domingo, octubre 28, 2018

Preguntas difíciles

Michael J. Sandel (premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018) vino a decir que en un momento en que la democracia se enfrenta a tiempos oscuros, hacer preguntas difíciles sobre cómo debemos convivir ‘es nuestra mayor esperanza para arreglar el mundo en el que vivimos’.
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Ensayemos las preguntas. ¿Qué bienes proteger para hacer mejor la convivencia en este mundo que nos toca?
¿La igualdad? ¿La de todos los hombres y mujeres? De… ¿todos? ¿La igualdad de oportunidades? ¿Cree usted que una niña marroquí que cursa segundo de primaria en el colegio del barrio debe tener las mismas oportunidades que su propio hijo o hija para alcanzar los puestos directivos de las grandes empresas o los altos cargos de la Administración?
¿Las defensa de las libertades individuales? ¿La libertad de expresión? ¿Aunque ofenda los viejos principios sobre los que se sustentó su educación y la de sus padres? ¿La de elección del propio sexo o del momento en el que desea producir su propia muerte?
¿La justicia? Me refiero a la justicia social, esa que predica que nadie puede carecer de todo mientras un par de centenares de personas acumulan la riqueza del planeta. ¿Cree usted en la redistribución de la riqueza? Se hace a través de los impuestos. ¿Permitirá que aumenten los suyos para que otros disfruten de una parte de lo que usted ya tiene?
¿Cree en los servicios públicos universales y gratuitos? Universales quiere decir para todos. También para los que han venido huyendo de la guerra o de la miseria. ¿Cree que un libio tiene el mismo derecho que usted a ser intervenido en un hospital público de una dolencia que le causará la muerte? ¿En el mismo orden? ¿Guardando la misma lista de espera?
¿Piensa en los poderes del Estado como reguladores de la convivencia? ¿De los mercados? ¿De los salarios? ¿De los precios? ¿De las condiciones que deben mantener los alimentos que ponen a la venta los comercios? ¿Considera que es el Estado el que ha de garantizar que los servicios básicos o los bienes de consumo esenciales para la vida alcancen a todos, sin excepción, ‘sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social’?
¿Cree usted en el estado de derecho? ¿Piensa que las normas que regulan la convivencia están por encima de su voluntad particular, sus apetencias, su derecho a acumular riquezas incluso sorteando la fiscalidad (que es esa que preserva el derecho de los demás a disfrutar de lo que es de todos)?
Preguntas difíciles.
Asomarnos a la realidad aunque sea sin demasiada profundidad ya nos deja intuir que, en efecto, la democracia se enfrenta a tiempos oscuros en esta sociedad que desconfía (no sin razón) de los partidos políticos y en la que emergen líderes sin más bagaje que el tirón mediático que se convierten en los referentes electorales más efectivos. La extrema derecha (cuyos líderes devienen en caudillos) acelera su presencia en los parlamentos europeos amenazando con romper por la vía democrática a la democracia misma. La derecha más moderada radicaliza sus posiciones en busca de un discurso que cale en el electorado a base de consignas efectistas que proponen soluciones fáciles a problemas muy difíciles. La socialdemocracia ha perdido el hilo de la historia, ha abandonado sus referencias ideológicas y ha recortado a 240 caracteres sus postulados cada vez menos consistentes, más manidos. La izquierda radical continúa sustentada en propuestas imposibles que tienen que ver con la autarquía económica, con la negación de todo aquello que hoy en día es innegable, como la propiedad, el comercio o el orden económico internacional. Los nacionalismos siguen emputeciendo el mundo.
¿Se ha respondido? ¿Cree usted en la democracia?
De todos los sistemas de los que la humanidad se ha dotado para organizar la convivencia es el menos malo, el más igual. Es el que otorga a más gente el derecho a decidir y el que articula mecanismos para que los que somos más, podamos acotar (aunque solo sea en parte) el poder de los que, siendo menos, lo detentan.
Mis respuestas me empujan a la izquierda de la misma forma que (ahora que la democracia se enfrenta a tiempos oscuros) me empujan a hacer abstracción de las decisiones particulares sobre asuntos concretos, para pensar en global.
Ahora no me quiero detener en si Franco deber ser enterrado en la Almudena o si me jode que le suban los impuestos al gasoil. Quiero subir un peldaño y mirar un poquitín más grande. Creo en la democracia, creo en los servicios públicos universales, creo en las libertades individuales, en la justicia social, en la redistribución de la riqueza. Y quiero que me represente alguien que piense lo más parecido posible, porque igual, igual, lo que se dice igual, no sé ni siquiera se sería lo conveniente.
No lo sé pensar de otra manera. Soy un tipo de izquierdas.
Si usted se ha dicho en alguna ocasión que no es ni de izquierdas ni de derechas en un alarde de equilibrio ideológico entorno a la virtud, haga el ejercicio de responderse a sí mismo. Quizás se sorprenda.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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