parisino de Pére Lachaise donde se le dio sepultura a su muerte en el exilio y los de Indalecio Prieto Tuero viajaban desde México al Cementerio Civil del Bilbao, los del general  Gonzalo Queipo de Llano, junto a los de su esposa, descansaban desde su fallecimiento en la paz de la catedral de Sevilla, donde aún yacen.

«¡Yunques, sonad;/enmudeced, campanas!» Porque así se debe distinguir entre quienes fueron unos y quienes los otros.

Bien hallados entre la cera de los velones y las sayas de las sacristías (ellos y sus esposas) los que libraron a la patria del estigma del poder proletario. Y bien muertos exiliados quienes se aferraron a las ideas libertarias y trajeron primero, e intentaron mantener después, la libertad, los derechos de los trabajadores, la dignidad del pueblo, la república.

«¡Yunques, sonad;/enmudeced, campanas!» ¡Bien llevados al olvido los nombres de los hombres! ¡Bien honrada la memoria de quien merece recordarse en cada misa!

¿Para qué calles o estatuas? ¿Una placa en la puerta de una casa? ¡Cuantísimo mejor yacer junto a tu esposa en olor de santidad!

Merece el olvido Largo, que fue el primer obrero (un estuquista) en presidir un gobierno en España; y fíjense en esta reflexión suya: «Hace algunos años dije; “Si me preguntan qué es lo que quiero, contestaré ¡República! ¡República! ¡República!”. Hoy, si se me hiciera la misma pregunta respondería: ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!, Pero libertad efectiva; después, póngase al régimen el nombre que se quiera.» ¿No merecerá sino el repudio?

Y Prieto merece el olvido, porque era un hombre que decía «Cuando no existen las posibilidades de educarse, de levantar dentro de la masa corpórea la estatua magnífica de un espíritu cultivado, no se es hombre, y mucho menos se puede ser ciudadano.» Sin duda merece el olvido.

Queipo, sin embargo, merece una catedral: él dijo «Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes lo que significa ser hombre. Y de paso, también a las mujeres. Después de todo esto, estos comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen.»

¿No habrán de estar el uno en misa y los otros dos perdidos para la historia inventada con la que contaminaron nuestras mentes colegiales?

Pidiendo libertad… o tal.

«¡Yunques, sonad;/enmudeced, campanas!» Gracias por recordarnos quiénes sois y cuál es vuestra bandera. Gracias por esa bocanada de aire pútrido con la que habéis inundado el cielo de Madrid. Gracias por sacar de vuestra memoria tróspida a los hombres de la Segunda República, mientras honráis a los asesinos. ¡Gracias!

Largo, Prieto, seguirán en la memoria colectiva y volverán a la honra que merecieron. Las trece jóvenes rosas asesinadas volverán a recordarse en las tapias del cementerio; también los que allí cayeron fusilados ni por vuestro Dios, ni por vuestra España. No importan vuestras calles, no importan vuestras placas. Borrad los versos de Miguel Hernández de donde queráis, porque allí siguen. Madrid despertará algún día del larguísimo letargo que padece.

Entre tanto, Queipo de Llano, su esposa y todos los queipos de llano que ‘engrandecen’ a vuestro modo esa historia de mentira que nos contasteis, por mí, pueden seguir muertos en el incienso de las catedrales.

(Los versos ¡Yunques, sonad;/enmudeced, campanas! pertenecen a la elegía de Antonio Machado a Francisco Giner y dieron título a la necrológica de Largo Caballero, firmada por Rodolfo Llopis el 23 de marzo de 1946. El mismo día que murió.)

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, octubre 11, 2020

El juego macabro de Pablo Casado

 No, no, no.

No hay equidistancia.

La conclusión no puede ser que dos partes peleaban por imponer su razón, para ver quién ganaba. No ha pasado eso.

Ha pasado una declaración de insumisión institucional en toda regla por parte de la Comunidad de Madrid, que defendía unos intereses concretos por encima de otros. Ha pasado eso. Y ha pasado desde el principio de esta amenaza brutal.

Y ha pasado que el Partido Popular ha abrasado a Isabel Díaz Ayuso utilizándola de ariete contra el Gobierno de España, prescindiendo, no ya de la lealtad más elemental, sino del más primario sentido común.

Es verdad que la mujer era fácil de abrasar.

No sé si el Gobierno debió proponer reformas legales para construir instrumentos más eficientes en la limitación de derechos fundamentales, como la movilidad, aunque parece que los que había eran suficientes a la vista de cuántas veces se ha limitado con la pertinente autorización judicial. Puede que sí, aunque yo estimo que no.

Pero evitar la movilidad en Madrid a cualquiera se le alcanza elemental en un puente como el que ahora disfrutamos, que en años anteriores produjo entre cinco y seis millones de desplazamientos, uno y medio de los cuales vienen a proceder de esa comunidad autónoma.

De modo que estado de alarma.

Un juego macabro de reuniones y contrarreuniones, de tuits y contratuits, de llamadas y contrallamadas, con el solo propósito de dilatar el proceso y proteger en el peor sentido de la expresión a los vecinos y los negocios de los barrios ricos de la capital. Hasta que el tiempo se agota y, ya en el descuento, sobreviene la fuerza. Un pulso inútil, ocioso, quemador, generador de toda confusión y toda desconfianza. Un juego mediocre de quien es usada por su partido para desgastar al Gobierno en el asunto más sensible de los que se pueden elegir.

El juego macabro

Descomponer el Estado. He aquí el objetivo de un político de mentirijillas al que sus papás no le enseñaron a no jugar con fuego. Descomponer la justicia, la sanidad, la educación, descomponer la sociedad… con todos los recursos a su alcance, a cualquier precio.

Siempre pensé y dije, entre bromas y veras, que José María Aznar era el principio y el fin de todos los males de la humanidad (más entre veras que en bromas). Pero ha nacido el anticristo y el propio Aznar ha reaparecido para sujetarlo cuando su liderazgo se empieza a cuestionar dentro de sus filas y su partido hace aguas (se inunda) por la cocina (por la traducción al castellano del asunto más vergonzante en que puede verse envuelto un partido político).

Es Pablo Casado, que se ha propuesto convertir España en un estado fallido. Actúa desde el odio generando odio. Es la tercera vez, esta semana, que trata de entorpecer en Europa la llegada de los fondos que han de hacerse servir para superar (al menos paliar) la tremenda crisis económica que ha generado la pandemia. Su estrategia es desprestigiar a su país en todos los foros posibles. Se me antoja desproporcionado como un ser tan pequeño, de capacidades intelectuales tan mediocres, de presencia tan exigua, de discurso tan pobre, puede desplegar tal volumen de toxicidad en una sociedad que parecía empezar a desenvolverse con cierto aplomo en el concierto de los pueblos.

Pablo Casado es un tipo que juega muy sucio. No muy duro. Muy sucio. A Pablo Casado España le importa un carajo. Pablo Casado quiere mandar en el país y es capaz de pagar por ello el precio que sea necesario, aunque se mida en vidas, aunque cueste el absoluto desprestigio del poder judicial, aunque las familias españolas sean incapaces de mantener la dignidad porque colapse el sistema y el dinero no llegue. Pablo Casado es un ser abyecto del que la patria se tiene que desprender cuanto antes. Antes de que, en efecto, cumpla con su objetivo y no quede nada de esta patria que aborrece. Porque el sistema no está concebido para librarse por sí mismo de los ataques de quienes lo bombardean desde dentro de las instituciones.

Solo espero que pase pronto a la historia.

Y que pase a la historia como lo que es.

Si el día del juicio final ha de consistir en que los tontos se van a dar cuenta de que lo son (como decía mi tío Rafael) y de ahí vendrán llanto y crujir de dientes, el día del juicio final Pablo Casado va a pasar un rato muy malo.

No ha sido Isabel Díaz Ayuso. No le da para tanto. Pablo Casado se tiene que marchar. Pronto.

El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, octubre 04, 2020

Místicos de ayer y hoy




La definíamos en la escuela como aquella actividad espiritual que aspira a conseguir la unión del alma con la divinidad. Santa Teresa de Jesús (aquella monja de Ávila que salió por pies del pueblo y se dedicó por entero al teresianismo, o sea, algo así como Puigdemont, pero con aspiraciones no terrenales) nos dejó junto con otros autores la expresión poética de tan elevada práctica. Lo hizo viviendo sin vivir en ella o muriendo porque no moría, versos que hicieron fortuna, aun no existiendo redes en las que viralizarse, por mor de su mucha profundidad intelectual, moral, sensorial en todos sus sentidos, espiritual… mística.

Si se dice que el primer escritor que comparó con perlas los dientes de una mujer era un poeta, el segundo un plagiador y el tercero un imbécil, algo así habremos de pensar de todos los que en el mundo hemos intentado seguir los pasos de la Santa (y de otros tantos) al insistir en vivir sin vivir en nosotros, en morir por estar vivos.  Así nos definimos estando sin estar en el lugar que jamás existió o soportamos sin querer el estruendoso silencio de Magdalena Olona, escuchándolo por no escucharlo. Mística.

Mucho más elaborada es la mística política.

No sabría si el primer ser humano que afirmó haber votado al que es invotable es un poeta o es un imbécil. Descarto, esto sí, que sea un plagiador, pues tan peregrina idea no puede tener más autor que uno solo.

¿Mística?

Recuerda a aquellas inefables palabras de otro de nuestros grandes místicos políticos: “Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”, cuyo significado también se intuye, aunque envuelto en un acertijo solo al alcance de algunos elegidos. Hay más: “La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización en diferido, en forma, efectivamente, de simulación, de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social”. ¿Ven? (Este significado se intuye peor). Y más: recientemente se ha llegado a decir “Vamos a instar a que en ámbito familiar de forma obligatoria se mantenga la misma máximo de personas dentro de lo que es el ámbito familiar, siempre que no sean convivientes, siempre que no sean de la misma unidad familiar. Si es la misma unidad familiar sí. Lo que estamos intentando evitar el que se me acumulen o que se acumulen personas de diferentes unidades familiares dentro del propio ámbito familiar. De ahí que vamos a proponer una restricción que la propondremos que será seis personas fuera de lo que es el ámbito familiar dentro de lo que es la propia actividad familiar incluso también, por supuesto, el baremo social.” (Este no se entiende en absoluto, en absoluto, así que debe ser mística en estado puro. Sin embargo, apréciese la elegancia con la que ‘el baremo social‘ cierra el razonamiento, porque sin duda el autor pretendió con ello elevar la altura técnico-moral de su parlamento.)

Rompiendo España, el diablo, ante la atenta mirada de la santa en pleno éxtasis místico, creo.

Tampoco sabría opinar sobre el que asevera que el que llegó por los votos nunca fue votado. Va un poco más allá de la mística misma, pues contradice la física más elemental o incluso a la realidad siempre tozuda: el que fue votado lo fue, por más que quien lo niega, que también fue votado, no vea en los sufragios (cuando no se dirigen a él mismo) la voluntad del votante sino una prueba más más de que el diablo quiere destruir España (exministro Fernández Díaz dixit).

¿Mística?

No

Pero tampoco se diría plausible expresión de la voluntad del Mal.

Quizás se podrían aplicar a esta suerte de manifestaciones excesivas aquello otro de “cuando el diablo no tiene nada que hacer, mata moscas con el rabo”, que se emplearía en nuestra vigente literatura política como “cuando no tengas nada que decir, di una gilipollez o dos y mata un par de moscas con el rabo (del diablo), que luego ya hablarán de ello”.

La otra opción sería exigir cierto rigor en el uso del lenguaje en general, y alguna moderación en el de los adjetivos en particular. Así podríamos afirmar: Felipe VI no fue elegido rey por el pueblo español. O Pablo Iglesias fue elegido diputado al Congreso por el pueblo español. Porque a los reyes no los elige el pueblo y a los diputados sí. Luego si quiere usted le da vueltas a la cosa, dilucida sobre si es una metáfora, una hipérbole, un hipérbaton o un preterible histórico; pero si tras arduas cavilaciones su conclusión es que al rey lo hemos votado, mi consejo es que empiece de nuevo. Porque es mentira.

Y ¿cómo llamamos comúnmente a los que dicen mentiras? Místicos no.

Son mentirosos. No confundir con los cínicos que allá en la antigua Grecia sostenían que solo se puede alcanzar la felicidad mediante la virtud, pensamiento que les conducía al ascetismo.

Son solo mentirosos. O, todo lo más, cínicos en la otra acepción más común: desvergonzados, descarados o insolentes.

No son místicos, ni cínicos, ni peripatéticos (que no es que dieran mucha pena, sino que aprendían las enseñanzas de Aristóteles mientras caminaban alrededor de un claustro a las afueras de Atenas). A lo mejor ni políticos son, entendidos como aquellos versados en el arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los estados.

Son mentirosos. Cínicos de los otros, que solo buscan confundir, enmarañar, convencer sin argumentos veraces. Arrimar el ascua a una sardina flaca, sin importarles nada ni el rigor, ni la verdad, ni las ideas.

Mentirosos. Charlatanes de aquellos que vendían en las plazas públicas dos peines,  tres mantas y una cafetera, jurando de sus efectos la sanación de todos los males del cuerpo y del alma. Solo que estos no te lo venden en el mercadillo, sino en el Congreso de los Diputados.

(No sé si Pablo Casado me habrá entendido).

El dibujo es de mi hermana Maripepa.