domingo, agosto 23, 2020

Chau, marquesa

Mucho se habla y se escribe de la cosa de los cargos, de los enchufes, de las ‘libres designaciones’, de los nombramientos de personal de confianza. Se habla mucho de los cargos para, en general, criticar que son demasiados, que no hacen ni el huevo o que ganan más de lo que se merecen.

Discrepo en general: ni son tantos, ni trabajan poco, ni en España la política da para que uno se enriquezca, salvo que utilice torticeramente la posición para hacer trampas (frecuente para desgracia de todos, pero ni mucho menos generalizado).

Los puestos políticos son imprescindibles. Y las personas de izquierdas pensamos que deben ser suficientes y deben estar bien pagados. Sobre todo para evitar que solo los más ricos puedan acceder a ellos, por si la condición de ‘más ricos’ llevara aparejada la de ‘más de derechas’. Así mismo pensamos que el libre nombramiento (no confundir con la ‘libre designación’, sistema reglado de acceso a determinados puestos funcionariales de la Administración Pública) implica la libre remoción.

Como he sido tantas veces cesado como nombrado (esto siempre es así salvo que mueras en el ejercicio del último cargo), sé de lo molesto que resulta que te quiten de en medio  y sé del dicho generalizado este de ‘a mí no me importa que me cesen, lo que me molesta son las formas’.  Tanto se produce tal situación, que el día de un cambio de Gobierno se suele intitular como el ‘día de los malos modales’, porque todo el mundo aparenta estar de acuerdo con su sustitución, pero todos disimulamos diciendo que lo que nos ha jodido son las formas.

Y luego ya Cayetana.

                                               Ella.

A Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, ​ XIV marquesa de Casa Fuerte, no le molestan las formas. Le jode que la echen. Y no lo disimula. No lo disimula en privado y tampoco en público.

Y esto es, al menos, por dos motivos a saber: el primero porque ella es marquesa, aunque sea la XIV. Y de Casa Fuerte, nada menos. Y Pablo Casado, a secas, es un ‘mindundi’ que ni siquiera es grande de España y que ha llegado a donde está por el pique entre las dos verdaderas mujeres fuertes que lidiaban en el PP por la herencia de Rajoy. Y el segundo porque ella era la elegida: la llamada por Aznar para construir el partido que llevaría a la gloria a la derecha más rancia de este país nuestro.

Y a Cayetana no le duelen prendas. A las marquesas nos pasa esto: que estamos tan por encima del resto del género humano, que podemos acusar a unos de terroristas y a otros de mediocres sin que se nos mueva un pelo de la ropa (muy cara) que llevamos puesta.

Así que agarra el canasto de las chufas (expresión madrileña equivalente a ‘con todos sus arrestos por delante’, que quiere decir, más o menos, ‘con dos cojones’, pero en chica), convoca una rueda de prensa en la puerta del Congreso de los Diputados y suelta por esa boquita todo lo que le viene en gana, sin ningún respeto por su partido, por sus jefes políticos, por el daño que pueda hacer a la formación a la que pertenece. Viene a decirnos que el partido es ella, que ella sí que es imprescindible, no como otros, que sin ella la mediocridad y la zozobra están garantizadas y que las razones que avalan la decisión de sacarla de en medio son ‘desdichadas’ (sic). ¡Con un par!

Esa es nuestra Cayetana: la mujer que Vox valora como posible candidata a la Presidencia del Gobierno en la moción de censura que preparan para septiembre. Nuestra Cayetana, decía. La que no da cuentas, la que está por encima de barones y baronesas (si las hubiere), la que se permite el lujo de hablar en nombre del partido al que representa en el Congreso, diciendo sin pestañear las barbaridades más inconvenientes. La que es nombrada por su partido y después lo acusa de injerencias insoportables en el desarrollo de sus funciones, como si, una vez nombrada, se le hubiera conferido también la infalibilidad papal. La representante de la ‘derecha valiente’ que se envalentona como ninguna echando por la boca sapos y culebras, convirtiendo en irrespirable el ambiente en el Congreso, en esa estrategia pútrida del ‘cuanto peor, mejor’.

Nuestra Cayetana. Que ignora hasta qué punto resulta patética cuestionando el consentimiento expreso en las relaciones sexuales, el derecho a morir dignamente o la limitación de libertades en la protección de la salud pública.

El caso es que nuestra Cayetana y sus formas, que tanta satisfacción íntima ha producido en sus correligionarios, ya no convienen. El cambio que Casado necesita dar a su partido para diferenciarse de Vox (aunque sea muy poco), exige otras maneras, otra corrección, menos bilis en el discurso. El PP tiene que reiniciar su largo viaje al centro, este que cíclicamente emprende cuando las encuestas le dan la espalda para recordarle que no hay tanto facha como ellos se piensan. Y puerta a Cayetana. Y se acabó.

Adiós, marquesa. Se acaban tus días de gloria venenosa con ese ‘muchas gracias, Cayetana’ con el que el seco Casado cierra el ciclo de tus servicios prestados. Sonó a poco sincero, la verdad. Más bien sonó a ‘no te lo perdonaré nunca, Manuela Carmena’.

Chau Cayetana. Nos vemos en Vox.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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