domingo, septiembre 01, 2019

¡Salvini! ¡Salvini! ¡Salvini! ¡Cómodo! ¡Cómodo! ¡Cómodo!


 Si ciñe una corona de laurel sobre sus sienes y riza un poco su barba poblada, verá convertido a Matteo Salvini en el mismísimo Lucio Aurelio Cómodo Antonio, Cómodo, el último emperador de la dinastía Antonina (aquel ególatra que se sabía por encima de cualquier institución pública y se comparaba a sí mismo con el propio Hércules).


Y a él también le ha pasado.

Ha eclipsado a toda personalidad del Gobierno italiano, presidente incluido, a sus socios del Movimiento 5 Estrellas (partido más votado en las elecciones de 2018 en Italia), al presidente de la República, a cualquier otro ministro del gabinete. Italia toda ha sido Matteo Salvini, el libertador, el César.

Matteo Salvini ha gobernado Italia de facto y desde Twitter, técnica cada vez más empleada por estos políticos mediocres que se entronizan en las encuestas a base de lanzar mensajes que llegan al corazón mismo del ‘pueblo llano’.

‘Los italianos primero’ (¿le suena?): he aquí el leitmotiv de su discurso ramplón, inmerso en la infrapolítica, sin otra estrategia que la de remover las tripas y adormecer las conciencias de las clases más desfavorecidas entre las que, como en España, ha cundido la especie de que todo negro, todo migrante, ha venido aquí para quitarnos el trabajo. ¿Qué importa la vida de un centenar de negros pereciendo en un barco, frente a la inmensa campaña mediática que supone negarles la entrada al país bajo la gran idea-fuerza ‘los italianos primero’?

Las clases más pudientes encantadas, claro, porque ese liberalismo feroz implica una política fiscal ausente de presión recaudatoria, o sea, supone enriquecerse y un Estado carente de servicios públicos que supone enriquecerse aún más.

Así que ¿quién pierde? Si los poderosos se frotan las manos y se descojonan de la falacia del sujeto y las desclasadas clases no favorecidas enfebrecen ante el grito no menos falaz de ‘tú antes que nadie’ ¿quién pierde?

¡Twitter! ¡Twitter! ¡Twitter! ¡Cómodo! ¡Cómodo! ¡Cómodo!

En olor de multitudes digitales, Mateo Salvini, cabalgando las olas sobre su moto acuática, mojito en ristre, como un verdadero chulo de playa, alza los brazos y extiende la mano (derecha) sobre su pueblo. ¡Aclamadme! ¡Amadme y seréis recompensados! ¡Votadme y aun lo seréis más!

Pero el sentido común es previo a todos los demás sentidos, también al sentido político y al tacticismo de la oportunidad. Y el sentido de la responsabilidad alcanza también a los que, pretendidamente antisistema (M5S), se enfrentan al destino de un país y a la amenaza de ese populismo extremo de consecuencias todavía no probadas. Italia no quiere césares. El mundo no necesita césares, ni trumps, ni salvinis que vengan a salvarlo (valga la redundancia). El mundo solo necesita cordura y, como hay quien lo sabe, los italianos de bien (más acostumbrados al pacto que los españoles, como está quedando de manifiesto en las últimas semanas) negocian y acuerdan. Salvini está fuera. El emperador se ha quedado compuesto y sin novia después de que los socialdemócratas italianos sumaran con el M5S, se sentaran en la misma mesa y decidieran poner coto a las intenciones megalómanas de un sujeto sin escrúpulos que pretendía, solo, alzarse con el poder omnímodo del emperador de Roma.

Y ahora brama. Grita. Se revuelve. Convoca a la revuelta. Pero está fuera.
El hombre que, él solo, ha puesto en jaque las políticas migratorias europeas, que se ha saltado todas las reglas de la mano de los personajes más siniestros del viejo continente, el que ha conseguido resucitar el fascismo más clásico en un país que ya lo creía enterrado, ha visto fracasar su moción de censura y truncarse su ambición de unas nuevas elecciones que lo llevaran a lo más alto de la política italiana, alentado por las encuestas que le prometían repetir los resultados de las pasadas Europeas.
Es solo una tregua, porque en Twitter triunfan las propuestas que tocan la fibra sensible de ese ‘pueblo llano’ que está hasta los cojones de la vieja política. Y en las urnas, después, triunfa Twitter.

Así que es solo una tregua.

Habrá que pensárselo. Los mensajes ultrapopulistas están en boga: menos Estado, menos impuestos, más libertad para los mercados (no confundir con la libertad para las personas), más cierre de las fronteras para repartirnos todo entre nosotros…

Responda solo a una pregunta: ¿quién pagará por los servicios públicos cuando ya no sean públicos?
O a dos: ¿quién es ese ‘nosotros’?

(A ver si al final ese ‘todo’ se lo van a repartir entre ellos.)

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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