domingo, marzo 28, 2021

Rociíto (o tal)

No había vuelto a saber nada de Antonio David desde que, hace mucho tiempo, escuché en Tele5 a uno que era idiota diciendo sandeces sobre el asunto de ETA. Antes de cambiar el canal, averigüé que se trataba de un guardia civil que guardaba para sí el producto de las multas que imponía, cuyo único éxito personal había consistido en casarse con una señora que tenía una madre que cantaba copla.

Aquello no me volvió a ocupar, excepto por haber constatado quiénes son los que en este país nuestro crean y difunden opinión: los guardias civiles que se casan con hijas de señoras que cantan copla, comprendí. Y me sumí en mis pensamientos con una cicatriz más en mi inteligencia ya maltrecha.

Supe después que también eleva a las cumbres de la difusión del pensamiento el hecho notorio de concebir una criatura con un torero mediocre, pero para entonces mi televisor ya no sintonizaba Tele5, de manera que este aprendizaje tardó poco en disiparse de mi entendimiento junto con la figura esperpéntica de la señora que lo representaba y del torero con el que engendró.

Pues bien, de esa máquina de crear seres abominables que es Tele5, también hemos sabido en estos días que es capaz, como Saturno, de devorarlos en espectáculo emitido en ‘prime time’ y, oh prodigio del mundo ‘mass media’, forrarse con tal ejercicio de canibalismo.

Así hemos conocido que Rociíto, hija de Pedro Carrasco y Rocío Jurado —la más grande— (fuente: Wikipedia), el boxeador y la cupletista como representación empírica de que la realidad supera y no por poco la ficción, Rociíto, decía, se unió en matrimonio morganático (él no pertenecía a los círculos exclusivos de la grandeza del colorín) con un guardia civil que el programa Aquí hay tomate —lo supongo por la época— elevó a la categoría de divulgador.

El tal Antonio David tuvo, por lo que supimos, que abandonar la Benemérita cuando se descubrieron sus prácticas poco o nada decorosas con el dinero de los infractores de las normas de circulación, y esta oportunidad, adornada por el poder mediático del sujeto y de la esposa del sujeto, se aprovechó por la cadena para darle beneficio (oficio no se le recuerda) como tertuliano. Otro prodigio, porque no existe atisbo de que el chaval tenga solvencia alguna en ninguna materia que pueda resultar de interés para un medio cuyas funciones en la sociedad son informar, formar y entretener.

Sería necesario aquí hacer una reflexión sobre el concepto ‘entretener’: qué entretiene y qué no, que es lícito exhibir para entretener y qué no, a quién entretiene qué y cuánto dinero da que tan gruesa franja de la audiencia se entretenga con el espectáculo obsceno de exhibir la intimidad de las belenes esteban que en el mundo hay vivas. Sea esto dicho en el bien entendido de que, ni el rabo de Antonio David, ni las tetas de Belén Esteban, resultarían tan obscenas como aquello otro que exhiben sin pudicia alguna.

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En la tele con sus cosas

La cosa es que rizando el rizo de la obscenidad, el presentador de Sálvame entre lunes y jueves (el programa del viernes lo conduce Paz Padilla), Jorge Javier Vázquez Morales, (Badalona, Barcelona, 25 de julio de 1970) (Fuente: Wikipedia), presentó el otro día en su espacio para el vómito colectivo el documental ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’ o algo así. El producto televisivo consiste en una sentida declaración de esta hija de una cupletista —la más grande—, construida en varios capítulos, en el que cuenta (y contará: aún no se han emitido todos) lo más granado de su vida en común con el ex guardia y la descendencia de ambos: dimes, diretes, denuncias, alegatos, custodias, agresiones físicas, agresiones verbales, infamias, infundios, o sea, un festival.

Y, oh nuevo prodigio del mundo ‘mass media’, triunfó. Como la Coca-Cola.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, el líder de Más País, Íñigo Errejón, la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra, la de Vox, Rocío Monasterio… Todos y todas han dado su opinión sobre un asunto del que no tienen más datos que las monstruosidades que Mediaset ha fabricado para el lucro indecente de la cadena. Todos y todas tienen juicio certero sobre dos productos televisivos y su descendencia, un puñado de seres informes cuya intimidad desordenada por el efecto de la fama ha alimentado el morbo indecoroso de una audiencia ávida de la desgracia ajena.

Porque la opinión no era sobre la urgencia de clausurar Tele5 por dar pábulo a las digresiones grotescas de un maltratador (si lo fuera), o sobre si es lícito pagarle dos millones (si ello fuera así) a la hija de una cupletista —la más grande— por poner denunciar las torturas de su exmarido en público testimonio emitido en prime time, no. La opinión era sobre la vida privada de los sujetos en cuestión, sobre los delitos que han cometido o no, sobre la conducta de dos personajes que, de existir, solo existen en las mentes excitadas por el morbo de la audiencia.

Tele5 se convierte en juzgador. Sentencia y ejecuta la sentencia. Hunde o encumbra la reputación de los personajes deformes que crea, escudriñando sus vísceras en audiencia pública, supongo, amparada en el sagrado principio de la libertad de prensa. Encumbró a un maltratador generando la indulgencia de millones de personas ante un comportamiento infame, y ahora se lucra con el sufrimiento de la maltratada a la que da voz, no para reivindicar la atrocidad, sino para hacer caja con cuotas de pantalla desmedidas y facturas de publicidad impensables.

Y lo hace hasta tal punto que yo mismo, usted, que somos personas decentes que jamás hemos durado más de un minuto en presencia de Jorge Javier Vázquez, estamos hablando de esto un domingo por la mañana. Hasta tal punto que ministras del Gobierno toman partido, mis compañeros y compañeras de trabajo ya lo han tomado.

Si la excusa para opinar de semejante inmundicia es visibilizar el problema del maltrato psicológico a la mujer, el hostión ha sido inmenso: todo aquel a quién he oído opinar sobre el particular fuera de los medios oficiales se ha decantado por él y abominado de ella. Curioso, sin duda, porque se trata al parecer de un tipo que no ha vivido sino del nombre de ella (o de su madre de ella —la más grande—) y de sus desgracias personales.

Si la excusa es alimentarse de las vísceras de una familia, entonces no hay excusa.

Informar, formar  y entretener. Los medios de comunicación que deforman incumplen el fin primordial que tienen encomendado. Si, además no informan y, encima, entretienen a base de fomentar la insidia, no hay más explicación que dar. Por mucho dinero que ganen se tienen que ir.

Una sociedad que se alimenta de basura es una sociedad basura. Esto, por mucho que duela.

El dibujo es de mi hermana Maripepa

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