domingo, octubre 21, 2018

Al monte

En este mundo de excesos de todo orden en el que nos han metido, sin comerlo ni beberlo, nuestros políticos, importa muchísimo darnos un instante de sosiego para analizar las cosas que están pasando sin subirnos a la lámpara del comedor para clamar justicia.
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La derecha española se cabrea muchísimo cuando la sacan del chiringuito (la cosa es que ya deberían estar acostumbrados, pero se retuercen como rabos de lagartija cuando no están mandando) y en este mundo de excesos en que, insisto, estamos inmersos, se ponen como locos profiriendo insultos inauditos y haciendo comparaciones imposibles, a cual más vejatoria, a cual más estrambótica.
Han comparado (no ya verbalmente, sino por escrito, en un documento oficial del Congreso de los Diputados) la eutanasia con el tráfico de órganos y la esclavitud… ¡Con el tráfico de órganos y la esclavitud! Han dicho de Pablo Iglesias que es el ‘puto amo’. Insisten en que los rojos se pasan la vida de putas con dinero público como gran argumento político. Se refieren a los independentistas como golpistas, y a Sánchez como el ‘okupa’ de La Moncloa. Monserrat, Dolors (leído ‘dulors’),  roja de ira, tartamudea colérica contra la vicepresidenta del Gobierno clamando coordinación ministerial, por las putas, por los másteres, por los ceses, como si la tierra se estuviera abriendo bajo su escaño. A los políticos que permanecen en prisión preventiva (merced a la sobreactuación del Poder Judicial en el asunto del procés) les niegan prácticamente el derecho a entrevistarse con políticos en libertad olvidando el principio de la presunción de inocencia. Asimilan el Gobierno de Susana Díaz con la Cuba castrista después de asegurar que los niños y las niñas andaluzas son potencialmente retrasados o retrasadas. Dicen del proyecto de Presupuestos para 2019 que nos conduce inexorablemente a la ruina y al paro: ¡Anatema! Subir el salario mínimo interprofesional y gravar las transacciones bancarias —sagrado asunto—y las rentas superiores a 130.000 euros anuales, parece el pistoletazo de salida para la tercera guerra mundial, amén de un brutal atentado contra las clases medias (ya procuraremos entender a qué clases medias se refieren en concreto). Así que corren a las instituciones europeas bramando contra los desmanes de la extrema izquierda en el manejo de las cuentas públicas (¡extrema izquierda! Señor, Señor) y amenazan sobre su ilegalidad, inmoralidad, anti patriotismo, criminalidad. Los tachan de oler mal, de ofender a los humildes, de atentar contra los valores más altos… Entre susto o muerte, por resumir, son muerte. No queda una sola expresión grandilocuente por utilizar más que la de ‘excremento presupuestario máximo’ (sentiría dar la idea). Las han utilizado todas, pero los equipos de apoyo, que política no hacen, pero dan el coñazo lo que no está escrito, ya estarán inventando los próximos vómitos en verbo y titulares.
Y es, nada menos, Pablo Casado, este que envuelto en la rojigualda se pone todo henchido al recordar la gesta de la hispanidad como el acontecimiento planetario de todos los tiempos (tanto patriotismo rancio debe venir al hilo del sentido homenaje que la familia real ofreció recientemente a don Pelayo… y es que rendimos homenajes verdaderamente notables). Sí, el chico este de treinta y tantos se ha creído de verdad que es un líder carismático y se ve encumbrado a las más altas responsabilidades del Estado a base de echar por su boca sapos y culebras contra todo aquello que no está representado por él mismo. Y ¿Quién le acompaña en sus delirios de liberalismo ultra conservador? ¡Albert Rivera! Pocas bromas: es el estadista nonato al que Mariano Rajoy condenó al ostracismo al no convocar elecciones generales en el embate aquel que lo envió a Santa Pola, el mismo Rivera que hace unos años exigía un salario mínimo de mil y pico y ahora se come las uñas al pensar en uno de novecientos porque no lo ha propuesto él personalmente. Casado y Rivera, un par de chiquetes muy de derechas, muy populistas y muy incultos, que aparecen como salidos de un anuncio de Nivea For Men y juegan a escandalizarse de la mediocridad de Pedro Sánchez (también como aparecido de un comercial de cosmética masculina) vituperándolo hasta la extenuación a base de compararlo con Rodríguez Zapatero, como si en el expresidente se encarnaran todos los males del universo mundo y de Aznar, pero juntos.
Al monte. Se han echado al monte, en serio.
El socrático norteamericano Michael J. Sandel, catedrático de Filosofía, galardonado con el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018, finalizó su discurso de agradecimiento a la concesión del premio asegurando que su mayor interés en estos días es ‘Invitar a los ciudadanos, independientemente de sus antecedentes o circunstancias sociales, a hacer preguntas difíciles sobre cómo debemos convivir.’ Y añadió que ‘En un momento en que la democracia se enfrenta a tiempos oscuros, hacer estas preguntas es nuestra mayor esperanza para arreglar el mundo en el que vivimos´.
De pronto un pensador irrumpe en la escena y es como un bálsamo. Sin estridencias, con la voz pausada. Sin exabruptos.
Y uno, cariacontecido, con el ánimo en desasosiego permanente, crispado por las abominaciones del último telediario, se pregunta ¿no tendremos por aquí ningún pensador doméstico que nos dé calma?
‘La democracia se enfrenta a tiempos oscuros’ y no tenemos a nadie que nos invite a hacernos preguntas difíciles. Ni fáciles.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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