domingo, junio 04, 2017

PROCÉS.

James Cameron tuvo una idea genial cuando, para sortear los conflictos internos 10 minutosen su partido, inventó el BREXIT. La idea fue tan buena que… ¡ganó! Después se tuvo que marchar, eso sí, porque lo de sacar a Gran Bretaña de la Europa Común, en realidad no se lo creía ni él. La historia aclarará las consecuencias que tendrá para los británicos la ocurrencia de un político mediocre de intentar resolver un problema local mediante una decisión global.
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Artur Mas tuvo una idea similar. Afloraba la podredumbre que después le llevaría a cambiar de nombre a su partido para aislarlo en lo posible de los terribles casos de corrupción que comenzaban a asediarlo (sedes de CiU embargadas, caso Palau...). Lidiaba, además, con una situación de bancarrota institucional para cuya solución (no se debe olvidar que hablamos de un político altamente de derechas) no se le ocurriría otra alternativa que practicar las políticas de recortes más reaccionarias que ha vivido Cataluña, las mismas que sirvieron de guía meses después para el resto del Estado español. El adelgazamiento de los servicios públicos de la Generalitat estaba siendo tan brutal y el azote de la corrupción tan escandaloso que, para desviar la atención de todo aquello y después de una Diada memorable (2013) en la que las calles de Barcelona y otras grandes ciudades catalanas se llenaron literalmente de gente, Artur Mas inventó el PROCÉS. Luego también se tuvo que ir, porque la estrecha mayoría que la idea consiguió en las urnas (2015) después de haber planteado las elecciones como un plebiscito, le obligaba a contar con los votos de un socio, la CUP, que no le quería ni en pintura.
Es verdad que la política hace extraños compañeros de cama. La marca Junts pel Sí, que consiguió 62 escaños, era una mezcla entre la derecha burguesa y el nacionalismo de izquierdas, si es que aceptamos el hecho de que exista una izquierda nacionalista. Un  fenómeno exclusivamente catalán, si existiera, porque la izquierda siempre es internacionalista.
Aclaración: La idea obtuvo minoría en las urnas (47,74% de los votos) pero, traducida a la adjudicación de escaños, resultó mayoritaria. Milagro de la ley d’Hont.
Otra aclaración: Artur Mas y Carme Forcadell, presidenta por entonces de la Asamblea Nacional Catalana, dieron por supuesto que aquella muchedumbre en la Diada de 2013 era una aglomeración de independentistas enardecidos. Pero era 2013,  un momento de crisis importante, de destrucción de empleo, de pobreza, de desesperanza. Las calles no se llenaron solo de nacionalistas: era un grupo muy diverso movido por la necesidad de hacerse oír y  liberar la rabia contenida. Claro que también había nacionalistas, muchos de los cuales, seguro, serían además independentistas.
Una parte muy importante del pueblo catalán sueña desde tiempo inmemorial con un estado independiente. También  es cierto que dos legislaturas de Aznar vuelven separatista al más pintado. Tampoco ayudaría que después el PP impugnara un Estatut democráticamente aprobado, cuya literalidad coincide ce por be con otros, como el de Valencia o Andalucía, que siguen su curso legal sin tacha alguna. Menos, que el Tribunal Constitucional le diera, además, la razón.
Súmese a todo lo anterior lo bien que funcionan en las redes sociales, actuales medios de comunicación de masas, las ideas que se resumen con facilidad como libertad, independencia, hambre o justicia. Habrá cocinado un caldo de cultivo inmejorable.
Hablar de demagogia populista en este contexto es como de monjas. "¡Prefiero ser pobre, pero ser libre!", bramaba en la tele una señora con aspecto de estar bien alimentada, ante la pregunta de si asumiría el empobrecimiento de su comunidad a cambio del estatus de nación. Me temí que ni conocía qué es la pobreza, ni se resintió de la falta de libertad cuando no la hubo en Cataluña ni en el resto de España. Me sonrojé un poco.
Plebiscito perdido y todo, vetado y todo el gran hacedor, Carles Puigemont toma el relevo y proclama junto a Forcadell, ahora presidenta de la Cámara autonómica, que no cabe la marcha atrás. Que lo que nació como una inmensa cortina de humo se ha convertido en un telón infranqueable. Que la independencia de Cataluña es un hecho y que le importa un huevo que los ciudadanos, en realidad, hayan votado mayoritariamente a fuerzas no independentistas, porque la aritmética del Parlament es la que es y les da para imponerse.
El primer gran hito, el referéndum. La gran soflama: ¡Las urnas jamás dañan! ¡Una cosa es el referéndum y otra la independencia! Demagogia pura. Permitir la celebración de un referéndum sobre la independencia de un territorio es tanto como admitir que un territorio se puede segregar de España legalmente. No se puede separar la idea del referéndum de la voluntad de conseguir la independencia. Decir lo contrario es, simplemente, no sabérselo. Decir lo contrario sabiéndoselo es mentir. Populismo, decir lo que se quiere oír so pretexto de la seguridad de que la hipotética consulta fracasará. Pero ¿fracasaría? ¿Como el Brexit? Téngase presente que la lógica de los plebiscitos ha cambiado mucho últimamente. (Recuérdese también Colombia).
El PP, como de suyo, decidió hacer nada, salvo pedir el voto en catalán (haga el esfuerzo de recordar a Rafael Alonso recitando la frase "aixó no es veritat" en la lengua de Miquel Martí i Pol).  Ya hemos dicho en estas páginas que Rajoy se pone a no hacer nada y es un no parar. Solo nuestro brillante exministro de Asuntos Exteriores, el inefable José Manuel García-Margallo propuso una solución brillante al “asunto catalán”: como hombre de impecable trayectoria conciliadora e innegable capacidad intelectual, propuso quitarles las urnas, en el buen entendimiento de que sin urnas… ¿dónde iban a echar los votos? Porque lo que sí han dejado claro es que referéndum, lo que se dice referéndum, no va a haber.
No ha habido una propuesta de diálogo, un ensayo de solución constitucional que resuelva en definitiva el problema de la configuración del estado español para evitar la escisión de Cataluña y la subsiguiente del País Vasco, una oferta creíble de federalización que el PSOE enuncia pero no define. Ha habido dos posiciones: Los separatistas catalanes dicen “nos vamos” y el gobierno del PP responde “ni de coña”.
A todas luces se impone una negociación de altura (de políticos de altura, de política de altura) que, también a todas luces, pasa por una reforma de nuestra ya más que madurita  Constitución que determine de una vez por todas la organización de España como un estado federal, sin miedos, sin eufemismos.
Tampoco conocemos la propuesta de Estat Català que las formaciones independentistas tienen en la cabeza y dudo que los propios catalanes tengan asimilada una idea de organización política autónoma bien conformada. En realidad ¿qué sabemos del Procés? Volvemos a la postverdad. Se ha vociferado la palabra “¡independencia!” con tanta fuerza que todo un pueblo se ha sentido sojuzgado. ¿Sojuzgado? ¿De veras? ¿Por quién? Se grita “¡libertad!” tan alto y con tanta insistencia que, de pronto, los catalanes se sienten oprimidos. ¿Oprimidos? Por… ¿los de Madrid? ¿Los de mi barrio? ¿Es desde Murcia que los oprimen? ¿Ciudad Real, acaso?
Y ahí están las cosas.
El presidente del Gobierno de España ha asegurado que hará todo lo que tenga que hacer para evitar el referéndum y ha subrayado, todo. El president de la Generalitat ha respondido con una pregunta: ¿utilizará el señor Rajoy la fuerza contra el pueblo catalán? A esto llamamos diálogo porque, sorprendentemente, ambos dirigentes no han cruzado una sola palabra. Más bien se trata de ver quien la tiene más larga… pero sin enseñarla. Sin hablar. Sin acordar. Sin mirarse a la cara. Que me voy. Que ni de coña.
Un amigo me envía este recuerdo: El Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, el día 7 de octubre de 1934, siendo presidente de la República don Niceto Alcalá-Zamora (conservador) y del Gobierno don Alejandro Lerroux (populista y demagogo), escribía en su página 51:
“En Cataluña, el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Català.
Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país.”
El dibujo del superhéroe es de mi hermana Maripepa.
La imagen digitalizda del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra pertenece a la Biblioteca virtual del Ministerio de Defensa.
Diario Oficial de la Guerra

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