domingo, septiembre 23, 2018

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El domingo pasado asistimos en La Sexta a la entrevista que la periodista Ana Pastor realizaba al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez.
Turbador.
Lo verdaderamente importante de aquel tiempo de televisión parecían ser las preguntas de la entrevistadora, porque las respuestas o nunca o casi nunca satisfacían su curiosidad. Y tanto era así, que la periodista (no sé si siempre con la corrección debida) cortaba incesantemente al presidente para reconducir el camino de lo que este intentaba contestar. Si minutáramos el evento comprobaríamos que el tiempo de intervenciones de una y otro se dieron la mano.
El ritmo era endiablado. Poco o ningún tiempo para la reflexión… Ni falta que hacía: ninguna pregunta en realidad la merecía, porque la entrevistadora no supo pasar en ningún momento de la anécdota a la categoría. Así que nos quedamos sin saber si el entrevistado sería o no capaz de pasar de uno al otro nivel.
Se dice que las personas con menos recursos intelectuales hablan sobre las personas, las que son un poco más listas, sobre los acontecimientos, y solo las conversaciones de los más inteligentes versan sobre las ideas.
Pues bien, ninguna idea.
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Quince minutos mínimo hablando sobre másteres y doctorados, otros tantos sobre anécdotas contradictorias entre lo dicho por uno y lo corregido por otro, otros pocos sobre promesas programáticas de imposible o difícil cumplimiento… personas, acontecimientos, anécdotas. ‘Ruido’, dijo el presidente. Ruido.
Parecería que los contenidos de la entrevista se hubieran sacado del trending topic de alguna red social: ¿Sobre qué se tuitea? Pues ahí le damos.
Deben ser estos los parámetros en los que se mueva este estilo de ‘periodismo-espectáculo’ que se ha enseñoreado de según qué medios de comunicación, sin duda para separase de aquel apodo de ‘convencionales’ con los que se distingue a prensa, radio y televisión: una mezcla entre ‘Sálvame frambuesa’ y ‘fake política’ que sirve para muy poca cosa y solo a aquellos que únicamente se informan a través de los flases imposibles que circulan por las redes con limitación de caracteres (y de todo lo demás).
¿Ideas? ¿Pensamiento? Algo así como ¿qué proyecto de sociedad está diseñando su partido para este país? ¿Desapareciendo el modelo de partidos y triunfando otro más personalista, que tal se lleva usted con el suyo, con lo que le ha llovido? ¿Qué hay del avance de la ultraderecha en Europa? ¿Cómo vamos respecto de los grandes temas que ocupan al mundo, a saber, el comercio de armas, el hambre –y su consecuencia, la inmigración–, el calentamiento global? Por ser algo más mundano ¿el pacto de Toledo? ¿El futuro de la Constitución? No. Ni siquiera la reforma exprés que se aireó apenas quince horas después estuvo en la entrevista.
Ana Pastor hablaba con el presidente del Gobierno de España (aunque sea Pedro Sánchez) y no supo salir de los tópicos. Perdimos la oportunidad de conocer lo que tal personaje opina sobre cosas que importan muchísimo y el tiempo se llenó con titulares para Facebook en una hora de televisión en la que importaron más las preguntas que las respuestas y que terminó con el anuncio de lo que después tenía programado la cadena, que la periodista no dudó en contarnos desde allí mismo, desde el palacio de la Moncloa.
Y luego, que si plagió un libro…
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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