domingo, octubre 16, 2016

En valores

Cada vez que escucho hablar de los “valores” se eriza mi piel y un punzante escalofrío me recorre la columna vertebral.
¿Qué se esconde para cada uno detrás de este vocablo cuasi universal? Los valores de la democracia, educar en valores, valores de Occidente… Estos banquillos que modernamente  han adoptado el formato de graderío están llenos de personas que hablan de los valores con lágrimas en los ojos, justo antes de meter su tarjeta black en un cajero automático para sacar 600. Poca broma, son 200 más que la ayuda de la que viven unos cuantos españoles. O justo antes de meterse en un despacho a negociar un desfalco en un  ere o en un contrato público con la inestimable ayuda de un edil de la Púnica educado en valores .
Educado en valores. Los valores en la escuela. Los valores de nuestra sociedad.
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Educando en valores... O no.
Si han pensado educar a mis hijos en valores ¿les importaría preguntarme cuáles son los míos? O ¿es que saben de unos valores universales que, precisamente, coinciden con los suyos y están ustedes decididos a incrustarlos en sus tiernas cabecitas queramos o no? Lo digo porque, hasta la fecha, nos está yendo fatal.
¿Qué valores en concreto estamos asumiendo como convenientes, mientras toleramos escandalosamente las actitudes más deleznables con un guiño de complicidad y, hasta en no pocas ocasiones, con un voto?
¿Por qué tengo la impresión de que los únicos valores que realmente cotizan son los bursátiles, mientras nos siguen intentando convencer de que lo que diferencia a los hombres del resto de los animales que pueblan el Globo es, precisamente, la construcción de nuestra arquitectura de valores? ¡Yo que pensaba que era la capacidad de disfrutar del arte!
La honestidad, la bonhomía, la solidaridad (esa que impediría que millones de sirios…), parecen valores viejos, del siglo XX. ¿Cuáles serán los valores del siglo XXI; de la era de Internet? A lo mejor nos dan una sorpresa e incorporan la comunicación, el conocimiento, el intercambio de las ideas o el valor, este sí universal, de no tocar los cojones al prójimo.
Por favor, ya no me eduquen más. Déjenme con mis valores y mis cosas. Es que a lo mejor no tengo. Y, si los tengo, les aseguro que es muy probable que se parezcan en nada a los suyos.
El dibujo es de mi hermana Maripepa. 

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