domingo, noviembre 24, 2019

Ere que Ere

La sobreactuación sistemática a la que la clase política nos tiene acostumbrados hace que la aparición de la sentencia de los ERE produzca el efecto amplificado de exigir la inmediata dimisión de Pedro Sánchez, la de la ministra de Hacienda, los concejales de empleo de todo el territorio nacional y la de cualquier alto cargo del Partido Socialista que hubiera cumplido los once años cuando la tropelía que se juzga y se condena empezó a tener lugar.
Ayuda a esta exigencia de dimisiones en tropel la desgraciada aparición del secretario de Organización del partido y ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, afirmando sin enrojecer que la cosa no tiene nada que ver con el PSOE, porque los consejeros y presidentes condenados ya purgaron su responsabilidad política entregando el carné al mismo aparecer como imputados (hoy investigados) en el sumario que, nada sumariamente, inició en su día la jueza Alaya.
Tan absurdo es intentar desligar del PSOE la práctica torticera de entregar subvenciones a diestro y siniestro a través de un procedimiento evidentemente irregular que se impuso en la Junta de Andalucía durante años de gobiernos socialistas, como hacer carnaza de la sentencia y exigir que arrastre a personajes de la vida pública actual que nada tienen que ver con lo sucedido, ni nada, por ende, tienen que pagar por ello.
El colmo del absurdo es la intención del Partido Popular de poner en paralelo esta situación con la que provocó la moción de censura que dio al traste con el Gobierno de Rajoy. Aquel Gobierno estaba sustentado por un partido que había sido declarado ‘organización criminal’ por la célebre sentencia de la Gürtel que, entre otras lindezas, declaraba en sus ‘hechos probados’ que se había financiado sostenidamente de manera irregular.
Cuando un tipo se va de putas con dinero público (o sea, de todos) aparentemente destinado a subvencionar entidades con dudoso derecho a subvención, va a la cárcel y ya está. Igualmente, o así parece, si diseñó un procedimiento para conceder las ayudas, carente de los necesarios controles administrativos que determinasen, sin lugar a dudas, el derecho de sus destinatarios al percibo de las cantidades que se otorgaron.
20191124_001531La Administración andaluza estuvo durante muchos años aquejada del mal del clientelismo político y sus responsables, con toda justicia, han sido condenados por idear, por mantener, por beneficiarse directa o indirectamente de esta manera delictiva de proceder. Es corrupción y no vale alegar que ninguno de los actores corruptos (excepto el que se iba de putas y se enfarlopaba hasta las trancas) se benefició en persona de tal práctica, aunque sirva a los condenados para ir a la cárcel con la conciencia más tranquila.
Corrupción.
Ya le costó el Gobierno en su momento al PSOE de González, al PP que Rajoy heredó de Aznar. Ya enturbió la gestión de los gobiernos autonómicos de Valencia, Murcia, Madrid… Ahora el de Andalucía paga las consecuencias (que ya pagó en las urnas) de la gestión deleznable de las ayudas públicas. Corrupción.
Poco a poco, sin embargo, las cosas van quedando en su lugar. La Administración de Justicia española, lenta pero por lo visto inexorablemente, va tomando cartas en los asuntos y va colocando en su sitio, que es la cárcel, a las personas que (provengan de donde provengan y esto incluye la Casa Real) se aprovechan de las instituciones con unos u otros fines, ya sean el enriquecimiento personal o la perpetuación de sus organizaciones en el poder. Y esa ‘paz jurídica’ nos trae tranquilidad y nos debe devolver la confianza porque, si a la inoperancia demostrada, sumamos la corrupción probada, la confianza en las instituciones es insostenible.
El Tribunal Supremo confirmará o suavizará las penas y, claro, el asunto volverá a las portadas de los diarios. Pero la cosa está juzgada y los actores condenados con bastante severidad. ‘Paz jurídica’.
Avancemos ahora. El momento es más que complejo y la responsabilidad inmensa. Avancemos. Avancemos.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, noviembre 17, 2019

El pacto del abrazo

Por decirlo en castellano coloquial, una cagada.
Una enorme.
No una de esas que resuelve el limpiaparabrisas cuando has aparcado el coche debajo de un árbol, no. Una bien grande.
El arco parlamentario que siguió a las elecciones de abril era tremendo. Pero el que han conformado las de noviembre es simplemente demoledor. Desvela una sociedad harta de juegos, descreída, sin identidad ideológica. Conocedora de una realidad aplastante: no será la clase política la que venga a resolver el problema de las becas, ni el de las pensiones, ni el de la cesta de la compra o de la vivienda, ni el territorial (que no es menor), el del precio de los carburantes, ni el de la desigualdad, ni el de la desaparición de las clases medias, ni el de la corrupción… Hemos llegado a la conclusión fatal: la clase política no va a resolver nada.
Así que votamos a Vox… Y más risa.
O buscamos por aquí, cerca de casa, a ver si uno de nuestra calle nos trae al barrio alguna respuesta que dé consuelo a los abuelos (que ya se tuvieron que venir del pueblo porque no quedaba nada allá para guardar), o a los chicos (que ya van siendo unos hombrecitos y no ven la manera de irse a vivir con sus parejas y aprender a volar solos). La violencia machista no la van a erradicar, ni parecen pretenderlo, pero al menos podrán contarnos cómo se cuecen por Madrid los asuntos de Estado, esos tan importantes que ni siquiera sabemos de qué coño tratan.
El bueno de Sánchez la ha cagado bien. Seguro que con buenas intenciones, pobre, pero ha metido en el Parlamento de España a 52 radicales sin nada que perder que nos van a enseñar lo que es bueno. Perder, lo que se dice perder, solo 3 diputados. Eso no es nada.
Peor le ha ido a Rivera. Peor. Se ha extinguido. Ha dejado a la muchachada compuesta y sin diputados. Deben estar debatiendo si les ha ido bien alienados en Colón, o debieron poner el cordón sanitario en otro lado. París bien valía una misa… Y Andalucía, Murcia, Madrid… eran París suficiente como para comulgar con aquellas ruedas de molino. Pero parece que el plumero era de muchos colores. Y se les ha visto.
Se les ha visto, eso sí, a mayor gloria del PP. Ahí están, ¡89! El segundo peor resultado de su historia y a pecho descubierto por las televisiones pavoneándose de la remontada (venían de 66). ¡Cosas!
img-20191116-wa0004.jpgUnidas Podemos (o a lo mejor no tanto) ha perdido 7. Los justos para fundirse con Sánchez en un abrazo profundo, sentido, de compromiso, a corazón abierto. De esos que solo se dan en los entierros cuando el finado era persona de bien y sufrió mucho al morir. Una necesidad histórica. Nada menos.
Y uno de Teruel, uno gallego, un par de canarios, catalanes indepes un montón, el puñado habitual de vascos, uno de Revilla… yo qué sé. ¡Ah! Y tres de estos del chiquete de gafitas que parecía que se iba a comer el mundo.
Y otra vez los datos. Los tozudos números que nos recuerdan que el 28% de voluntades que ha movido el PSOE es menor, mucho menor, que el 35,91 que suman PP y Vox, y aún menos que el 42,70 que ha alcanzado la derecha toda, sumando a Ciudadanos. El dato: PSOE, Unidas Podemos y Más (o menos) País, en total, han sacado el 33,24% de los votos. A 10 puntos de los que han perdido… pero por debajo.
Difícil diagnóstico: La política (intentamos abarcar con este término al conjunto de actividades, herramientas, instituciones y personas que rigen o intentan regir el destino de los pueblos) está pagando un tributo alto por su inoperancia.
La desconfianza de la sociedad en la capacidad de sus gobernantes para resolver la enorme cantidad de problemas a los que se enfrenta produce monstruos. Los populismos radicales, tan de moda en esta década en el mundo, aglutinan una ingente cantidad de sufragios que sirven a los aqueos para introducirse en las instituciones (como dentro de aquel caballo se introdujeron en Troya), con el único fin –se diría– de reventarlas por dentro, desde dentro. Y parece que nos gusta el riesgo, que nos complace imaginar una sociedad que estalla entre soflamas patrióticas sin más proyecto de futuro que ley, patria y orden, conducida por los himnos y banderas los que buscan devolvernos al pasado más oscuro, con todo lo que ello conlleva.
Me cuesta distinguir si han sido los votantes o ha sido el reparto que se produce como consecuencia del sistema de asignación de escaños. El caso es que la izquierda española se ha encontrado por los pelos con otra oportunidad. La ocasión es histórica, como apuntaba Iglesias. Ensayamos un Gobierno de coalición entre dos partidos (el primero desde la transición) que necesitará, además, de apoyos que los españoles hemos querido que se repartan por los territorios seguramente buscando cercanía.
Es una apuesta difícil que, a lo mejor, es la única. Así que ahora toca apoyar, empujar, ponernos a ello, transigir para acordar, avanzar, fortalecer en definitiva a nuestra democracia enferma. Reaprender la política, que ya no se juega en los salones entelados de los palacetes y que tiene que volver a encajar en una sociedad que lo ha cambiado todo, para salvar lo que de valioso le queda: la democracia.
Cronos a cero. Empieza el tiempo. Es limitado.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, noviembre 10, 2019

Universos paralelos

Usted piensa que lo que está pasando hoy es que en unas elecciones generales España se juega el futuro (si es que no lo tiene ya jugado).
Pero no. Lo que pasa hoy en el mundo sucede en París. Y no tiene nada que ver, ni con los chalecos amarillos, ni con la extradición de Puigdemont, ni con el Brexit. Lo que pasa es que usted no lo sabe. Ni yo.
A usted le importa un huevo porque sabe cree saber que los chicos y chicas que se encerraron el fin de semana pasado en el Palacio de Vistalegre no son sino cuatro frikis incapaces de disfrutar de nada diferente de matar marcianitos. Pero fueron ocho mil. Tantos como un mitin de Vox. Más que en una asamblea ciudadana de Unidas Podemos. Casi todo el aforo de la vieja plaza de toros que, por cierto, habían pagado entre 20 y 35 euros por una entrada según la zona… como cualquier partido de fútbol de primera división fuera de los grandes estadios. Y eso se refiere, tan solo, a los que asistieron al evento en directo. On line lo siguieron más cien millones de personas de todo el mundo.
Estaban siguiendo las semifinales del torneo mundial de League of Legends (LoL) en las que por primera vez el equipo europeo G2 eSport, capitaneado por el español Carlos ‘Ocelote’ Rodríguez, se ha colado en la final tras imponerse al conjunto coreano SK Telecom T1, el equipo que más veces ha ganado este campeonato en el planeta, liderado por el gamer Faker.
Y esa final, precisamente esa, la de League of Legends, es la que se está jugando hoy en París. Eso es lo que ciento cincuenta millones de jóvenes (cinco millones y medio de ellos de nuestro país) están viviendo ahora en directo u on line.
¿Verdad que no lo sabía?
¿Sabía que el equipo G2 eSport, el del español ‘Ocelote’, vale 165 millones de euros?
Pues lo saben Louis Vuitton, Movistar, Kia, MasterCard, Vodafone, Red Bull… que aportan una parte importante de los cuatro millones de dólares que se reparten hoy en premios. Y lo saben porque tienen en ese público un trozo grande de su negocio de hoy y casi todo el de los próximos 35 años. Pero Pedro Sánchez no, no lo sabe. Ni usted. Ni yo.
Y lo sabe también el Comité Olímpico Internacional, que acaba de abrir una pequeña puerta a la inclusión de los eSports en su evento cuatrienal al declararlos ‘actividad deportiva’. Sé que le extraña (si no le escandaliza) pero eso solo es porque nunca se ha parado a pensar en el anacronismo que suponen las competiciones de tiro de lanza (actividad más propia de la Prehistoria que del siglo XXI) o la simpleza de coger esas bolas de acero a las que llaman ‘peso’ o ‘bala’ de 7,26 kg para hombres y 4 para mujeres y mandarlas a tomar por culo.
En España, los 5,5 millones de jóvenes instalados en esta forma de estar en el mundo (se equivoca si piensa que es un simple hobby y que ya se le pasará) representan más del 12% de la población total. Y, atención, nuestra pirámide de población en 2019 fija en 7,2 millones los jóvenes de ambos sexos de entre 20 y 34 años, franja de edad en la que encaja el perfil medio del gamer. El dato es que setenta y seis jóvenes de cada cien, siete u ocho de los diez en los que está pensando ahora, juegan a una cosa que a usted ni se le alcanza, viven en un mundo que usted no ha pisado, hablan una lengua que le suena a chino, practican un deporte que usted, simplemente, considera una frikada. Y a lo mejor, dos o tres de ellos son hijos suyos. Y los datos son cabrones, porque si calcula que de todos esos jóvenes gamers solo el 29% son chicas, a su hijo varón no le libra ni la caridad.
20191110_013820El mundo que nos sigue no se parece a este en nada, en serio. El adoquín que Albert Rivera exhibió en el debate de los candidatos a las elecciones que se están celebrando hoy, solo nos ha arrancado una sonrisa de compasión a usted y a mí. La generación que nos va a relevar no tiene ni puta idea de qué hacía ese señor con una piedra tan grande en la tele, ni ha empleado un solo minuto de su tiempo en averiguarlo. Ellos hablan de árboles de habilidades, de haters, de gamers, de hacer quick scope o de burstear, de la curva de aprendizaje, de filtrados anistrópicos, de avatares, de bindear  del cel Shading de kilombear o wardear. Se debaten entre LoLFornite,  Destiny 2, o Gears of War 4. Viven en la Red: ahí se comunican, trabajan, se enamoran, se informan y manejan su dinero; hablan lenguas universales, son inmunes a las religiones, a los telediarios, a la unicidad o plurinacionalidad de España; ignoran las fronteras…
Ellos hablan nuestro idioma, entienden nuestras preocupaciones, saben interpretar las señales que les enviamos (las sigan con más o menos asiduidad) y ¿nosotros? ¿Sabemos algo de ellos?
¿Podemos seguir pensando que son cuatro frikis?
Son siete u ocho de cada diez.
Me voy a votar. Mirando a un lado y a otro… ¿Habrá quien esté pensando en grindearme?
El dibujo es de mi hermana Maripepa

domingo, noviembre 03, 2019

Luces largas

La subida del billete de metro que planeó el Gobierno chileno no vale 20 muertos.
No sé si la subida del gasoil vale la revolución de “chalecos amarillos” que acaba de cumplir un año.
La ley que permitía a las autoridades chinas extraditar a sospechosos de según qué crímenes hace alzar la voz a las calles de Hong Kong. La ley se retiró. La protesta sigue instalada en las calles.
La retirada de subsidios al combustible (para obtener el favor del Fondo Monetario Internacional) incendia también las calles de Quito. La medida se echó atrás. Las revueltas siguen.
Haití, el país más pobre de América, levantado por la crisis institucional que, como en España, impide formar gobierno tras las elecciones democráticas. 42 muertos, la mayoría a manos de las fuerzas de seguridad.
En Colombia los estudiantes toman las calles para denunciar sistemas corruptos en la Universidad. Los asesinatos de 155 líderes sociales, después de haber fracasado la puesta en marcha del plan de paz de Juan Manuel Santos, se mezclan con la desaceleración económica que empieza a hacer mella en las hasta ahora pujantes clases medias urbanas.
En Irak parece que solo andan pidiendo más empleo y menos corrupción. También ardiendo.
Líbano se revuelve por la imposición de una tasa para hacer llamadas por redes sociales.
Miles de argelinos exigen reformas democráticas.
Un revelador artículo de El País del domingo pasado nos mostraba la verdadera motivación de cinco de los jóvenes que han andado por Barcelona incendiando mobiliario urbano. Falta de perspectivas, desilusión, desempleo, tasas universitarias fuera de su alcance y, si acaso, la velada esperanza de que una república incierta mejore una situación personal que no puede sino mejorar. Tsunami democrático.
Hong Kong, Líbano, Irak, Argelia, Ecuador, Chile, Colombia, España, Francia…
Está pasando algo que trasciende la sentencia del procés, la subida del metro o la inestabilidad política. Algo que enerva a las personas, hastía a cada uno, y se lo lleva a la calle a bramar contra… ¿la retirada de las ayudas a los carburantes? ¿Solo? Está pasando algo que hace que cualquier chispa caiga en terreno abonado para la revuelta y que la incendie.
No son los jóvenes. La marea de jubilados exigiendo dignidad que recorre España no la protagonizan estudiantes descontentos por las tasas universitarias. No son los mayores. Los “chalecos amarillos” son trabajadores adultos que no pueden más. Tampoco son los trabajadores adultos. Los escaparates de Barcelona no los revientan empleados de notaría descontentos con la sentencia del Supremo.
20191103_015410No está en los programas electorales. El domingo que viene iremos a votar por ver si tenemos suerte y la aritmética parlamentaria permite cuatro años sin hablar de Abascal. No vamos a elegir nada más que eso ni, por cuarta vez consecutiva, haremos más análisis ni más esfuerzo intelectual que el de intentar quitarnos  de encima el puto problema del desgobierno. No estamos pensando en las clases medias que se revuelven contra su extinción, ni en las menos pudientes que se revuelven contra la indignidad en la que están habitando el planeta. Cataluña influirá en el voto en la medida en que usted esté pensando si la policía debió dar las hostias más fuertes o si juzgó prudente la contención que se le ordenó para no enfebrecer más los ánimos.
Usted no pensará en que el mundo se está revolviendo contra algo que no sabe definir, que se respira pero no tiene nombre, que oprime pero no se abrocha. No está en los programas electorales, ni en los noticiarios, ni en las conversaciones del café de la mañana. Es un gas altamente inflamable que no se controla desde la sala de válvulas del entramado del poder. Prende y se extingue, prende y se extingue de manera intermitente en todas partes a la vez con un tiempo que no está pautado en la sala de cámaras desde la que se retransmite el partido.
Miramos a nuestro alrededor, como si fuera el nuestro el único ombligo que existe en el mundo. Apagamos (con más o menos éxito) el pequeño fuego doméstico, el alboroto local, el que sale en nuestra televisión diminuta de muchísimas pulgadas, en el tuit del día. Pero lo que está pasando no sale en la televisión, no se tuitea, no se comprende. Nuestra algarada particular lo llena todo. No alcanzamos a poner las luces largas. En el mundo pasa algo que lo está cambiando todo.
Subir un peldaño. Mirar más allá. Pensar en grande. Urge. ¿Sabe alguien?
(Porque casi todo lo que pasa solo… pasa para mal.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.