domingo, octubre 15, 2017

Entre pillos.

Tal cosa como la segregación de un territorio para conformarse en un estado independiente de aquel del que se segrega, parece un asunto mayor. Como de mayores. Cuando lo sustentan dos millones de ciudadanos el asunto es definitivamente de mayores. También la resistencia del Estado del que el territorio pretende separarse es asunto de calado: al fin y al cabo alguien pretende amputarle un trozo y eso tiene que doler.
Hemos hablado tanto de esto que ya da cierto pudor insistir, pues parecería se corre el riesgo de aburrir al selecto grupo de seguidores que atienden estas disgresiones dominicales. Pero los sucesos de martes y miércoles no tienen parangón con nada. Recuerden, Puigdemont (le llamaría payaso si no fuera porque respeto mucho a los de verdad) hizo una cabriola de picado y doble rizo con tirabuzón acabada en voltereta lateral que consistió (oh maravilla) en declarar la independencia de Cataluña sin declararla en ella misma, un ejercicio místico de majadería cuya definición no puede dejar más clara aquella serie fotográfica de Reuters en la que una señora que roza el éxtasis queda al instante desfigurada, como salida de los fusilamientos del 3 de mayo, al escuchar desdecirse de lo no dicho a quien hasta hacía apenas unos segundos era su líder carismático.

20171015_005014.jpg

Hops ¡cabriola!

Este personaje de peinado imposible se ha burlado de todos, de los independentistas, de los no independentistas, de la ANC, del Gobierno de España, de la CUP, de los socios de Esquerra, de la burguesía catalana, de los banqueros… Habrá quien piense que ha sido una maniobra de altísima madurez política, porque gente hay para todo, pero en mi modestísima opinión, ha sido la obra de un inconsciente al que le han salido mal los planes y, ni corto ni perezoso, seguro de ser más listo que todos los demás, ha hecho un “truqui” delante del mundo entero.
No le ha importado empobrecer a Cataluña moral y económicamente, desconcertar a unos y a otros, despertar a los peores fantasmas patrios, ni crear la brecha social más profunda que se había vivido en España y en la propia Cataluña desde el advenimiento de la democracia. Ha hecho su truco. Y tan contento.
Y ¿qué ha desencadenado esto? Pues que Mariano Rajoy, ya el Gran Mariano para los lectores de este blog, con gesto como de estar estreñido le ha escrito una cartita que, más o menos, viene a preguntarle “¿Que te chupe qué?”
¡Oh prodigio de la ineptitud! Otra gran maniobra de altura. ¿Tomar una decisión? ¡No! “Jejeje” se dijo el Gran Mariano para sí “Te he devuelto la pelota, Puchi, ¡rebota, rebota que en tu culo explota!”
Entre pillos anda el juego.
Y otra semanita de zozobra política, sin hablar de las cosas que pasan, sin comentar que el Ministerio Fiscal pide que se condene al PP nada menos que por financiarse ilegalmente, pasando de puntillas por la muerte dramática de un piloto que volvía de los fastos en homenaje a la bandera, sin televisar la confección del manto de la Virgen del Pilar (todavía se me abren las carnes cuando me acuerdo de aquellos 12 de octubre eternos en blanco y negro), sin hablar de nada más que de aquello.
Fíjense: Sin duda lo más importante que ha pasado esta semana (excepción hecha de la muerte dramática de este piloto) ha sido el compromiso que Pedro Sánchez ha logrado del Gran Mariano a cambio del apoyo del PSOE a la puesta en marcha del artículo 155 de la Constitución. La reforma constitucional. Nadie ha hablado de esto, que es de lo único que hay que hablar, la reforma constitucional, la reordenación del reparto del poder en el territorio, eso que será la verdadera solución del asunto catalán, del durmiente asunto vasco, del larvado asunto gallego… la reforma constitucional. De eso no hemos hablado.
Y ¿saben por qué pienso que no se habla de eso? Porque verdaderamente este juego de pillos interesa mucho. Es a muy pocos, pero les interesa mucho. Mucho. Ninguno de los protagonistas quiere cambiar ningún papel de los que interpretan y están llenando de votos su despensa. Y nadie va a permitir que ningún actor secundario cobre el más mínimo protagonismo que desenfoque la jugada. La jugada es del Gran Mariano. Y la quiere para sí. La jugada es de Junqueras (este que parecía más tonto y que va a sacar mayoría absoluta cuando Rajoy le convoque elecciones). Rivera quiere jugar, pero no es el actor. Sánchez también quiere, pero tampoco le han repartido cartas. El gran perdedor, el del truqui, que después de hacer el ridículo delante del mundo (sin contar con el que haga mañana) no es que no se vaya a presentar, es que habrá liquidado definitivamente su partido. Y como siempre, la banca gana.
Un último apunte: Juan Ignacio Zoido es aún a esta hora ministro del Interior.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

No hay comentarios: