domingo, mayo 02, 2021

Primero de Mayo: ¿día de qué?

Unai Sordo, que es el secretario general de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, ha dicho este primero de mayo: “los tiempos están cambiando, que decía Bob Dylan”.

(Léase aquí un largo silencio de entre estupefacción e incredulidad.)

¡Bob Dylan!

Si alguien tenía alguna duda de que los sindicatos, globalmente considerados, están perdiendo el sitio, este Primero de Mayo ha debido quedarle meridianamente claro. Pero ¡no alarmarse!, que para eso Vox,  rizando el rizo del cinismo político, ha puesto hoy de largo el suyo con la misión de denunciar la mafia sindical y el abandono de los trabajadores que ellos y solo ellos, tienen la encomienda divina de defender con su sangre. Simple cinismo. O una nueva amenaza al sindicalismo de clase.

Manifestación del Primero de Mayo.

El caso es que ese joven entregado a la investigación del “machine learning” (una de las especialidades pujantes en el mundo laboral sobre la que mi madre no ha oído hablar y que hubiera dejado sin palabras a mi padre) no está preocupado porque se hayan restringido tanto los actos del primero de mayo y, con toda probabilidad, no ha escuchado a Sordo citar a Bob Dylan como referente de lo que está sucediendo en el mundo. Hubiera enmudecido igualmente, como mi padre.

En algo sí tiene razón: el mundo está cambiando, por más que el bueno de Dylan se estuviera refiriendo a un cambio que ahora juzgamos próximo al pleistoceno.

La realidad es tozuda.

Y la desaparición de las clases trabajadoras o, por mejor decir, la desaparición del sentimiento de pertenecer a ellas, es igualmente tenaz.

No sirve quejarse, porque las quejas en solitario conducen a la melancolía y las reivindicaciones que se leen en los medios de comunicación o en las redes sociales, tienen que ver con los despidos cuando son masivos (banca, siderometalúrgica…), que si no importan un huevo y con las pensiones. Debe ser que los pensionistas pertenecen a otro mundo, uno anterior que sigue llevando la lucha a la calle y es en mitad de la calle donde vocean por un “salario” justo. De las condiciones laborales ya no se habla. Los jubilados porque dejaron de ser una preocupación cuando se dieron de bruces con la condición de “clases pasivas”. Los amenazados de despido… por razones obvias.

—Mamá, ya soy project manager.

—Hijo mío, ¡lo que vales!

Si a Marcelino Camacho le hubieran hablado de las condiciones laborales de los ingenieros en “fin-tech” (finanzas y tecnología, traducido al lenguaje de las personas), hubiera perdido el sentido. Como Unai Sordo, que está en la clave de que la sociedad está en deuda con los trabajadores en un mundo en el que, paradójicamente, solo se sienten unidos por esta conciencia de clase los jubilados y los que están directamente amenazados por un expediente de regulación de empleo.

Porque los pilotos de dron (otra de las profesiones del futuro) ni se asemejan a aquel concepto de trabajador que sigue rondando por las cabezas de los mayores de cincuenta (¿sesenta?) años y que ha desaparecido por completo aquí donde la inteligencia artificial y la robótica han hecho de la mano de obra (cara o barata) el viejo recuerdo de “aquellos tiempos”.

Las reivindicaciones laborales ya no están. La subida del sueldo se la negocia cada uno con el CEO (chief executive officer o director ejecutivo si se prefiere) de su empresa al cierre del ejercicio y según sus “resultados”. El salario mínimo interprofesional lo sube el Gobierno (solo si es bolivariano, claro) sin apenas presión sindical, la jornada semanal de cuatro días es una pretensión puramente política (solo de algunos partidos a los que llamaremos comunistas y contrarios a la libertad a partir del 5 de mayo): no es un clamor de las clases trabajadoras. No existen.

Por si quiere adivinar hacia dónde se mueve el mundo de la banca, piense que Bizum, que es una aplicación que se lleva en el móvil y vale para hacer transferencias de dinero, mueve a más de quince millones de usuarios con siete empleados.

—¿Que dices que te has apuntado a clases de qué?

—A un curso de “data sciencist”.

—Hijo mío ¡lo que vales!

Y encofradores, camareros, empleados de notaría, banca o aseguradora, lampistas, funcionarios, maestros, “kelys”, camioneros, andamos como vaca mirando a un tren que transporta el “Internet de las cosas”, atónitos delante de una realidad que nadie sabe interpretar exactamente ni intuye adónde conduce. Lo otros, los falsos autónomos, los que soportan empleos basura amparados por una reforma laboral aún vigente, esos repartidores que tantísimo han enriquecido a los emporios del e-comerce, continúan sorteando el tráfico y la suerte soñando con un futuro que nadie les dará la oportunidad de procurarse.

El lema este Primero de Mayo: “Ahora toca cumplir. Un país en deuda con su clase trabajadora”.

Y no digo yo que esté mal pero ¿a quién coño se refieren?

El dibujo es de mi hermana Maripepa

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