domingo, febrero 02, 2020

Las pandemias y sus clases

Sin duda la salida del Reino Unido de la Unión es una consecuencia directa de la pandemia de gilipollez que atraviesa el mundo. Claro, no lo digo porque estar o no en la UE sea o no una gilipollez (de eso cada uno opinará), sino porque el referéndum que dio origen al Brexit fue directa consecuencia de ella. Ahí están las hemerotecas para señalar cómo un hombrecillo que no era de Estado, visiblemente contagiado del mal, consintió en universalizar un conflicto que, en realidad, era suyo propio con su propio partido político.
Sobre la pandemia del populismo ya se ha hablado casi todo lo que había que hablar: de los populismos de izquierdas, de los de derechas, de los mediopensionistas y de los que arrasan con himnos y banderas a los estados que, otrora, se intentaban construir como modelos de convivencia, tolerancia e igualdad.
Otra de las importantes, la pandemia del machismo, lleva ya sus cadáveres también (siete si no estoy equivocado en este año en España, ocho si se confirma como tal la acaecida ayer en San Juan de Aznalfarache). Se cura con antídotos nada fáciles de conseguir en los laboratorios: Se sintetizan muy lentamente en las escuelas que no aplican el veto parental.
Para centrar inequívocamente los términos en los que se escribe esta reflexión, señalaré que se llama epidemia a la enfermedad que se viraliza dentro de los confines de un país, mientras que definimos como pandemia a aquella que trasciende sus fronteras y ataca a personas de más de un estado. Nótese que en la actualidad es muy difícil hablar de países, estados o naciones sin herir la sensibilidad de alguien pero, como esto de las enfermedades es ajeno a la conformación política de los territorios, me permitiré dejarlo como está.
Toca ahora hacer la distinción entre los diferentes tipos de pandemias e intentar averiguar por qué la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera alarmantes, declarando la correspondiente alerta, a unas sí y a otras no.
Parce que, a todas luces, la más mortífera que asola el universo mundo es el hambre. El hambre mata un huevo. Mata muchísimo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) 821 millones de personas pasan hambre en el mundo. De ellas 150 millones son niños y niñas que ya sufren retraso del crecimiento. Por seguir con los niños, que dan como más penita, solo en Yemen muere uno cada diez minutos. En el mundo 8.500 al día. Seis niños en el minuto que usted dedica a leer estas notas. Dentro de un minuto otros seis.
La siguiente, seguramente es la sed. La sed es una enfermedad que se cura con agua (del mismo modo que el hambre se cura con comida). El agua aparentemente es barata, al menos el recibo que usted paga por su consumo es irrisorio si lo compara con el que paga por el seguro del coche. Sin embargo, la ausencia de agua mata. Las sequías registradas en los últimos años han provocado más desplazamientos humanos que las guerras. Según la ONU, 260.000 afganos se vieron obligados a abandonar sus hogares durante 2018 por esta causa. Es solo un ejemplo, pero es significativo.
Hay otras pandemias cuya curación requiere de elementos mucho más elaborados. Pongamos por caso el dengue. Más de 1.500 muertos en América Latina en tan solo trece meses y la cifra de afectados roza el millón cuatrocientos mil. Colombia, Bolivia, Guatemala, El Salvador, Panamá, Paraguay, Perú, Brasil… no cabe duda. Es pandemia.
Sobre el paludismo (malaria), los datos son sobrecogedores: 2018, más de 400.000 muertes en 228 millones de casos, nueve de cada diez de ellas entre Nigeria, República Democrática del Congo, Uganda, Costa de Marfil, Mozambique y Níger.
De esta forma, ya podemos identificar un primer tipo concreto de pandemia, que podríamos clasificar como aquella que se produce donde solo (o mayoritariamente) viven (y mueren) pobres.
Avanzando en la tipología podríamos extraer un segundo nivel: las que se producen y tienen su origen donde solo (o mayoritariamente) viven (y mueren) pobres, pero que por un error humano o de la naturaleza alcanzan a países donde mayoritariamente vivimos ricos.
¡Esas sí que no! ¡Alerta internacional!
El ébola causó una espectacular alarma y determinó la declaración de alerta mundial, no cuando mataba en el África negra, esto era normal, sino cuando se trasladó a Occidente por alguna imprudencia imperdonable allá por el 2014. En España no mató (más que a un cura que ya venía enfermo y para cuya repatriación se gastó tanto dinero como habrían costado miles de horas de investigación), pero todos seguimos con alborozo y enorme cobertura mediática la cuasi milagrosa curación de una auxiliar de enfermería que se contagió de la enfermedad. En África las cifras siguen siendo espeluznantes, pero la alerta internacional ha cesado.
IMG-20200201-WA0015Alerta mundial sanitaria ha provocado la imparable crecida del coronavirus. Anteayer, al declararse la alerta, se habían detectado ya casi 6.000 casos y había provocado la muerte de 2,2% de los afectados, todos ellos (según se lee, pues los datos son aún poco precisos) con padecimiento de patologías preexistentes.
Para hacer números y tratar de comprender la magnitud del problema, conviene recordar los datos de la gripe común que, en la temporada 2017/2018 en España, afectó a casi 800.000 personas, 50.000 de las cuales fueron diagnosticadas graves y, de ellas, fallecieron 15.000.
Ahora no sé bien bien, si es gripe española con denominación de origen y, por tanto, epidemia y no pandemia, o es que al ser de la tercera categoría, que ahora nos aparece, no genera alarma alguna: tercera categoría, la que se guisa y se come en el propio contexto de los países en los que vivimos mayoritariamente ricos que, como la ropa sucia, se lava en casa.
Así que ya tenemos las pandemias categorizadas para este domingo; a saber:
Las que solo matan pobres, que esas lo mismo dan.
Las que matan blancos pero se producen en su propio contexto socioeconómico (Occidente), que alertan solo en según qué casos y no salen en los noticiarios.
Las que matan blancos pero se producen allí dónde solo (o mayoritariamente) viven pobres, que esas sí que no estamos dispuestos a consentirlas.
Queda por ubicar una más, pero no sé dónde hacerlo: la de la gilipollez humana, esa de la que tanto me resisto a contagiarme (si no estuviera contagiado ya).
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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