domingo, julio 16, 2017

La receta de la hostia


La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos no debía estar muy ocupada estas últimas semanas. Tampoco el Papa parecía tener muchísimo que hacer así que, ante la proliferación de vendedores de hostias no certificados, han escrito al alimón la circular “Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”, cuyo texto, preñado de profundísimas consideraciones teológicas, viene a prohibir las hostias sin gluten.

Lo ha leído bien, hostias sin gluten.

Es talmente una circular, por lo que ha circulado (esto se comprende) por cada unidad administrativa de la sacra institución, haciéndose llegar a los ordinarios (los obispos con diócesis) con el encargo de que vigilen la calidad de la producción de obleas mediante la solicitud, incluso, de los certificados necesarios. No parece adecuado a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos que producto destinado a tan alto misterio se venda alegremente en los supermercados o por Internet, sin tener seguridad de si ha sido fabricado por persona suficientemente pía.

¡Señor, Señor!

No es doctrina oficial de la Iglesia Católica que zurdos y pelirrojos sean criaturas de Belcebú. Es solo la apreciación de algún obispo menos lúcido que nos regala de cuando en cuando a los ateos estas perlas para nuestro solaz y recreo. Debemos no obstante indagar sobre si lo son o no los celíacos (criaturas de Belcebú) o si, por el contrario, el empeño en administrarles hostias con veneno obedece a otras circunstancias. Por ejemplo, a que deban estos alérgicos ofrecer un sacrificio mayor al Cielo que sus correligionarios, por el mayor coste que soportan sus familias en su crianza y mantención.
También pudiera ser que guarde la Iglesia en el Cielo lugar preferente para celíacos y que, por ello, les exija un dolor extra en el tránsito terrenal que dignifique y haga merecedor a este extenso grupo de su mejor posición para la eternidad.

También (me inclino yo por esta última opción) puede ser que la Santa Madre Iglesia no se haya enterado de nada en estos últimos dos mil años.

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El asunto es que una hostia baja en gluten, inválida para el Sacramento por lo tanto, no es que contenga menos Dios, es que no tiene Dios en absoluto y, por lo tanto, el que la ingiere no entra en comunión con el Altísimo. Esto me hace recordar a aquellos curas cumbayá de los años setenta, que practicaban la eucaristía con pan común (de pistola, eso sí, nada de bagettes), en la creencia  de que a Dios, en realidad, no le importaba un pimiento convertirse en una u otra clase de pan. Bienintencionados e ignorantes, hicieron que toda una generación se pasara una década sin comulgar… Y así nos luce el pelo.

La cristiandad no celíaca respira hoy aliviada. La pureza de la hostia está a salvo de las veleidades gastronómicas que asolan nuestra cultura impía. Han quedado prohibidas las hostias de miel y quinoa, las de cinco cereales y las de sal del Mar Muerto enriquecidas con Omega 3, que empezaban ya a comercializarse. La receta no se puede consultar en Internet, eso sí, pero los textos de la legalidad vaticana la han definido con la precisión de un maestro asador.

Cuidado: la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sí considera materia eucarística válida la elaborada con alimentos modificados genéticamente. O sea transgénicos. Quizás haya sido la ingesta de alguno de ellos por parte de sus reverencias lo que ha provocado tamaña estupidez.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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