domingo, junio 24, 2018

Provocación


Quisimos entenderlo porque no teníamos más remedio que confiar en nuestro Poder Judicial para seguir teniendo algún lado al que mirar sin ruborizarnos, después de que ocho años de gobierno popular hubieran roto todo o casi todo aquello que constituían nuestras instituciones.


Así que lo quisimos entender. Nos dejamos llevar por la estrepitosa corriente de argumentos jurídicos ininteligibles con los que intentaron enseñarnos a diferenciar entre violación y abuso.  Incorrecto: la cosa está entre la agresión y el abuso porque penetración puede haber en ambos casos y el quid de la cuestión está en el uso o no de la violencia para follarse entre cinco maromos a una jovencita de 18, aunque parezca tan obvio. Pero lo quisimos entender.

Al fin y al cabo, pensamos, los cinco gilipollas que violaron a la muchacha (al parecer sin violencia) iban a estar en la cárcel para mucho, mucho rato. Porque nueve años nos pareció tiempo suficiente en comparación con los doce que (como mínimo) les podrían haber caído de aplicarse el tipo penal agravado de ‘agresión’ (agresión con acceso carnal).

Lo quisimos entender a pesar de que la calle se enfebreció y por todas las ciudades españolas corrieron ríos humanos pidiendo justicia para una agresión que, a todas luces, había de reprobarse penalmente con toda la fuerza de la Ley y no con la aplicación de la pena que se impone a un delito menos grave. Aún así, lo dejamos correr.

Y ahora están sueltos.

Cinco bigardos que resuelven sus fiestas violando chicas en portales y contándolo vía WhatsApp, a sus amigotes, que tienen pendiente otra causa penal por hechos muy similares, que no han mostrado ni un asomo de arrepentimiento por lo que hacen, que nadie puede haber supuesto que lo vayan a dejar de hacer, que tienen una condena de nueve años de cárcel, han quedado en libertad hasta tanto la sentencia que los manda confinar sea firme. La Sección Segunda de la Audiencia de Navarra así lo ha decretado.

Dicen dos de sus tres señorías (mujer una de ellas por más intensidad) que el riesgo de fuga es mínimo porque no tienen dinero, que no van a poder volver a hacerlo porque, como ya se conocen sus caras, las chicas se van a ir corriendo en cuanto los vean, que no tienen antecedentes penales porque la causa que tienen pendiente aún no ha sido juzgada…

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Una señoría
Y el argumentario se repite: la técnica jurídica no está al alcance de nosotros, pobres legos, que no comprendemos el complejo mecanismo de las decisiones judiciales. Solo sus señorías, tocados de esa suerte de sabiduría universal, cuasi divina, pueden y deben interpretar y aplicar la norma. Y sin derecho a crítica por parte la sociedad que, ignorante, mortal, ha vuelto a salir masivamente a la calle para clamar, una vez más, justicia.

¿Cómo puede estar tan separado el sentido común que usan los jueces del sentido común que tiene por bueno la sociedad entera? ¿La sensibilidad de la norma de la sensibilidad de la sociedad en que está llamada a aplicarse?

Lo cierto es que no lo está.

El Código Civil no tarda nada en despejar esta incógnita: su artículo 3, dentro del capítulo que se ocupa de la ‘Aplicación de las normas jurídicas’ establece en su punto primero  que ‘Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquellas.’

La realidad social a la que apela el tercer artículo del Código Civil, no es la que se desprende de la ideología del juzgador ni de su más o menos estrecha moral, es la que es. Y en la realidad social de este tiempo en que la norma ha de ser aplicada, los violadores tienen que estar en la cárcel.
Ahora no sé seguro de hasta cuando uno es un presunto violador. Si es cuando se le condena que ya es violador o es cuando la sentencia por la que se le condena adquiere la condición de firmeza. Pero me importa un huevo.

La Audiencia de Navarra, Sección Segunda, ha cometido con su auto un acto de provocación incomprensible, además de innecesario.

Solo un último matiz sobre el auto en cuestión: la víctima de La Manada no podrá ir a Peñíscola de vacaciones. La Manada solo tiene prohibido violar en la Comunidad de Madrid.

Esos cinco violadores no pueden estar en la calle.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

domingo, junio 17, 2018

Jauría


A ex Rafael Hernando le resulta insoportable que el presidente Sánchez haya tardado más de ocho horas en resolver la crisis ocasionada con motivo del descubrimiento de los trapicheos fiscales del ex ministro Huerta. ¡Qué flaca es la memoria!

También le resulta insoportable que no se haya celebrado aún el debate sobre el Estado de la Nación, cuando Sánchez lleva ya más de una semana detentando el poder de manos de los etarras.

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Ex ministro; jauría.
Al ex ministro Huerta le resulta insoportable que la jauría de dónde él mismo procede se haya vuelto contra él y se lo coman vivo, total por 218.000 de nada que se dejó sin pagar al fisco entre 2006 y 2008 (ya hubiera querido yo ganarlos). Eso sí, nos dejó claro que ama la cultura y que, tanto la ama, que prefiere pirarse que mancillarla. Nos dejó igualmente claro que ama el proyecto de Sánchez y que, tanto lo ama, que prefiere pirarse que mancillarlo. Vamos, que se pira.

A Luis Rubiales le resulta insoportable que un entrenadorcillo (el seleccionador nacional) se le escape vivo rumbo a Valdebebas cuarenta y ocho horas antes de debutar en el mundial de fútbol. Así que lo echa. Ya está. Cesado el perro se acabó la rabia. Pero estaba rabioso, joder: El tal Florentino se lo había limpiado sin consultar y, encima, había tenido la desfachatez de contárselo al mundo sin haber podido digerir la noticia todavía. Rabioso. A casa con Lopetegui, por enteradillo.

A Florentino Pérez, uno que nunca será un ex nada, le resulta insoportable que pasen cosas en España sin estar él mismo de por medio. Así que ha tenido que comprarse al seleccionador nacional de fútbol justo el día en el que aparecía la sentencia del caso Nóos (que se jugaran o no unos mundiales le importaba un carajo), del mismo modo que tuvo que esperar al día en que se debatía una moción de censura para permitir el anuncio de que su ex entrenador abandonaba el Real Madrid por motivos personales. A ex Zinedine Zidane le debía resultar insoportable (esto lo pongo yo de mi cosecha) tener que aguantar a tanto gilipollas en el vestuario y a tanto marimandón por los despachos.
Y ¿al Rey? Le debe resultar insoportable que su ex cuñado (el ex duque de Palma, marido de su ex hermana, la ex duquesa homónima) vaya a pasar un buen rato en la cárcel, total por unos delitos continuados de ‘choricismo regio máximo’ que apenas salen tipificados en el Código Penal. Menos mal que el buen Florentino ha estado al quite y le ha suavizado las portadas del día, como a ex Mariano se las suavizó en su momento más crítico.

A los prebostes del PP,  que todavía no son ex prebostes pero lo serán cuando haya pasado el verano excepción hecha de Javier Arenas (no los cito uno a uno porque han sido muchos), les resulta insoportable que el Aquarius vaya a atracar en Valencia y que la vicepresidenta Calvo se haya ocupado personalmente de coordinar las tareas de recepción de seiscientos veintinueve negros de solemnidad, sin oficio ni beneficio, que vienen a quitarnos el trabajo. Bueno, a mí no, porque soy funcionario, ni a mis hijos, porque trabajan en cosas de blancos, ni a los hijos de usted que, si todavía no trabajan, no van a querer  los empleos que les ofrezcan a estos, pero, sin duda, vienen con la malsana intención de quitarnos el trabajo. Les resulta insoportable esto que llaman ‘efecto llamada’: la gran excusa que se ha buscado Europa para seguir desatendiendo la pandemia de insolidaridad (esta sí que es insoportable) que se ha incrustado en el ADN de la conciencia colectiva del viejo continente. El no nato Ribera (este no es ex, porque nunca fue nada) mira hacia Europa con exigencia.

Pero no es la jauría. Le explicaremos al ex ministro Huerta que no es la jauría, sino la ciudadanía, la que se ha cansado y, de repente, parece que se da cuenta de todo. Así que después de tantos años dejándolo pasar todo, a pesar de estar sucediendo las cosas más enormes, la ciudadanía está despierta  y, por lo que se ve, dispuesta a no transigir con ni una más. Ni una insolidaridad, ni una injusticia, ni una golfería más.

La ciudadanía quiere un mundial con el que sentirse parte de alguna cosa al fin, y no nos lo van a permitir tener en paz, por si un buen resultado apaciguara a las bestias y glorificara un minuto de Pedro Sánchez. Quiere un gobierno con más chicas que chicos que se comprometa más con las personas que con las corporaciones financieras. Quiere ver atracar al Aquarius en sus costas y que le quiten las medallas a los torturadores. Quiere que pasen cosas de las que sentirse orgullosa y que, a ser posible, dejen de pasar esas otras que avergüenzan tanto.

La ciudadanía lo que está es hasta los cojones. Y eso sí que es insoportable.
El dibujo es de mi hermana Maripepa, aunque ya sé que es más que obvio.

domingo, junio 10, 2018

Aznarcronismo



Trepidante semana.

Pedro Sánchez, flamante presidente del Gobierno tras ganar contra todo pronóstico y por primera vez en España una moción de censura, convoca a un conjunto de notables del Estado (y otros no tan notables) para configurar un consejo de ministras y ministros (de acuerdo con la nueva nomenclatura) que causa asombro por el número de mujeres, por la relevancia de los personajes, por la celeridad en la toma de decisiones.

El ex Partido Popular se retuerce desde el más allá exigiendo la inmediata convocatoria del debate sobre el estado de la nación (ellos mismos lo vienen obviando desde 2015) y barbarizando sobre las intenciones que le presumen al nuevo Gabinete. Todo ello mientras se remueven en sus filas hablando de un señor que se saca fotos en la popa del yate de un narco famoso, con él a bordo, y de dos señoras que pronto mostrarán los arañazos y moratones producidos por lo que no tiene pinta de ir a ser una contienda pacífica por la sucesión.

El partido de Rivera, hace apenas dos semanas firme candidato a ocupar con sus filas palacios y palacetes, se lame las heridas de su estupidez contenido en el viejo casón del pueblo que el padre de alguno les cedió para sus reuniones, hoy en la semiclandestinidad, después de haber dado noticia al país entero de quiénes son en realidad y cuáles sus intenciones.

Pablo Iglesias lamenta lo pronto que se produce el olvido y lo largo que es, para lo corto que ha sido el amor.

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Y en esto ¡aparece Aznar! Grande Aznar. Enorme.  Como un ‘aznarosaurio’ aparecido de  pretéritas glaciaciones, Aznar comparece ante la humanidad y, comprendiendo que la derecha española está en crisis, sabedor él y solo él de cuáles son las verdaderas claves del delirio en el que se halla sumida y conocedor, igualmente solo él, de qué pulsiones de la sociedad, qué fibras del complejo tejido neuronal de las Españas se hallan en estado de desgarro, se ofrece generoso, inmenso, para restañarlas.

Y es que hay que ser muy tonto o estar muy poseído de uno mismo, para creer que la propia mismidad de sí es el único ente en el mundo capaz de nada en absoluto y, mucho menos, de volver a poner orden en aquello de cuyo caos es principal hacedor. O sea, un tonto.

Aznar no solo nos ha regalado la mejor caricatura de sí mismo en estos días; también nos ha hecho comprender que se trata de uno de esos especímenes que forman parte de un pasado que no va a volver: el del triunfo de los contadores del Estado, de los registradores de la propiedad, de los inspectores de Hacienda. YouTube los ha ocultado, Facebook los ha dejado sin amigos, Instagram los repudia, Twitter los ignora. Simplemente ya no están. Solo que Aznar no lo sabe.

Este nuevo gobierno de astronautas, comunicadores, hombres y mujeres de la economía, del mercado, de la gestión pública, está llamado a modernizar el lenguaje y las maneras, a sacar  la naftalina de los despachos, a ventilar las cloacas, a cambiar las ventanillas por ventanas que se abran a las voces de la calle. A convertir el aparato del Estado en la herramienta de progreso de la sociedad que nunca debió dejar de ser.

Y entonces Aznar, los ‘aznares’, ya no nos harán falta. Ni puta falta.

La derecha, sin ‘aznares’ ni registradores ya, abrirá un proceso de cambio profundo que la aleje por fin (estaría cojonudo) del franquismo del que son herederos todavía, que reconozca el pasado y no lo justifique, que se crea de verdad que estamos en un estado laico, que pierda la capilla, el ardor guerrero, y se aleje del convencimiento de que son los dueños del chiringuito y que este solo sirve a sus intereses y a los de los amigos que pueden comprarlo.

A lo mejor entonces se puede hablar de aquellos grandes pactos que hoy son impensables y que tanta falta hacen: reforma constitucional, educación, igualdad salarial sanidad, dependencia, jubilación… Tantos.

Solo queda esperar unos milenios.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.



domingo, junio 03, 2018

Y, sin embargo, se llama Pedro Sánchez

Nunca celebré tanto estar equivocado.
Existe el error generalizado de pensar que a La Moncloa se llega por los votos. Y no es exactamente así. Se parece mucho, pero no es así. Por los votos se llega a la carrera de San Jerónimo y es desde ahí, desde el Congreso de los Diputados, desde dónde se llega a La Moncloa.
Digo esto porque parece que Pedro Sánchez ha cometido una tremenda felonía desalojando (él con la connivencia de 180 diputados que representan doce millones de votos) a Mariano Rajoy de la Presidencia del Gobierno. Y no. Nada más lejos. La Cámara, compuesta de diputados democráticamente elegidos, estos sí por los votos, otorga su confianza a un ciudadano al que convierte en presidente del Gobierno. Y si este la caga mucho, la propia Cámara lo pone de patitas en la calle utilizando el instrumento que la Constitución diseñó para cuando un presidente la caga mucho, que es la moción de censura.
Ya está.
El bueno de Rivera, líder de la única formación que ha apoyado al Partido Popular en esta singular aventura de marcharse a casa, tiene un cabreo de oro. Ya se le ha olvidado la cosa de la ‘pureza de raza’ en la que pretendidamente ha basado sus apoyos a diversos gobiernos, mayoritariamente populares. Le importaba un carajo, se ve. Esto que ha pasado no le interesaba nada de nada, porque él (como yo mismo, error que tanto celebro) ya se veía presidente, aclamado en olor de multitudes ante la indigestión de corruptos de su partido amigo. Él quería que Mariano, el ex gran Mariano, se humillara, reconociera sus culpas y convocara elecciones, ahora que Ciudadanos subía en las encuestas como la espuma, con el PSOE desaparecido en combate y el jefe de Podemos comprándose chalets por la sierra de Madrid. Y esta moción le ha sentado igual igual que una patada en la parte inguinal (en la zona de los huevos, para entendernos).
Así que, de momento, Rivera no será presidente. Y no va a ser lo mismo comparecer a los comicios convocados por un Rajoy más que tocado y hundido, los que él esperaba, que a unos convocados (cuando los convoque) por un Sánchez presidente, ya no desaparecido, después de un más o menos corto período de gobierno en el que malo será que no mejore un poco el desastre que deja su predecesor.
Pero ¿qué ha hecho Pedro Sánchez?
No parece que lo sucedido se pueda deber únicamente a la ambición desmedida del sujeto: todos los grupos del Congreso, todos, con la lógica excepción del Popular y la esperable pataleta de Ciudadanos, cuyo líder nos dio el admirable espectáculo de cómo se enrabieta un chico cuando le quitan el móvil, estuvieron de acuerdo en la solución. Dudo sinceramente que el variopinto conglomerado de partidos que lo apoyaron tuviera como objetivo político de la legislatura la entronización de Sánchez. Algo más debía estar pasando y, de hecho, pasaba.
Lo que hizo fue utilizar legítimamente el recurso constitucional habilitado para sacar del Gobierno de España a un partido que no aguantaba un minuto más, una sentencia más. El acto patriótico de librarnos de un partido podrido que se aferraba a los sillones del Consejo de Ministros sacando a vociferar a María Dolores de Cospedal a la orden de ¡Cospe, mata!
Y yo se lo agradezco. Aunque se equivoque se lo agradezco. Peor no puede ser. Y el devenir de las cosas según estaban diseñadas nos traía un futuro muy de derechas y de muy largo recorrido, que no creo que fuera lo más beneficioso para esta maltrecha nación. Me refiero, claro, para las clases menos favorecidas de esta maltrecha nación.
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Por otra parte, este tipo de coalición ‘Frankenstein’ que tanto miedo produce en la derecha española (PP, Ciudadanos…) o sea, que tanto miedo produce a quienes no están involucrados en ella, sino expulsados de ella, no extraña a nadie en Europa.
Los gobiernos en minoría, las coaliciones entre varios partidos, incluso de muy diferentes ideologías, se producen con toda naturalidad en nuestro entorno donde, por cierto, son la norma. Países como Portugal y Bélgica (el primero ejemplo de gestión de la izquierda en el mundo, el segundo nada sospechoso de república bananera), están gobernados ya por coaliciones no lideradas por el partido que ganó las elecciones. Ambos con ensayos inéditos en sus historias respectivas.
Sumemos a estos a Austria, donde el ÖVP gobierna con el ultraderechista FPO; Holanda, otra coalición de diferentes ideologías; Dinamarca, un Ejecutivo de minoría, apoyado por tres formaciones; Suecia; Finlandia; Estonia; Reino Unido, donde los conservadores de Theresa May  han necesitado a los unionistas de Irlanda del Norte para poder gobernar con 316 escaños de un total de 650; la misma República de Irlanda; y Rumanía, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia y Croacia en Europa central, donde solo en Hungría hay un gobierno con mayoría absoluta.
Poderse, se puede.
Ahora lealtad, solo lealtad institucional, y veremos a un presidente socialista sacar de la ‘marca España’ (de la que tanto gustaba alardear a los gobernantes del Partido Popular) la mancha pútrida de la corrupción con que la habían embarrado. Veremos parar la involución monstruosa en la que la derecha estaba sumiendo al país. Veremos desaparecer leyes represivas con las que, admirablemente, estábamos conviviendo sin chistar. Veremos parar la injerencia indigna del Gobierno en Fiscalía y Judicatura. Veremos diálogo político en la crisis territorial. Veremos unos medios de comunicación públicos dignos… Con un poco de suerte, y un poco de lealtad, veremos volver a este pueblo a la senda de la conquista social.
Y, entonces sí, elecciones.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.