domingo, agosto 16, 2020

Nos contagiamos

La covid-19 o, mejor dicho, el virus que la provoca, el SARS-Cov-2, no se ha tomado las obligadas vacaciones de verano.

Nosotros sí.

Nosotros, digo, los ricos. No nosotros los habitantes del territorio nacional, no todos nosotros, solo nosotros los ricos.

Los tozudos informes con los que se empeñan en amargarnos la vida, estos machacones de la tele con los que solo pretenden coartar nuestras sagradas libertades y nuestro indeleble derecho a no usar mascarillas o a fumar en las terrazas, los informes de las autoridades sanitarias, decía, ya no impactan en nuestra sensibilidad, abotargada por efecto de la repetición. Los escuchamos en modo stand by a la espera de que la información deportiva (no olvidemos que el Madrid, el Barça y el Atleti, han sido estrepitosamente eliminados de no sé qué importantísima competición continental) reclame nuestra atención y fije en nuestras neuronas lo que realmente importa: ‘el Barça cae humillado ante el Bayern’.

Madrid, Barcelona, Zaragoza, Bilbao, están a punto de que sus respectivos sistemas sanitarios entren en colapso. Es una pequeña putada, no por los muertos que la cosa se vaya a llevar por delante, sino porque ya no podemos echarle la culpa a Pedro Sánchez, verdadero hacedor del mal de todos los males, que hizo dejación de sus responsabilidades para descargar el mochuelo a los presidentes autonómicos. Era lo que pedían (y algo furibundos, ahora que me acuerdo), así que ni siquiera de eso le podremos culpar.

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Los chicos ricos hemos venido a contagiarnos a las corridas de toros (haciendo, claro, caso omiso de esas recomendaciones abusivas del Ministerio de Sanidad, con las que Salvador Illa solo pretende acabar con las libertades individuales y con la democracia española), en los conciertos de Taburete (donde el dicharachero de Willy Bácenas arroja su protector al público al grito libertario de ’¡ni una puta mascarilla!’), en las exquisitas fiestas de la sociedad malagueña (para las que nunca encontramos una mascarilla a juego con el estampado floral del vestido de firma que estrenamos).

Los pobres, los inmigrantes tienen mucha menos clase para contagiarse. Como no se han podido tomar vacaciones, contraen la enfermedad en la hora punta del Metro de Madrid porque la mascarilla tipo fpp-2 tiene tantas puestas que ya no protege, o en el tajo recogiendo tomates cultivados bajo plástico a 55 grados centígrados (aquí te puedes contagiar de la covid-19 o morir directamente de un golpe de calor, que eso no se elige), o en los barracones en los que sus empleadores los hacinan bajo el eufemismo de alojamientos.

Cada uno en su nivel de dignidad, nos contagiamos. Ellos con más miedo y sin más cojones, nosotros con más razón y con un discurso intelectual mucho más elaborado sobre la libertad y el descaro social-comunista de quienes nos la quiere arrebatar. Nos contagiamos.

Lo jóvenes juegan a ser invulnerables, seguramente porque nadie les ha contado despacito las secuelas de la enfermedad y como se pueden quedar de por vida afectados por cosas feísimas en los pulmones y en las vísceras. Lo adultos jugamos a tener mucho más conocimiento de la realidad del SARS-Cov-2 que las autoridades sanitarias, porque para eso hemos seguido con tanta atención los enormes éxitos de Alemania u Holanda en el tratamiento de la enfermedad, que no han impuesto confinamiento alguno y han dejado a la voluntad de los contagiadores potenciales el acatamiento o no de las medidas de seguridad. Los pobres no juegan a nada: van a currar y sanseacabó. Los ricos nos la jugamos a nuestro mejor criterio. Y nos contagiamos.

(Era muy sencillo poner trabas al Gobierno de España para la prolongación de los períodos del estado de alarma. Ahora es muy sencillo culpar a la acción diplomática del Gobierno de España de las limitaciones que otros estados imponen para venir aquí. Es muy sencillo hacer cualquier cosa menos tomar las precauciones que el sentido común y las autoridades sanitarias nos recomiendan a cada uno. Y ahora, lamentaciones y crujir de dientes, mientras en las comunidades autónomas analizan, a 15 de agosto, si debieron ser más estrictas con la cosa del turismo a la vista de los acontecimientos y, eso sí, prohíben fumar por la calle.)

Y ¿septiembre? Septiembre va a ser la hostia.

El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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