domingo, enero 01, 2017

El deseo número 13.

Han sonado las doce campanadas. He vuelto a atragantarme con las putas uvas. Un deseo por cada una: fumar menos, salir menos, beber menos, no apuntarme al gimnasio esta vez, quitarme del grupo de WhatsApp de antiguos alumnos de las Escolapias, dejar de soñar con el aumento de sueldo, leerme El Quijote de una vez por todas, arreglarme el empaste, dejar el Prozac, cuidar del cinismo que me permite seguir viviendo en sociedad, aprender a decir no sin poner en riesgo el cinismo que me permite seguir viviendo en sociedad, empezar la tercera temporada de Juego de Tronos. Necesito otra media docena campanadas para terminar la lista, pero son las que son.
La casa está llena de gente. No sé por qué coño he terminado aquí celebrando la Nochevieja. Debería haber dicho que no y ya está. Pero cuido en exceso del cinismo que me permite vivir en sociedad y he vuelto a no saber decir que no.
Ya hemos tirado a la basura tres botellas de Anna de Codorníu: los hijos de puta de los supermercados, si no es en Madrid, guardan las que no venden durante años. Las esconden el día 2 de enero y las sacan otra vez en noviembre. Es imposible encontrar una que no sepa a pis. El anfitrión ha optado por espumoso manchego. ¿De dónde habrá sacado esa mierda de vino? El año empieza mal. En La Mancha no se hacen espumosos, pero ellos aún no lo saben.
¡Santo Cielo, apenas es la una! ¿Hasta qué hora será prudente esperar? El anfitrión va cambiando de cadena en la televisión buscando números musicales. Con toda seguridad esconde un karaoke en algún lugar estratégico para enchufarlo a las tres. Hasta la tres estamos a salvo. Si tengo que volver a cantar Bailar pegados con el pegajoso de Tomás me corto definitivamente las venas. Me aburro. Sonrío ampliamente al aceptar la quinta copa de espumoso manchego. Tengo miedo. Resto de mi lista de deseos el de cuidar del cinismo que me permite vivir en sociedad y añado el que tenía como primer reserva: estudiarme la Champions league para tener tema de conversación con los compañeros de la oficina. Me salgo a la terraza, enciendo un cigarrillo. Resto de mi lista de deseos el de fumar menos y añado el segundo reserva: santificar las fiestas, a ver qué se siente. El de beber menos se

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Señor escapando por la ventana de una fiesta de Nochevieja.

cae por su propio peso al aceptar otra copa de espumoso manchego, pero no tengo nada en la recámara, y estoy pensando que al empaste le van a dar mucho por culo. Hace un  frío negro en la terraza. Voy a fumarme el último del paquete. Escucho los primeros compases de La puerta de Alaclá: no hay duda, son las tres. Observo en la distancia que Tomás me busca con la mirada. Ahora sí que tengo miedo. He vuelto a elegir equivocadamente el atuendo; no debí venir de corbata. Salto por el balcón. Es un primero, no puede ser mortal. La chapa del Seat Toledo está demasiado fría. Ha helado. Ruido de sirenas. Carreras por los pasillos de urgencias. Dejar de salir de los sitios tirándome por la ventana, no conduce a nada; deseo número trece. Sin quitar ninguno.

El dibujo es de mi hermana Maripepa. La ilustradora de este blog y un servidor os deseamos a todos un feliz año 2017, si es que se puede.

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