domingo, octubre 11, 2020

El juego macabro de Pablo Casado

 No, no, no.

No hay equidistancia.

La conclusión no puede ser que dos partes peleaban por imponer su razón, para ver quién ganaba. No ha pasado eso.

Ha pasado una declaración de insumisión institucional en toda regla por parte de la Comunidad de Madrid, que defendía unos intereses concretos por encima de otros. Ha pasado eso. Y ha pasado desde el principio de esta amenaza brutal.

Y ha pasado que el Partido Popular ha abrasado a Isabel Díaz Ayuso utilizándola de ariete contra el Gobierno de España, prescindiendo, no ya de la lealtad más elemental, sino del más primario sentido común.

Es verdad que la mujer era fácil de abrasar.

No sé si el Gobierno debió proponer reformas legales para construir instrumentos más eficientes en la limitación de derechos fundamentales, como la movilidad, aunque parece que los que había eran suficientes a la vista de cuántas veces se ha limitado con la pertinente autorización judicial. Puede que sí, aunque yo estimo que no.

Pero evitar la movilidad en Madrid a cualquiera se le alcanza elemental en un puente como el que ahora disfrutamos, que en años anteriores produjo entre cinco y seis millones de desplazamientos, uno y medio de los cuales vienen a proceder de esa comunidad autónoma.

De modo que estado de alarma.

Un juego macabro de reuniones y contrarreuniones, de tuits y contratuits, de llamadas y contrallamadas, con el solo propósito de dilatar el proceso y proteger en el peor sentido de la expresión a los vecinos y los negocios de los barrios ricos de la capital. Hasta que el tiempo se agota y, ya en el descuento, sobreviene la fuerza. Un pulso inútil, ocioso, quemador, generador de toda confusión y toda desconfianza. Un juego mediocre de quien es usada por su partido para desgastar al Gobierno en el asunto más sensible de los que se pueden elegir.

El juego macabro

Descomponer el Estado. He aquí el objetivo de un político de mentirijillas al que sus papás no le enseñaron a no jugar con fuego. Descomponer la justicia, la sanidad, la educación, descomponer la sociedad… con todos los recursos a su alcance, a cualquier precio.

Siempre pensé y dije, entre bromas y veras, que José María Aznar era el principio y el fin de todos los males de la humanidad (más entre veras que en bromas). Pero ha nacido el anticristo y el propio Aznar ha reaparecido para sujetarlo cuando su liderazgo se empieza a cuestionar dentro de sus filas y su partido hace aguas (se inunda) por la cocina (por la traducción al castellano del asunto más vergonzante en que puede verse envuelto un partido político).

Es Pablo Casado, que se ha propuesto convertir España en un estado fallido. Actúa desde el odio generando odio. Es la tercera vez, esta semana, que trata de entorpecer en Europa la llegada de los fondos que han de hacerse servir para superar (al menos paliar) la tremenda crisis económica que ha generado la pandemia. Su estrategia es desprestigiar a su país en todos los foros posibles. Se me antoja desproporcionado como un ser tan pequeño, de capacidades intelectuales tan mediocres, de presencia tan exigua, de discurso tan pobre, puede desplegar tal volumen de toxicidad en una sociedad que parecía empezar a desenvolverse con cierto aplomo en el concierto de los pueblos.

Pablo Casado es un tipo que juega muy sucio. No muy duro. Muy sucio. A Pablo Casado España le importa un carajo. Pablo Casado quiere mandar en el país y es capaz de pagar por ello el precio que sea necesario, aunque se mida en vidas, aunque cueste el absoluto desprestigio del poder judicial, aunque las familias españolas sean incapaces de mantener la dignidad porque colapse el sistema y el dinero no llegue. Pablo Casado es un ser abyecto del que la patria se tiene que desprender cuanto antes. Antes de que, en efecto, cumpla con su objetivo y no quede nada de esta patria que aborrece. Porque el sistema no está concebido para librarse por sí mismo de los ataques de quienes lo bombardean desde dentro de las instituciones.

Solo espero que pase pronto a la historia.

Y que pase a la historia como lo que es.

Si el día del juicio final ha de consistir en que los tontos se van a dar cuenta de que lo son (como decía mi tío Rafael) y de ahí vendrán llanto y crujir de dientes, el día del juicio final Pablo Casado va a pasar un rato muy malo.

No ha sido Isabel Díaz Ayuso. No le da para tanto. Pablo Casado se tiene que marchar. Pronto.

El dibujo es de mi hermana Maripepa

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