domingo, febrero 16, 2020

'Solución final'

Se abre el telón, aparece el tal Echániz, médico de profesión para más inri, diciendo en la tribuna del Congreso de los Diputados cosas tales como que la eutanasia es una forma encubierta de llevar a cabo recortes sanitarios. Entre bambalinas se escucha la voz trémula de Lourdes Méndez, presidenta (además de diputada) de la Plataforma por las Libertades (¡por las libertades!), sollozando ‘que Dios los perdone’ por convertir al Estado ‘en una máquina de matar’ y ‘a los médicos en sus cómplices y verdugos’.
¿Cómo se llama la película?:
¡Solución final!
El debate sobre la regulación de la eutanasia aparece estos días por cuarta vez en el Congreso de los Diputados, ahora con casi todas las posibilidades de salir adelante, pues la proposición de ley está apoyada por 201 diputados del arco parlamentario, esto es, todos menos los integrantes de los grupos PP y Vox.
¿Sobre qué pretenden debatir los 201 diputados que avalan la toma en consideración de la proposición de ley?  Sobre la posibilidad de terminar voluntariamente con el propio sufrimiento. Así lo han visto en Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y el estado australiano de Victoria. También el suicidio asistido está legalizado en Suiza y varios estados de los EEUU y se admite (o no está penalizado) en Alemania, Austria o Finlandia. Nueva Zelanda y Portugal (este último, pásmense, con la anuencia de la Iglesia Católica) plantean en la actualidad un referéndum sobre su regulación.
¿Por qué? Pues porque el sufrimiento inútil no tiene sentido. Y si el sufrimiento es máximo, aún menos. Porque morir con dignidad es un derecho natural que asiste a los seres humanos, se ponga como se ponga la cristiandad toda. Ahora podríamos seguir argumentando varias páginas, pero estoy seguro de que el avieso lector tiene ya opinión formada sobre el particular y de nada serviría abundar en el asunto.
20200216_001526Y nos topamos aquí de bruces con el atapuerquismo parlamentario de nuestra extrema derecha, que convierte la discusión en un enfrentamiento atroz entre pretendidos temerosos de Dios y sepulcros blanqueados, entre almas que se quieren puras y mercaderes del templo. Se utilizan para ello los argumentos más torticeros: que si los viejos son caros y quieren matarlos, que si los comunistas lo que quieren es resolver lo de las pensiones, que si es la ‘solución final’, que Dios (como a Manuela Carmena) no les va a perdonar nunca…
El resumen: estoy muy malo, me quiero morir, déjeme usted en paz. También podría usted no quererse morir y ¿sabe qué? Que nadie más que su propia naturaleza va a obligarle a ello. Usted decide y el Estado le pondrá los medios que tenga a su alcance, tome la decisión que tome. Esa es la ley.
Y ¿a qué clase de dios clama la señora Méndez (si es que los hubiera de varias clases)? ¿Al que premia el sufrimiento humano? ¿Al dios de los mártires? ¿A ese que culpabiliza al hombre con el pecado original por el hecho de haber nacido y le exige sufrimiento como reparación de su mal? Y todo eso… ¿ahora? ¿Cuando alcanzamos el final del primer cuarto del siglo XXI?
¿Qué les pasa a las derechas en España que se niegan a cualquier avance en los derechos humanos? Divorcio, aborto, dependencia, igualdad, matrimonio, memoria… ¿qué les pasa?
La libre decisión de morir dignamente se normalizará en el mundo, simplemente, porque está en la primera generación de los derechos humanos.
Puede ser que la derecha, la Iglesia Católica, los meapilas, o los fanáticos de cualquier otra creencia, religiosa o no, la retrasen un par de lustros más y, entre tanto, puede ser que a usted no le toque agonizar en la cama de un hospital durante años, deseando poner fin a su vida mientras se debate entre el dolor insoportable, los vómitos y la morfina. O puede que sí.
Morir con dignidad es un derecho.
Asumimos eso o nos consagramos a la doctrina que ha ensayado la presidenta madrileña (en otra de sus inmensas aportaciones al pensamiento). Isabel Díaz Ayuso ha dicho: ‘la muerte no es digna, es muerte’.
…Y tan ancha.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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