domingo, mayo 09, 2021

Hacerse un Trump

No hay soluciones fáciles a problemas complejos, del mismo modo que no existen respuestas sencillas a preguntas complicadas.

O a lo mejor sí.

Porque la complejísima realidad de la sociología de Madrid se ha atajado de la manera más simple: ha bastado una palabra (robada a la izquierda) para que la derecha remueva las conciencias de un pueblo que, por lo que se ve, está cansado de sus problemas y busca descomplicar su existencia con pocas explicaciones.

El bueno de Ángel Gabilondo (hoy ya un recuerdo que casi produce ternura, como Pablo Iglesias) citaba a Kant en la campaña con aquella reflexión de los pájaros y los peces que se quejaban del aire y del agua sin comprender que, simplemente, eran su medio. Ayuso no citaba a Kant (ni a ningún otro u otra). Ni falta que le hacía. Porque no era la idea.

Tampoco le fue preciso hablar de la vivienda, de las escuelas o de los ambulatorios, aunque a Mónica García no le fue tan mal haciéndolo. No había que apelar a la razón: la razón es pausada, discurre a través del pensamiento lógico, confronta ideas, prevé consecuencias, analiza escenarios. O sea, un coñazo.

Era la fibra sensible de los electores. De todos los electores. La combinación bien guisada de un sentimiento identitario inventado (que ya veremos a dónde conduce), el miedo a un comunismo que tampoco asoma por ninguna parte y el anhelo de una libertad que, siempre según Ayuso, el “sanchismo” cercenó.

El resumen: libertad.

¿A quién importa que esté mal o bien entendida?

Madrid first. Madrileños first. Madrid open. Vivir a la madrileña. Aquí están las claves. No había más.

Algunos votantes de izquierdas

Monedero dice que todos los madrileños son gilipollas (poco más o menos). Y yo creo que los gilipollas somos él y yo (igual un poco más él). Él por seguir tocándole los cojones a todo el mundo y creerse que eso le sitúa por encima del bien y del mal. Y yo (y otros cuantos como yo) por no haber sabido, sin citar a Kant, tocar esa otra fibra que hace sentir que bajando los impuestos se debilitan los servicios públicos, que a quien no nos los van a bajar es a usted ni a mí, que abriendo los bares se pone en riesgo la salud del personal y es tremenda irresponsabilidad, que cuando venden las viviendas de protección a fondos ‘buitre’ destruyen los pilares que cimentan nuestra sociedad, que cuando privatizan sanidad o educación nos desnudan a usted y a mí de derechos que nos hacían (esos sí) libres.

Ayuso encontró al enemigo contra el que plantear la verdadera lucha. ¡Era tan fácil! Con Ayuso, la derecha ha sabido poner la diana en la verdadera amenaza para las libertades: Pedro Sánchez. Y, a pesar de su pobreza intelectual y dialéctica, lo ha contado de manera magistral. Ha convencido a la ciudadanía de que la amenaza no es el virus, de que el Estado nos roba, de que el comunismo está agazapado a la vuelta de la esquina (¡qué enormidad!). Y las desclasadas clases medias nos lo hemos creído a pies juntillas, porque  nos han inoculado el miedo a que okupen nuestras casas, a que nos confisquen el salario… a que nos pongan un ‘chis’ (el presidente de la Universidad Católica de Murcia no sabía pronunciar chip). Han conseguido que ni nos planteemos que, en definitiva, el enemigo no es ese comunismo inexistente, sino ese liberalismo atroz, que nunca creyó en los servicios públicos y que se anda enseñoreando de nuestras instituciones democráticas con los apoyos inestimables de quienes creemos que al votarles estamos protegiendo nuestro bienestar.

Es eso, o es que nos importa un huevo el bienestar colectivo, con tal de que el nuestro propio permanezca intacto, esto es, que nos hemos vuelto una cosa muy fea. Pero en eso prefiero no pensar.

Del ‘trumpismo’ también se sale. A Trump lo sacaron.

Lo han cambiado por uno que dice que a lo mejor hay que subirle los impuestos a los ricos y bajarlos a los pobres. Que dice que hay que liberar las patentes de las vacunas para que puedan llegar a toda la humanidad. Sensato ¿no? (Si lo hubiera dicho Pablo Iglesias le hubiéramos obligado antes a dejar todos sus cargos).

Pues eso, que del ‘trumpismo’ se sale. Que a lo mejor, en el próximo viaje, en lugar de un Trump, nos hacemos un Biden.

Que a lo mejor solo es cosa de aprenderlo a contar o de, al menos, tener la humildad de reconocer que no hemos sabido contarlo.

Entre tanto, desolados.

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