domingo, enero 06, 2019

No sin la foto


No será a hurtadillas. No lo será. Y tienen razón ellos.

400.000 andaluces en pleno uso de sus derechos políticos les han concedido 12 diputados en el Parlamento autonómico.
Piensan hacerlos valer ¡faltaría más!
Si PP y Ciudadanos quieren sus 12 escaños para descabalgar al PSOE del poder, tienen que sentarse a negociar con ellos, dar la cara, hacerse la foto. Y ellos tienen claras sus prioridades. No creen en la discriminación positiva hacia las mujeres que implican las leyes y las políticas de género (de hecho, no creen que la violencia machista suponga un problema), no creen en el estado de las autonomías (paradójico discurso desde un parlamento autonómico), no creen en los derechos civiles de gays, lesbianas, bisexuales o transexuales, su ‘relato’ del franquismo difiere frontalmente del que sustenta la normativa sobre la memoria histórica, detestan la presencia de inmigrantes en el territorio. Ellos son de derechas, muy de derechas. Tan legítimamente de derechas como yo de izquierdas. El modelo de sociedad que defienden se basa en todo aquello de lo que yo abomino pero, de momento, 400.000 ciudadanos libres en Andalucía lo refrendan y las encuestas que leo no auguran nada distinto para el resto de España.
El PP ya ha accedido a acercar posiciones (por lo demás tan cercanas) y hacerse las fotos que hagan falta para ganarse las 12 voluntades que lo aúpen al Palacio de San Telmo. Ayudas a los hombres maltratados, han pactado: gran avance en la igualdad entre sexos. Ciudadanos todavía se hace el duro pero sin ningún género de dudas dulcificará su posición en breve, porque el objetivo (como en el pacto del Tinell, como en la moción de censura de Pedro Sánchez, por poner solo dos ejemplos conocidos) es derribar al adversario, y su motivación es tan lícita como la de cualquier organización política, cuyo fin último es alcanzar el poder según se sabe.
Los alegres muchachos de Vox se atreven a decir lo que dicen porque sus expertos en comunicación (que no deben ser los más torpes cuando ya están en el número 1 en Instagram) les han dicho que no pasa nada, que todo eso les da votos, como así lo confirman las encuestas que mes a mes les otorgan mayor intención. Los comunicadores de Vox están diciendo lo que muchísimos españoles estaban deseando oír: que se acabaron las mariconadas, que España es una, grande y libre, que la mujer tiene su sitio en la sociedad y no es la dirección de las empresas, que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo, que el divorcio y el aborto son cosas de guarras y que los toros son la fiesta nacional. Ya está. Sin caretas, sin maquillar el discurso… sin vaselina.
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Y ahora que, de pronto, ser muy de derechas ha dejado de estar mal visto en sectores emergentes, toca preguntase ¿cuántos son? ¿En dónde viven? ¿Qué les ha hecho salir del armario ideológico en el que se ocultaban? Y, de nuevo, ¿cuántos son?
Son muchos, son jóvenes y adultos, obreros, ‘kellys’, ingenieras, profesionales del derecho y de la enseñanza, enfermeros, topógrafos, aparejadoras, funcionarios, empleadas de banca, clases medias, clases menos medias, clases altas, personas que no han encontrado un discurso político que les excite hasta que alguien ha dicho en voz alta que no quiere más maricones, ni más subsaharianos en el suelo patrio y se ha mostrado abiertamente racista sin complejo ninguno. Personas que no necesitan de la Ley de Dependencia, porque no son dependientes, que no necesitan de la protección contra la violencia machista porque creen que no la padecen, personas a las que no agrede la desmemoria histórica porque no se acuerdan de nada y que piensan que tantas ayudas sociales a las personas desfavorecidas no hacen más que crear vagos y maleantes. Y personas que se han cansado del panorama anodino que les ofrecemos, repleto de promesas que siempre se quedan a medio cumplir, a las que ya no les pone calientes aquel viejo sueño de transformar la sociedad, porque no les mola nada en lo que la hemos transformado.
No hace falta un cordón sanitario alrededor de Vox (si ya no lo pusimos alrededor del PP o de Convergència i Unió). Hace falta hablar más de política, ver menos Tele 5 (no la cambie por La Sexta muy de golpe), leer más, mirar con ojos críticos, aprender a empatizar, no permitir que nadie publique vídeos de niños deseando la muerte de Pedro Sánchez, viajar un poco queriendo saber más cosas. Desacralizar el concepto de prójimo y quererlo. Dejarse educar. Educar.
A lo mejor hace falta volver a empezar. Ver como desaparece todo aquello que hemos construido (en libertades, en servicios públicos, en igualdad…) para comprender lo bueno que era en realidad y lo mucho que hubiera valido la pena pelear por conservarlo y hacerlo más grande.
O a lo mejor hace falta volver a nacer.
El señor de derechas saliendo del armario lo ha pintado mi hermana Maripepa.

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