domingo, julio 02, 2017

Orgullo


Uno se siente orgulloso cuando su hija termina una ingeniería o cuando acaba esa catedral de palillos que empezó a construir allá por los años 90. La condición sexual dudo que produzca una satisfacción determinada, más allá de las muchas que conlleva la libertad de follar con quien te dé la realísima gana.

Ser marica, pelirroja, lesbiana o zurdo, no produce nada. Luego uno escribe con la izquierda, se acuesta con otro de su mismo sexo o explica que, realmente, no es irlandés y aquí acaba el conflicto. Pero ¿acaba aquí?

Escucho a Juan Cruz en la SER decir algo así como que Pedro Zerolo se había convertido en “el patrón laico de una fiesta que llenaría de amor las calles de Madrid”. Veo a la alcaldesa pedir permiso a París para quitarle por una semana su bien ganado título de “ciudad del amor” para enarbolarlo en Madrid con motivo de este World Pride 2017. Orgullo mundial. La ciudad llena de banderas arcoíris. Hasta Cristina Cifuentes se contagia del fenómeno y la hace ondear en la sede de la Comunidad. Y siento cierto pudor.

IMG_4018Me joden tanto las banderas como los patrones (laicos o no).

Después veo el despliegue de medios de comunicación que se estaban haciendo eco de la carrera de tacones. La calle Pelayo cerrada al tráfico y un montón de locas sobre plataformas imposibles corriendo a todo correr para demostrar… demostrar… Bueno, corriendo a todo correr bajo un mar de cámaras retransmitiendo el evento en directo.

Mejor cobertura mediática, dónde va a parar, y mayor movilización social, que ante el naufragio de la última patera en el Mediterráneo, cuyo número de muertos nadie sabe determinar con exactitud. Muchísima más que ante el enésimo asesinato por violencia machista.

Pues ya me joden tres cosas: las banderas, los patrones y las carreras mundiales de zapatos con plataformas. (Sobre el III Campeonato de Destreza y Rapidez en Poner Preservativos no puedo opinar. Confieso no haberle prestado demasiada atención a pesar del llamativo récord obtenido por el joven ganador, capaz de colocar correctamente once en un minuto).

Estamos viviendo la crisis migratoria más dramática que se ha producido en la historia del mundo. Estamos padeciendo los procesos de “gentrificación” como una de las amenazas que se ciernen sobre las ciudades de todo el Globo. Y estamos celebrando un evento comercial de proporciones extraordinarias y carácter mundial en Madrid, so pretexto de reivindicar el orgullo que deberíamos sentir si fuéramos lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales o raros (traducido este último del inglés “queer”, que le pone la “q” a las siglas LGTBIQ, con las que se nombra al colectivo que defiende la diversidad sexual).

Oye, tú: ¡qué pereza!

Yo me siento orgulloso, muy orgulloso, de que España, con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, liderase mundialmente la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo. De que Madrid se haya convertido en un estandarte de la tolerancia a la diversidad (sexual y de muchos más tipos). De que en Europa no se persiga la homosexualidad, sino que se asuma y se avance en su reivindicación, sin más trauma que un puñado de voces disonantes.

Habrá que seguir. Claro. Singularmente en aquellos países en los que estas conductas se consideran delictivas y se penan con prisión, cuando no con la muerte. Más cerca de casa, en algunos sectores especialmente homófobos que se empeñan en negar lo que ya es una evidencia y es que no todos vivimos bajo las mismas claves. Pero no estoy seguro de que esta exaltación de las plataformas, los tangas y las boas de plumas sean la fórmula.

Para llamar a las cosas por su nombre, vamos a incardinar este nuevo formato de la fiesta del orgullo gay entre las actividades de fomento del turismo, como un gran evento comercial. O sea, dinero y nada más: “Las grandes marcas se suben a la carroza del Orgullo en España”, titulaba El País. “Compañías populares como Vodafone, Spotify, PayPal, eBay y Facebook contarán con una carroza propia en el desfile del próximo 1 de julio del World Pride Madrid 2017”. Dinero. No es orgullo gay o LGTBIQ, no es lucha contra la homofobia. Es más fácil. Es negocio.

Yo prefiero las reivindicaciones sin patrones laicos, sin banderas, sin concursos de poner condones. Sin el patrocinio de Vodafone o Spotify.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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