domingo, febrero 23, 2020

La presidenta y los paletos

Quienes tenemos ya cierta edad no podemos evitar mirar con un punto de desgana el plantel de primeros espadas de la política que nos va dejando la democracia.
Recordamos aquellos debates parlamentarios en los que se fajaban Santiago Carrillo con Leopoldo Calvo Sotelo o los discursos de Jordi Solé Tura o de Francisco Fernández Ordoñez en los momentos estelares de la construcción de nuestro entonces nuevo Ordenamiento Constitucional. Recordamos las intervenciones de Fernando Morán, ha muerto esta semana, que fuera objeto de todo tipo de burlas (¡cosas!) mientras consolidaba la entrada de España en las instituciones europeas y, con ello, en el concierto internacional. Y nos sonroja ligeramente asistir a los encontronazos de polígono en los que se ha venido a convertir la actividad parlamentaria de nuestros días, pero los asumimos como parte del devenir de los tiempos, del fracaso de los sucesivos sistemas educativos o, simplemente, de la vulgarización de las instituciones que trae causa, entre otras, de ambas circunstancias.
Como no podía ser de otra manera, en el panorama político hemos tenido de todo. Ha estado Luis Roldán al frente de la Guardia Civil y Esperanza Aguirre al frente de casi todo lo que un ser humano puede enfrentar en política (ministerios, cámaras legislativas, comunidades autónomas…). Personas de todo pelaje que, en casi todos los casos, nos han enseñado cosas para bien o para mal, siguiendo sus movimientos, sus discursos o sus manifestaciones públicas. Incluso gente siniestra, como los propios José María Aznar y señora, o gente que se oscurece con el tiempo, como se podría observar de la trayectoria pública del presidente González. En fin, de todo.
Sin embargo, el tiempo parece haber jugado sus cartas del revés. Así, en lugar de consolidarse la gobernanza de las instituciones de la democracia con la experiencia y bagaje de los personajes que se han sucedido representándolas, se ha producido una depreciación insólita del capital humano llamado a dirigirlas. Y ello hasta tal punto que ha aparecido en escena Isabel Díaz Ayuso.
Isabel Díaz Ayuso es, simplemente, el horror. Únicamente le falta bizquear de un ojo para que su sola presencia imponga a quien la mira un miedo sobrenatural. Es como Álvarez Cascos, pero sin la presencia corpórea de un cíclope. Armada de un coeficiente intelectual imposible de determinar y pertrechada del atrevimiento que produce, como de suyo, la ignorancia, Isabel Díaz Ayuso dice cosas.
Todo el rato dice cosas.
Cosas y cosas.
¿La nueva? Esta de los paletos.
20200223_012523Si ya resulta sorprendente escuchar hablar de paletos a Isabel Díaz Ayuso (huelgan las explicaciones por su evidencia), aún lo es más si cabe escuchar el ‘razonamiento’ completo, porque Isabel Díaz Ayuso lo que dice es que son paletos (¡paletos!) aquellos que reivindican su origen y se ponen en modo de hacerlo valer. No es que piense yo que haber nacido en Zarzaquemada (Leganés) te convierta en algo diferente al natural de Ponferrada y que esa circunstancia otorgue a unos seres humanos especiales privilegios de linaje o condición sobre los otros, pero ¿paletos? Pues dice la buena señora que es paleto el leonés que reivindica ser de León, el balear que se enorgullece de las Baleares, el catalán o el navarro que pone en valor sus señas de identidad para sentirse parte de un pueblo. Y les acusa, por más señales, de crear ‘falsas identidades’ allí donde no las había. Démosle un poco más de tiempo y sabremos lo que opina sobre gallegos, andaluces o castellanos.
Isabel Díaz Ayuso es la presidenta de la Comunidad de Madrid. Ella no lo sabe, pero es una persona importante en el concierto de los pueblos de España y representa, precisamente, al que aglutina todas las identidades, las mezcla y las hace convivir en la fabulosa amalgama de orígenes y pareceres que son las grandes concentraciones urbanas. No lo sabe y se viste de chulapa en las fiestas de San Isidro para parecer un poco menos madrileña, supongo. No lo sabe y actúa, presa de su ‘paletez’, despreciando lo que ignora.
Despreciar lo que ignora Isabel Díaz Ayuso debe ser una tarea titánica. Vasta… inmensa.
(José Luis Martínez Almeida, que es el alcalde de Madrid, ha ordenado retirar los versos de Miguel Hernández del memorial que se construía en el cementerio de La Almudena, después de arrancar los 2.939 nombres de los fusilados contra sus tapias. José Luis Martínez Almeida, otro enorme paleto despreciando la oportunidad de representar la manera de estar en el mundo del pueblo de Madrid. A lo mejor el pueblo de Madrid debería despertarse del sueño profundo en el que está sumergido, pero esta… será otra historia.)
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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