domingo, abril 22, 2018

Adiós, ETA



Parece ser verdad que hay víctimas de varias clases, según denuncia la Asociación de Víctimas del Terrorismo al analizar el comunicado en el que ETA anuncia su disolución. Y ¡cuánto nos gustaría que fueran solo de una!

Nos gustaría, nos encantaría, que todas las víctimas fueran de primera división, o de división de honor si fuera el caso.

Nos encantaría que el Partido Popular hubiera tratado por igual a todas las víctimas, ya fueran las del terrorismo etarra, las del terrorismo de origen islamista o las del genocidio franquista. Y todavía nos gustaría más que las decisiones del Gobierno de España no hubieran estado secuestradas por una asociación concreta, desoyendo las pretensiones de todos las demás.

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ETA dejó de asesinar en 2011. Nadie se atribuyó el éxito de ese ‘cese definitivo de la lucha armada’ comunicado por la banda aquel 20 de octubre. Cinco años después, la banda fija para el 8 de mayo, apenas dentro de 15 días, su  disolución definitiva.

Pero queremos más.

El PP, por boca de Alfonso Alonso (su presidente en el País Vasco), ya ha dicho que el comunicado es ‘una profunda humillación a las víctimas del terrorismo’. La Asociación de Víctimas del Terrorismo asevera y amplía: ETA ‘justifica su actividad terrorista una vez más’.

Ninguno dice algo así como ‘bien, coño, bien: se acabó al fin’. Eso no lo dicen. Dicen otra cosa; dicen de la fortaleza de la democracia, del triunfo de la Ley… Solo algunas voces ‘no alineadas’ se han mostrado felices por este final, reconociendo a pesar de sus heridas que esto acaba aquí y que es muy bueno que así sea.

Los unos quieren asegurar que la ‘política vencedora’, la de no ceder, la de no negociar, la de no hacer política, esta a la que han obligado al Gobierno a través de toda la presión que un grupo de presión puede ejercer, no se mueva ni un ápice. Asegurar, por ejemplo, que la política penitenciara diseñada para la lucha contra un grupo terrorista en activo, continúe siendo la misma tras la evidencia de su desaparición y no otra, como cualquiera podría reputar sensato.

Y ¿los otros? Los otros quieren seguir sacándole partido a la posición. Buscan que la asociación a la que alimentaron cuando no gobernaban para garantizar su voto y el desgaste máximo del partido en el poder, esa asociación de la que después han sido presos durante su ya largo período de gobierno, no se les vuelva en contra. Garantizar el puñado de voluntades que les tocan, no poner en riesgo, en horas tan bajas, ni una sola de ellas.

Lo de los unos ya se comprende porque, desde el dolor, las cosas se ven como se ven y se dicen como se dicen. Por eso se recalca tanto (y es tan evidente)  que desde el dolor (desde la ira) no se puede gobernar, ni legislar, porque se producen aberraciones no deseables desde la consideración del bien común. Lo de los otros también se comprende. Y tiene un nombre. Lo que pasa es que es muy feo: se llama ruindad. Ruindad política. Eso que podríamos definir como ‘administrar la cosa pública con actitud mezquina, despreciable, anti-patriótica o vil’.

Estas víctimas, las víctimas del terrorismo etarra, sí que son víctimas. No como las del 11-M, que son mucho menos víctimas porque cometieron la impudicia de no prestarse al juego de mantener la falacia de que la autora de aquel atentado había sido ETA. No como las del genocidio franquista de la posguerra, que siguen enterradas por las cunetas de España (y en algún monasterio) sin que la Ley para la Memoria Histórica obtenga ni un céntimo para su financiación de los Presupuestos Generales del Estado. Estas, las verdaderas víctimas, tienen voz. Y tienen votos. Para muestra, piénsese que durante los años en que el terrorismo no ha existido (no ha matado) se han multiplicado en los tribunales de Justicia las condenas por enaltecerlo.

Pues bien, las políticas de lucha contra el terrorismo (que incluyen necesariamente las penitenciarias) no pueden ser las mimas cuando una banda armada está matando que cuando no lo está. No hablemos de negociación si no se quiere (aunque lo hayan intentado todos). Pero huyamos de la venganza, porque el Estado no se venga.

El escenario del 8 de mayo próximo será que ETA está disuelta. Esperamos del Gobierno de la Nación que obre en consecuencia y adecue sus políticas al hecho objetivo de que ya no hay ETA matando. Es por el bien de todos. Sobre todo, por encima de todo, es por el bien de las propias víctimas.

Y yo sí me voy a atrever a decirlo: ¡Bien, coño, bien! Se acabó al fin.
El dibujo es de mi hermana Maripepa.

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