domingo, enero 19, 2020

Pin parental

No es una broma. Es una manifestación del modelo de sociedad con el que la ultraderecha española está dispuesta a hacernos comulgar y, lo que es más delirante, de lo que sus socios de la derecha aparentemente no extrema están dispuestos a permitirle con tal de permanecer en el poder ahí dónde lo tienen o de obtenerlo ahí donde todavía lo tienen por conquistar.
No, no es una broma. Se trata de la patente paterna para privar a sus hijos del derecho a la educación. Como la tal Monasterio (esa que, además de visados colegiales, se inventa ensoñaciones del tipo de que en los colegios públicos se fomenta la zoofilia) tiene tanto miedo de que los niños se den cuenta de lo que es y le tiren piedras cuando vaya por las calles intentando estafar a nuevos clientes, su formación política ha puesto a circular el plan más retrógrado en el que ningún derechista hubiera podido pensar: dotar de apariencia de legalidad la capacidad de los padres para decidir sobre en qué materias se puede impartir docencia a sus vástagos y sobre cuáles no.
IMG-20200119-WA0000Es curioso que lo trate de imponer la ultraderecha (a la que a partir de aquí llamaremos simplemente ‘la derecha’, porque ninguna que no se haya desvelado ya ultra planea por nuestras instituciones), que lo trate de imponer la derecha, decía, que nos martirizó con aquella Formación del Espíritu Nacional a todos los que transitamos por las escuelas en España hasta los años 70. Todos los que transitamos, porque a las que transitaron se la sustituyeron por la asignatura de Labor, muchísimo más adecuada para el papel que a ellas les habían reservado en la sociedad.
De manera que se hace norma, en los sistemas de enseñanza vigentes en aquellas comunidades autónomas gobernadas con la ayuda de Vox y como conditio sine qua non, que los padres hayan de autorizar expresamente a las escuelas para que sus hijos reciban formación en según qué materias.
Educación sexual no, educación en la diversidad no, educación en la sostenibilidad del planeta no, educación en la igualdad no, educación en la libertad no, educación en las normas que rigen la convivencia no. Educación para comprender el mundo que les rodea, convivir con normalidad con lo que la sociedad en general ha aceptado ya como normal, no.
Ellos saben que los niños tienen acceso a Internet, todos, todas, en sus casas, en sus móviles, en sus tabletas, por mucho pin parental (el de verdad) que sus padres hayan puesto en sus dispositivos. Saben que toda esa información circula libremente y que su acceso es tan simple como buscar una dirección web determinada (y saben cuál es). Saben que es necesaria la intervención profesional de los docentes para normalizar todo aquello que desde las redes se sirve sin ninguna interpretación. Saben que los modelos de familia han cambiado, que las reglas para cuidar el planeta son imprescindibles, que la violencia de género (la llamen como la llamen) solo se evitará desde las escuelas, lo saben. Y les importa un huevo.
No importa si es o no posible desde el punto de vista legal coartar de esa forma indecente la libertad de los críos. No importa si son o no contenidos curriculares, ni si influyen en la evaluación de los alumnos. No importa la estructura administrativa con la que se quiera revestir una medida que, a todas luces, haría retroceder a nuestra sociedad algunas décadas si se lograra universalizar. No importa.
Lo que realmente importa es el modelo de familia que esta gente tiene en la cabeza y que tratará de imponernos a todos a poco que tengan el menor resquicio de poder:
Mis hijos son míos y no del Estado, y lucharé para que este Gobierno radical y sectario no imponga a los padres cómo tenemos que educar a nuestros niños. Saquen sus manos de nuestras familias,  ha dicho Pablo Casado
Estáis pisoteando el derecho a la libertad de educación. Pretendéis moldear a los niños con vuestras chaladuras y sectarismos. Seguiremos protegiendo a las familias de vuestras pulsiones totalitarias. Dejad a nuestros hijos en paz, ha dicho Santiago Abascal.
Los padres son custodios y no propietarios de sus hijos, había dicho antes el papa Francisco. Y había añadido que el modelo es crear las condiciones favorables para el crecimiento armónico y pleno de los niños, para que puedan vivir una vida buena, digna de Dios y constructiva para el mundo. Tremendo que sea el papa (¡el papa!) el que venga a corregir las pulsiones reaccionarias de nuestra derecha doméstica.
Pero sigo con las citas. Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno, ha matizado que a los niños y las niñas se les inscribe en el Registro Civil, no en el de la Propiedad. Y luego ya está Herman Tertsch, al que aludo el último por remarcar la estulticia que preside su pensamiento (en letra cursiva), que ha dicho que el pin parental sirve para evitar que su hijo pretenda penetrar a su hermanito para liberarlo del heteropatriarcado.
Ya se ha convenido que solo la educación será capaz de corregir los comportamientos insoportables que padecemos por el machismo, por la homofobia, por la xenofobia o por el totalitarismo ideológico. Ya sabemos que no será la Constitución ni el Código Penal, que solo será la educación la que nos saque de la violencia contra el diferente, contra las mujeres. Estamos peleando por una educación más plural, más libre, más igual, que estimule la capacidad crítica, que enseñe a pensar… y ahora nos salen con estas.
El Gobierno ha anunciado recurrirá la cosa (vigente ya en la Región de Murcia y a punto de estarlo en Andalucía) ante los tribunales, ya lo sé. Pero somos usted y yo los que de verdad, de verdad, no podemos permitírnoslo.
Estamos usted, yo y los maestros de este país nuestro. Y nos toca hacer lo posible antes de que el creacionismo se convierta en la doctrina oficial del sistema educativo en España.
El dibujo es de mi hermana Maripepa, que es maestra de escuela y que ha dicho: lo que no me mola ni un poco es que nos obliguen a hablar de esto.

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