domingo, diciembre 24, 2017

310



Sobre las elecciones en Cataluña ya se ha dicho todo.

La ganadora no tiene apoyos en la cámara para formar gobierno, el segundo en votos, que sí los tiene, no puede volver a España porque está huido de la Justicia e irá preso,  el tercero está en prisión preventiva y el cuarto no sabe o no contesta.

La aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña y la consecuente convocatoria de elecciones en la comunidad autónoma ha servido, solo, para evidenciar lo que ya era evidente: la mitad de sus ciudadanos quieren conformar un estado independiente. Y la otra mitad no. Ya está.

El gran Mariano se ha vuelto a equivocar. La verdad es que este buen hombre se muestra más lúcido cuando no hace nada. Porque cuando toma una decisión lo rompe todo gravemente. Lo que pasa es que ahora ha hecho el ridículo y, a más a más, ha conseguido que Puigdemont parezca un tipo listo. ¡Qué enormidad! Ahora Puigdemont parce un jefe de Estado en el exilio. La estrategia del Partido Popular lo ha entronizado.

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Una persona que no entiende nada.
¿Cuándo se termina la intervención del Gobierno de España en Cataluña? Lo ha establecido el Senado: Cuando se conforme un nuevo gobierno. Y ¿cuándo se podrá conformar el Gobierno de la Generalitat? Pes esto no se sabe: La mayor parte de los líderes independentistas (estos que vuelven a tener mayoría absoluta en el Parlament tras las elecciones supuestamente convocadas para volver a la "normalidad"), están procesados por delitos cuyos años de condena, si se suman, deben alcanzar ampliamente los cuatro o cinco siglos.

El Estado es uno y trino. Sus poderes están repartidos y esta división funciona, pero sigue siendo uno. Y estos poderes no son ajenos los unos a los otros. Se hablan, se miran.
Ahora que ya hemos visto que las soluciones procesales puestas en marcha desde el Poder Judicial no sirven, que las soluciones que se pueden proponer desde la letra de la legalidad vigente se han desvelado inoperativas, que la lógica de las decisiones de las estructuras económicas que creíamos aplastante no funciona como pensábamos, que en definitiva no va a ser posible imponer desde fuera de Cataluña el modelo de convivencia en Cataluña… Ahora que hemos visto que tenemos que reinventarnos para resolver la mayor crisis que ha soportado España desde el advenimiento de la democracia, reinventémonos.

Imaginación, visión de Estado, altura de miras, concierto entre los pueblos. No se trata de ganar o perder una guerra. Este asunto es muchísimo más gordo. La mitad de los catalanes quieren ser un estado independiente. La otra mitad quieren permanecer en el que hay. Los unos y los otros hemos conducido la situación a un momento imposible, sin encaje en la estructura política actual ni, lo que es peor, en el entendimiento humano. Cada paso que se da en la senda de lo estatuido empeora las cosas.

Basta ya.

En mi opinión, está llegado el momento de declarar esta partida en tablas, volver a la casilla de salida, sacar de las cárceles a los presos (que no son presos políticos, que sin duda han delinquido, pero contra una realidad legal que a lo mejor ya no sirve), hacer volver a los huidos y empezar a hablar de la política, de la Constitución, del Estado. Sabemos que la soberanía nacional reside en el pueblo español porque todas las soberanías residen en todos los pueblos, pero a lo mejor hay que entenderla como un concepto mucho más prosaico, que es divisible, que no es inalterable, que no puede ser la excusa para prohibir lo que, evidentemente, no se ha podido prohibir. Probablemente tengamos que reinventar el concepto de soberanía en este momento en el que todos los conceptos se están reinventando. Creo que estamos en el momento de hablar del federalismo y reinventarlo también para adecuarlo a este tiempo de globalización económica en el que vivimos que no se parece en nada al tiempo en el que apareció la idea de los estados nacionales, ni a ese en el que al barón de Montesquieu formuló la doctrina de la separación de poderes. Es el tiempo de construir un modelo de estado en el que todos sus integrantes sepan que están justo ahí donde querían estar y no en otro sitio.

En las elecciones catalanas han ganado la derecha nacionalista y la derecha nacionalista: La derecha catalanista, la derecha españolista (excepción hecha del PP, que se ha ido al Grupo Mixto junto con la CUP). Dos derechas que se odian entre sí, que se detestan, que no se hablan. Y la izquierda ya no está.

Desde la izquierda, desde donde sabemos (¿sabíamos?) escuchar y proponer, desde donde se han operado los grandes cambios que han vivido las sociedades en todo el mundo, tenemos que hacer una propuesta valiente de ruptura de los viejos conceptos que ya solo están en el Boletín Oficial, porque la sociedad los desterró hace dos décadas. La izquierda que agoniza tiene que resucitar y abanderar la solución de un problema que solo desde la izquierda se puede resolver, sin odios, sin venganzas, sin perdedores, con el entendimiento puesto en un futuro que hay que diseñar para que salga bien en un mundo en el que todo es nuevo. Porque todo lo que pasa solo sucede para mal y esto ya lo tenemos aprendido en España.

Por eso y porque otro 155 solo serviría para conseguir 310… 310 de nada.
La señora que no entiende nada es de mi hermana Maripepa.

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