domingo, mayo 05, 2019

Saber perder

Pablo Casado, el pobre, ha llevado al PP a cotas de fracaso electoral jamás conocidas por la derecha española.
Se ha servido para ello del discurso apabullante de él mismo y algunos lugartenientes dignos de mejor fortuna: Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte; Adolfo Suárez Illana, este que tenía un padre que era político; Teodoro García Egea, el señor de Cieza que le hace de secretario general. Todos en conjunto e individualmente cada uno de ellos han elaborado un discurso ultra conservador, con matices xenófobos y aromas patriarcales que, definitivamente, ha funcionado mal.
20190504_235238
No era de extrañar, pues, que la izquierda de este país, que solo parece animarse a votar masivamente cuando ve amenazado su modo de vida, se escandalizara y acudiera a las urnas para formular en modo “papeleta” la gran pregunta: “¿Pero tú dónde vas, chavalín?”
Pablo Casado, el pobre, echó mal las cuentas y supuso que el experimento andaluz (propiciado, recuérdese, por una abrumadora abstención de la izquierda y el hartazgo que producen los gobiernos salpicados por la corrupción) funcionaría igualmente en la contienda estatal y se dejó acariciar por sus socios potenciales: Ciudadanos (liderados por este chico que estuvo a punto de ser presidente y ya no lo va a ser) y Vox (nada inteligente que apuntar al respecto). Pero no suman. No, no suman.
Y no sabe perder.
Por si el personaje por sí mismo no resultaba ya lo suficientemente cómico (¡traidor! ¡mal nacido! ¡felón! le gritaba al presidente del Gobierno), abraza el marxismo (el de los hermanos) y hace pública notoriedad de su coincidencia plena con aquella frase que popularizó Groucho: “Estos son mis principios pero, si no les gustan, estoy dispuesto a cambiarlos”.
De manera que, ni corto ni perezoso, empieza a repartir por su diestra y su siniestra, acusando a Rajoy de ser el causante de sus desdichas, a Vox de ser un puñado de advenedizos que no han hecho más que vivir toda la vida del cuento, a Ciudadanos de no sé cuántas cosas. Porque él, el pobre, se sabe dueño de la verdad y de las esencias de lo puro y, en realidad, es un demócrata de toda la vida aunque no lo haya sabido explicar del todo bien.
Luego viene aquello de que todos han ganado en estas elecciones, los unos porque siguen siendo la fuerza más votada entre los amarillos, los otros porque son, entre los violetas, los que más han ascendido y se proclaman los verdaderos líderes de la oposición, los de allá porque, entre los verdes, han pasado de 0 a 24 en cero coma, los de acá porque se convierten en la única fuerza capaz de propiciar un gobierno estable y los de más acá porque con 123 se pueden permitir el lujo de gobernar en solitario. Todos ganan. Incluso Casado, el pobre, se siente ganador (ya conseguirá explicarnos qué coño ha ganado).
Pero no. Pablo Casado, el pobre, ha perdido. La propia Cayetana (Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, XIII marquesa de Casa Fuerte) lo ha reconocido sin ambages: “Esto es una derrota rotunda, contundente y muy clara”, ha dicho. Al muchacho le debe quedar en el cargo lo que resta para que se confirme su fracaso en las elecciones autonómicas que celebran las comunidades no históricas el próximo 26, si es que alguien en un raptus de cordura, no le invita a largarse antes de que el PP se desintegre.
En política, por lo que se ve, también hay que aprender a perder. De otro modo y ya que estamos de cómicos, es posible que alguien caiga en la tentación, él también, de parafrasear a Groucho Marx y exclame:
“Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje usted engañar, es realmente un idiota.”
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

No hay comentarios: