domingo, enero 08, 2017

Arzobispos.

Los reyes magos de Oriente viajaban ya guiados por su cometa dispuestos a hacer las delicias de niños y mayores. La magia de la navidad envolvía aún el corazón de Occidente.
Estaba uno en la tensa disquisición sobre si la PS4-pro o la Xbox 360, imaginando de qué vestiría este año Manuela Carmena a SS.MM. para la cabalgata, cuando la Santa Madre Iglesia, lejos de serenar nuestras almas inquietas por la duda, soltó a un arzobispo (¡un arzobispo!) tocado de cuidada boina rosa con borlón, argentino por más señas, como su jefe, a decir gilipolleces.

cardenal
Arzobispo en animada plática, echando sapos y culebras.


Los feminicidios, afirmó sin rubor el prelado, son la consecuencia de la desaparición de la familia tradicional, son culpa del divorcio. ¿Importan a partir de ahora las grandes preguntas de tan señalada noche, a saber, será la Play, volverá a caerme corbata con colección de pañuelos a juego? No. Ya no importan.
Porque el mismo imbécil que aseguró tan solo un día antes que la pedofilia es otra derivada del mismo mal endémico de nuestra sociedad, el divorcio (como si hubiera tenido el clero empacho alguno en abusar de niños de padres con el Sacramento vigente), viene ahora a sacarnos de nuestras lícitas tribulaciones al asegurar que es la disolución del sagrado vínculo matrimonial la que arranca la dignidad a la mujer (no al hombre, faltaría más) y la pone en situación de ser hostiada, que no es que lo justifique, pero que el príncipe de la Iglesia se hace cargo.
Ya no importa de qué se vestirán los reyes este año, porque hay un arzobispo clamando contra la “cultura fornicaria y el petting”, que en España conocemos como magreo puro y duro, y “los récords de señoritas que cambian de novio” (omisión hecha de los señoritos que cambian de novia, que esto parece ser normal aunque no se entienda bien del todo). Y esos y no otros son los pensamientos que ahora invaden nuestras mentes torturadas.
Uno no está muy muy puesto en la organización administrativa de la Santa Madre Iglesia, pero tiende a intuir que un arzobispo es un tipo de cierta relevancia al que, por ende, le supone un mínimo de formación (de hecho salen por la tele, a veces). Y asalta entonces otra gran pregunta: ¿en qué momento de su carrera pastoral se vuelve gilipollas? Asegura mi hermano, hombre de probada formación religiosa y nada sospechoso de votar Podemos, que es la boina rosa, que no puede ser de otro modo. Bien pudiera ser.
El caso es que cada vez que la sociedad ensaya un pasito adelante, la Iglesia se empeña en dar cinco hacia atrás.
Y el caso es que la noche de reyes de 2017, esta precisamente en la que Manuela Carmena nos priva del placer íntimo de ponerla a parir vistiendo a los Magos de pura realeza y poniendo a un negro negro en vez de un blanco tiznado con un corcho ahumado (¡no te lo perdonaré nunca!), el arzobispo necio de Ciudad de la Plata nos saca de nuestro sosiego, viene a contarnos que es el matrimonio lo que pone a la mujer en igualdad con el hombre (debe referirse al matrimonio heterosexual) y nos da el disgustazo de comprender que una mujer separada, tu hija por ejemplo, tú misma acaso, ha perdido su dignidad, ha caído en la fornicia y ha quedado en disposición de que le metan dos hostias, por guarra.
Lo ha dicho un arzobispo.
El arzobispo faltón es obra de mi hermana Maripepa.

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