domingo, octubre 08, 2017

Y entonces habló el dinero.


Con regular seguimiento, o tal vez poco, ayer se produjeron concentraciones frente a las puertas de los ayuntamientos del país llamando al diálogo, acaso para demostrar que las personas que no estamos interviniendo en el conflicto no nos vamos a dejar llevar por la espiral de odio que están generando las banderas. Para dejar claro que, catalán o murciano, antes que nada somos gente normal con muchísima más voluntad de convivencia que de enfrentamiento.

También han llamado al diálogo centenares de intelectuales, cineastas, artistas,  científicos, deportistas, millares de personas más desde todos los foros imaginables. Hay otros que no, que claman por soluciones más drásticas: Aznar, la vieja guardia del PSOE, algún sector de la nueva política, hasta el Rey en un discurso que igual pudo ahorrarse. Todos sugieren, aportan, proponen, hablan. Todos menos Rajoy, claro, que estaba gobernando y no tenía tiempo para nimiedades. Tampoco Puigdemont, que diríamos que no le importa hablar, pero solo de su libro.

Hemos visto policías actuando con órdenes poco afortunadas, jueces dictando autos como enloquecidos, políticos con las cabezas mejor o peor amuebladas, fiscales, organizaciones colegiales, mandatarios de otras comunidades o del Parlamento Europeo… Todos haciendo lo que saben o proponiendo unas u otras soluciones con tal de no llevar la crisis hasta el absurdo de las detenciones o a límites tan poco deseables como la suspensión de la autonomía de una comunidad o, incluso, de determinados derechos y libertades en aplicación de según qué artículos de la Constitución.

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Poniendo sobre la mesa lo que hay que poner.
Vano afán.

Lo ha resuelto el dinero.

El IBEX 35 ha sido el que ha marcado la pauta definitiva. Así nos recuerdan quién manda. Y no es el Tribunal Constitucional revestido de poderes punitivos de acuerdo con su última reforma exprés, ni el Gobierno de España refugiado en policías, jueces y fiscales, ni el de la Generalitat desobedeciendo a unos u otros y atento solo a su interpretación de los últimos acontecimien-tos. No. Es el dinero.

Artur Mas se ha dado cuenta de que Cataluña no está preparada aún para la “independencia real” (¿las habrá imaginarias?) porque no sé cuántas cosas tiene todavía por resolver, justo cuando la banca, la gran empresa, el dinero, se le ha escapado por la frontera rumbo al País Valenciano o a Madrid.

¡Qué enormidad!

¿Tan pazguato es el movimiento independentista que no había contado con el tejido financiero? ¿Con el industrial? ¿Tampoco con ellos habían hablado? ¿Ni siquiera con los símbolos sacrosantos de la catalanidad, esto es, ni siquiera con Freixenet ni Codorniú? ¿Tal grado de improvisación se han permitido? ¿Estaban dispuestos a llevar a su nuevo país a la bancarrota social y económica por asegurarse un puñado más de escaños en las próximas elecciones? ¿Se puede soportar sin rubor que el vicepresidente del asunto (líder de ERC) diga tranquilamente que es una cosilla provisional, que seguro que después vuelven?

El Gran Mariano vuelve a ganar. Sin mover un músculo (al menos no facial), sin tomar una decisión, sin asomarse siquiera a algo que pudiera asemejarse a la política, vuelve a ganar. Solo ha tenido que subirse a la ola de las deslocalizaciones y firmar un decreto, no uno cualquiera, eso sí, un Real Decreto Ley (que son los que se aprueban por muchísima urgencia porque afectan a materias sobre las que solo las Cortes pueden decidir), que viene a resumirse en “vayan saliendo con orden que ya se lo pongo yo fácil”.

No sabemos qué hará el Parlamento de Cataluña el lunes o el martes. No sabemos si harán una DUI (¡cómo nos gusta ponerle a las cosas nombres que den bien en Twitter! Significa declaración unilateral de independencia) o se inventarán algo que permita poner las bases para sentar un acuerdo de intenciones sobre el que establecer una plataforma de diálogo que conduzca al inicio de un gran acuerdo nacional para determinar el modelo que nos lleve a definir la estructura sobre la que edificar la incuestionable voluntad de independencia del pueblo catalán. Lo que sí sabemos ya es que su opinión y la mía les importa un huevo. Es que la política no sirve en los tiempos de la mundialización. Es que los tratados internacionales y las declaraciones de principios más solemnes no son valores que cotizan cuando lo que se pone en juego es el dinero.

Y el dinero ha hablado. Y ha dicho bien alto que la independencia no será.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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