domingo, noviembre 03, 2019

Luces largas

La subida del billete de metro que planeó el Gobierno chileno no vale 20 muertos.
No sé si la subida del gasoil vale la revolución de “chalecos amarillos” que acaba de cumplir un año.
La ley que permitía a las autoridades chinas extraditar a sospechosos de según qué crímenes hace alzar la voz a las calles de Hong Kong. La ley se retiró. La protesta sigue instalada en las calles.
La retirada de subsidios al combustible (para obtener el favor del Fondo Monetario Internacional) incendia también las calles de Quito. La medida se echó atrás. Las revueltas siguen.
Haití, el país más pobre de América, levantado por la crisis institucional que, como en España, impide formar gobierno tras las elecciones democráticas. 42 muertos, la mayoría a manos de las fuerzas de seguridad.
En Colombia los estudiantes toman las calles para denunciar sistemas corruptos en la Universidad. Los asesinatos de 155 líderes sociales, después de haber fracasado la puesta en marcha del plan de paz de Juan Manuel Santos, se mezclan con la desaceleración económica que empieza a hacer mella en las hasta ahora pujantes clases medias urbanas.
En Irak parece que solo andan pidiendo más empleo y menos corrupción. También ardiendo.
Líbano se revuelve por la imposición de una tasa para hacer llamadas por redes sociales.
Miles de argelinos exigen reformas democráticas.
Un revelador artículo de El País del domingo pasado nos mostraba la verdadera motivación de cinco de los jóvenes que han andado por Barcelona incendiando mobiliario urbano. Falta de perspectivas, desilusión, desempleo, tasas universitarias fuera de su alcance y, si acaso, la velada esperanza de que una república incierta mejore una situación personal que no puede sino mejorar. Tsunami democrático.
Hong Kong, Líbano, Irak, Argelia, Ecuador, Chile, Colombia, España, Francia…
Está pasando algo que trasciende la sentencia del procés, la subida del metro o la inestabilidad política. Algo que enerva a las personas, hastía a cada uno, y se lo lleva a la calle a bramar contra… ¿la retirada de las ayudas a los carburantes? ¿Solo? Está pasando algo que hace que cualquier chispa caiga en terreno abonado para la revuelta y que la incendie.
No son los jóvenes. La marea de jubilados exigiendo dignidad que recorre España no la protagonizan estudiantes descontentos por las tasas universitarias. No son los mayores. Los “chalecos amarillos” son trabajadores adultos que no pueden más. Tampoco son los trabajadores adultos. Los escaparates de Barcelona no los revientan empleados de notaría descontentos con la sentencia del Supremo.
20191103_015410No está en los programas electorales. El domingo que viene iremos a votar por ver si tenemos suerte y la aritmética parlamentaria permite cuatro años sin hablar de Abascal. No vamos a elegir nada más que eso ni, por cuarta vez consecutiva, haremos más análisis ni más esfuerzo intelectual que el de intentar quitarnos  de encima el puto problema del desgobierno. No estamos pensando en las clases medias que se revuelven contra su extinción, ni en las menos pudientes que se revuelven contra la indignidad en la que están habitando el planeta. Cataluña influirá en el voto en la medida en que usted esté pensando si la policía debió dar las hostias más fuertes o si juzgó prudente la contención que se le ordenó para no enfebrecer más los ánimos.
Usted no pensará en que el mundo se está revolviendo contra algo que no sabe definir, que se respira pero no tiene nombre, que oprime pero no se abrocha. No está en los programas electorales, ni en los noticiarios, ni en las conversaciones del café de la mañana. Es un gas altamente inflamable que no se controla desde la sala de válvulas del entramado del poder. Prende y se extingue, prende y se extingue de manera intermitente en todas partes a la vez con un tiempo que no está pautado en la sala de cámaras desde la que se retransmite el partido.
Miramos a nuestro alrededor, como si fuera el nuestro el único ombligo que existe en el mundo. Apagamos (con más o menos éxito) el pequeño fuego doméstico, el alboroto local, el que sale en nuestra televisión diminuta de muchísimas pulgadas, en el tuit del día. Pero lo que está pasando no sale en la televisión, no se tuitea, no se comprende. Nuestra algarada particular lo llena todo. No alcanzamos a poner las luces largas. En el mundo pasa algo que lo está cambiando todo.
Subir un peldaño. Mirar más allá. Pensar en grande. Urge. ¿Sabe alguien?
(Porque casi todo lo que pasa solo… pasa para mal.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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