domingo, abril 09, 2017

¡Una de bravas!

Circulaba por ahí un “meme” (esos chistes que corren por las redes que suelen tener poca o ninguna gracia y con los que algunos amigos te llenan el WhatsApp) que venía a decir que no sé quién que comía tan sano e iba tanto al gimnasio se iba a morir un día y no iba a saber de qué.
Ortorexia. Se va a morir de eso.
Se define como un trastorno alimentario de tipo obsesivo compulsivo que lleva a quién lo padece a comer únicamente los alimentos que considera saludables. Se dice que es tan peligroso como cualquier trastorno alimentario, como la bulimia o la anorexia, pero es más difícil de diagnosticar: Son enfermos tan guapos… Tan guapas… Tan delgados… Tan estilosas…
Me maravilla ese hábito de ignorar sin daño aparente un platito de lechón, para abrazar la ensalada cesare esquivando los pequeños picatostes de pan frito. Me obnubila esa capacidad de auto control mucho más que la figura esplendorosa que suelen lucir. No es que  me disgusten los cuerpos esculturales, es que los gestos avinagrados que les suelen acompañar me ponen un poco nervioso.
¡Esas bravas, por favor! Esa caña bien tirada, esa mojada de pan en el aceite de oliva de primera prensada con el que hemos aliñado la ensalada de queso de cabra... Ese Jumilla que te consigue el hermano murciano que te quiere de verdad, no son para usted. Los ha sustituido por la bebida de soja baja en hidratos y la quinoa que se ha puesto de moda estos días para desazón de mamás y papás que la buscan con ansiedad para procurar a sus pequeños una vida larga y próspera.
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Señora dudando.
Una cultura culinaria como la mediterránea merece mejor destino que apartar los picatostes de la ensalada y huir del aceite de palma como si del mismísimo diablo se tratara. Usted cree que le compensa, porque liga más y está seguro de que vivirá más años. Pero, amén de considerar lo largos que se le van a hacer, viva los que viva, ¿no cree que el chuletón de buey, por más cosas fatales con las que crea que han cebado al animal en vida, merece aprecio por su parte? ¿Qué aquel cocido de su madre, con su apaño de hueso de jamón, chorizo, tocino, morcilla… merece su atención? ¿Le va a compensar no rendirse esta Semana Santa ante esa torrija esponjosa y azucarada, por más entera que sea la leche en la que está empapada?
Déjese de tonterías. Coma bien. Coma de todo. Cene ligero si ve que tal, pero coma usted, de verdad, que esto son cuatro días y, a según qué edades, los placeres se limitan mucho. Si no le queda otro remedio monte en bici o vaya al gimnasio, pero coma, coma. Que lo digo por su bien.
Las tapas de oreja, los judiones con perdiz, los cumpleaños en familia de medias noches con mahonesa, la tortilla de patatas, no son trampas que la naturaleza nos pone para probar nuestra integridad. Son parte de nuestra manera de estar en el mundo. Y no cualquier parte.
No la malogre. Venga, ¡una de bravas! ¡Y salga el sol por Antequera!
La señora dudando es de mi hermana Maripepa. 

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